Nuestro tema actual es examinar y determinar en alguna medida y desde la Escritura cuál es nuestra senda en el momento actual y nuestra responsabilidad en conexión con la presencia del Espíritu Santo en la tierra, como miembros del cuerpo de Cristo formado por Su presencia y por Su bautismo. Que el bendito Señor nos guíe como aquellos que dirían, «Muéstrame ahora Tu senda», y, «Dame gracia para andar en ella».
En primer lugar, entonces, nosotros debemos examinar los testimonios de la Escritura en cuanto al estado de ruina en que la iglesia profesante ha caído y en el cual nosotros mismos estamos involucrados. Dios permitió que las raíces y los primeros gérmenes de todo este estado salieran a la luz en los días apostólicos para poder Él presentarnos el testimonio de Su palabra en cuanto a todo ello, y señalar una senda para los Suyos en la escena de confusión que existe a nuestro alrededor. Nosotros no podemos escapar de ella para salir al exterior; y al mismo tiempo, Dios tampoco nos obliga a permanecer en una senda donde la conciencia es ultrajada, y la palabra de Dios es descartada, y son encontradas prácticas que no tienen autorización alguna por parte de Él. Él nos presenta una senda clara donde podemos obedecer Su voz y tener el gozo de Su presencia con nosotros en el curso de nuestra vida mientras estamos aquí.
Es sorprendente e instructivo ver que la Epístola de la cual hemos citado nuestro texto para la conferencia de esta tarde no fue escrita en un día en que todo estaba en orden, cuando la iglesia de Dios andaba en la primera frescura de poder y bendición con Cristo. Si éste era el caso cuando fue escrita nosotros podríamos haberla admirado y pensado en su perfección y hermosura en días pasados; pero no habríamos encontrado ningún valor práctico en ella para nuestra propia senda en días de debilidad, fracaso y ruina.
Nosotros vemos la sabiduría de Dios al presentarnos la enseñanza de ella justo cuando los días eran más oscuros en los tiempos apostólicos; cuando, como leemos en la epístola a los Filipenses (escrita en el mismo momento), todos buscaban “lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:2121For all seek their own, not the things which are Jesus Christ's. (Philippians 2:21)); cuando muchos andaban, de los cuales el apóstol les había dicho antes y tenía que decirles ahora llorando, que eran, “enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:18-1918(For many walk, of whom I have told you often, and now tell you even weeping, that they are the enemies of the cross of Christ: 19Whose end is destruction, whose God is their belly, and whose glory is in their shame, who mind earthly things.) (Philippians 3:18‑19)). Tales eran los días cuando la epístola a los Efesios fue escrita; el propio anciano apóstol estaba en prisión y aislado de la obra que él amaba; y todo se estaba precipitando a la ruina. Fue entonces el momento en que Dios presentó por medio de él la revelación más plena y bienaventurada jamás presentada de la iglesia de Dios. Esta epístola fue escrita en un día de ruina como provisión de la fe para un día de ruina hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños”, etc. (Efesios 4:13-1413Till we all come in the unity of the faith, and of the knowledge of the Son of God, unto a perfect man, unto the measure of the stature of the fulness of Christ: 14That we henceforth be no more children, tossed to and fro, and carried about with every wind of doctrine, by the sleight of men, and cunning craftiness, whereby they lie in wait to deceive; (Ephesians 4:13‑14)).
La decadencia gradual pero segura había comenzado de inmediato en la iglesia temprana. La cizaña fue sembrada entre el trigo y personas falsas fueron introducidas desde afuera, como Simón el mago (Hechos 8); y el enemigo, asimismo, había comenzado a sembrar el mal y la discordia en el interior (Véase Hechos 5). Este estado de cosas es ampliamente reconocido en las diversas epístolas. En los Corintios la sabiduría de los hombres y el sectarismo estaban brotando y el mal moral había sido permitido (1 Corintios 5), y el mal doctrinal se estaba extendiendo rápidamente (1 Corintios 15).
En Galacia la ley había sido introducida; ascetismo y filosofía habían sido añadidos a la ley en Colosas. Hubo un retorno al judaísmo y a las ceremonias en todas partes (epístola a los Hebreos), y la presencia del Espíritu fue olvidada. Todo esto puede ser visto en gran parte en las epístolas. Pero cuando llegamos a la Segunda Epístola de Pablo a Timoteo estas cosas estaban allí y eran reconocidas como vigentes y todos los que estaban en Asia habían abandonado a Pablo, aunque tal vez no todavía a Cristo. Es entonces cuando el Espíritu Santo pronostica en el apóstol el estado de los “postreros días”, que estaban viniendo en aquel entonces. “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos”, y el estado de los cristianos nominales llegaría a ser como el estado de los paganos tal como está descrito en Romanos 1:29-31,29Being filled with all unrighteousness, fornication, wickedness, covetousness, maliciousness; full of envy, murder, debate, deceit, malignity; whisperers, 30Backbiters, haters of God, despiteful, proud, boasters, inventors of evil things, disobedient to parents, 31Without understanding, covenantbreakers, without natural affection, implacable, unmerciful: (Romans 1:29‑31) comparados con 2 Timoteo 3:2-5,2For men shall be lovers of their own selves, covetous, boasters, proud, blasphemers, disobedient to parents, unthankful, unholy, 3Without natural affection, trucebreakers, false accusers, incontinent, fierce, despisers of those that are good, 4Traitors, heady, highminded, lovers of pleasures more than lovers of God; 5Having a form of godliness, but denying the power thereof: from such turn away. (2 Timothy 3:2‑5) con la diferencia de una “apariencia de piedad”, mientras ellos negaban “el poder (o eficacia) de ella”. De los tales el siervo de Dios debe apartarse. Leemos, “teniendo la forma de la piedad, mas negando el poder de ella: apártate también de los tales” (2 Timoteo 3:55Having a form of godliness, but denying the power thereof: from such turn away. (2 Timothy 3:5) – VM).
Este era, entonces, el estado de la iglesia profesante que había sido establecida en la tierra como “columna y apoyo (base) de la verdad” (1 Timoteo 3:1515But if I tarry long, that thou mayest know how thou oughtest to behave thyself in the house of God, which is the church of the living God, the pillar and ground of the truth. (1 Timothy 3:15) – VM). Ella era ahora la esfera donde el error y el mal existían sin oposición.
Debemos preguntar ahora, ¿cuáles son los principios de Dios cuando la esfera establecida por Él llega a corromperse en cualquier momento en la tierra como este ante nosotros? Incluso podemos ver que estos principios eran Suyos antes que el mal entrara en la escena y que ellos son los principios verdaderos, inalterados por cualquier circunstancia que sobrevenga. Estos principios eran separación y anchura; ¡separación para Dios porque Él es santo; y anchura de corazón porque Él es misericordioso! Nosotros vemos esto en el paraíso antes que el hombre cayera. Él plantó un huerto en Edén y lo separó del resto de la escena para que el hombre habitara en él y lo guardase; sin embargo, de él fluían cuatro ríos para llevar sus bendiciones a los cuatro puntos cardinales de la tierra.
Cuando el mundo fue juzgado (el diluvio en tiempos de Noé), y poblado de nuevo, y fue dividido en naciones en Babel, Dios llamó a un hombre, Abram, a salir de él separándolo para Sí mismo porque Él era santo; y aun así, debido a que Él era misericordioso prometió que, “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:33And I will bless them that bless thee, and curse him that curseth thee: and in thee shall all families of the earth be blessed. (Genesis 12:3)). Así también fue en el caso de Israel; Él los sacó de Egipto para poder morar Él entre ellos, y Su palabra fue, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:22Speak unto all the congregation of the children of Israel, and say unto them, Ye shall be holy: for I the Lord your God am holy. (Leviticus 19:2)). Aun así ellos iban a ser el centro desde el cual la bendición emanaría hacia las naciones, las cuales podrían enterarse allí de que Él era Dios. “Dios es conocido en Judá; En Israel es grande su nombre” (Salmo 76:11<<To the chief Musician on Neginoth, A Psalm or Song of Asaph.>> In Judah is God known: his name is great in Israel. (Psalm 76:1)). En la iglesia de Dios, asimismo, los santos no eran del mundo, así como Él no era del mundo; sin embargo, el deseo que Él expresó fue que, “todos sean uno ... para que el mundo crea” (Juan 17). Estos ejemplos nos muestran los principios que deben guiar a los Suyos.
Nosotros vemos esto ilustrado en el día cuando Israel se corrompió y bajo Aarón hicieron el becerro de oro. Moisés había subido a la cima del Monte Sinaí para recibir la ley cuando el pueblo se rebeló contra Dios y regresó a la idolatría de la cual ellos habían sido redimidos. Moisés descendió con las tablas de la ley en sus manos y vio el becerro y las danzas; pero con la bienaventurada inteligencia de uno que estaba en espíritu con Dios él actúa de inmediato de una manera que salva la honra de Jehová y libra al pueblo (Éxodo 32; Deuteronomio 9). Si él hubiese mantenido las tablas de la ley fuera del campamento intactas él habría comprometido la autoridad de Jehová. Y si él hubiese entrado en el campamento con ellas el pueblo habría tenido que ser eliminado. De modo que él ¡rompió las tablas al pie del monte!
Entonces él regresa a Dios, después que la tribu de Leví hubo ejecutado la disciplina de Dios sobre sus hermanos obteniendo para ellos el lugar de tribu sacerdotal (Éxodo 32). Luego Moisés oró a Jehová para que perdonase al pueblo o le borrara a él del libro que Él había escrito. No, dijo Jehová, “Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro”. Moisés regresa entonces al desierto y mientras esperaba ver lo que Jehová haría y el pueblo se despojaba de sus atavíos delante del monte, Moisés tomó la tienda y la levantó lejos, fuera del campamento, y la llamó Tabernáculo de Reunión. “Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento” (Éxodo 33).
Aquí estuvo el momento más glorioso de toda su historia. El momento cuando él comprendió de tal manera a Dios y Su naturaleza santa que sin siquiera un mandamiento Suyo él hace lo que era apropiado para Él; y la columna de nube, emblema de Su presencia, descendía y Él hablaba a Moisés ¡como habla cualquiera a su compañero! Hubo aquí separación para Dios y sin embargo anchura de corazón para con Su pueblo y para la verdadera bendición de ellos.
Nosotros podríamos seguir el rastro a través de la Escritura de muchos ejemplos de este tipo que nos muestran que la separación para Él es la senda verdadera para los Suyos cuando aquello que Él había establecido en bendición había corrompido su camino en la tierra. Vemos eso en Israel separado de Egipto: Moisés separándose de Israel en el momento citado. El Nazareo Sansón separado de Israel cuando ellos estaban bajo el dominio de los Filisteos. Los hombres de David separados para él en su día de rechazo. Las instrucciones dadas a Jeremías para que se separase del pueblo para Jehová (Jeremías 15), para que él pudiese hablar por Jehová para separar lo precioso de lo vil. Así también la “señal” que debía ser puesta sobre los que gemían y clamaban a causa de las abominaciones en Jerusalén (Ezequiel 9).
El Bautista separando para Cristo el remanente arrepentido. La iglesia separada de las naciones en Pentecostés. Pablo separando a los discípulos de los demás (Hechos 19). Las instrucciones, “Salid de en medio de ellos y separaos, dice el Señor”, etc. (2 Corintios 6 – VM). Pero cuando pasamos a la Segunda Epístola a Timoteo, encontramos este principio aplicado a nuestra senda de la manera más sencilla y más sorprendente. El anciano apóstol se dirige a su propio hijo en la fe, con su corazón abrumado con el pecado en el cual el pueblo de Dios estaba ahora implicado; y aun así, animado en la frescura del coraje necesario para elevarlo a uno sobre todo ello, y dar el sentido de que Dios estaba por encima de todo el mal de alrededor.
A menudo se da el caso de que el alma se somete a tal grado bajo el poder y el sentido del mal que ella llega a ocuparse de él perdiendo así de vista a Dios. Este es un estado erróneo y dejarse llevar a él nunca dará el poder para superar el mal de ninguna manera. Forcejear con los males que hay en el mundo, o en el así llamado «mundo Cristiano», no es nuestra senda. Pero si bien estamos persuadidos acerca de la existencia y el poder de ellos, el corazón se puede volver a Dios y encontrar que Él y Sus modos de obrar son superiores al mal; y nosotros somos llamados a separarnos para Él.
Este carácter de cosas ocupa la mayor parte de la segunda epístola a Timoteo. El Espíritu de Dios reconoce que no hay que esperar ninguna recuperación eclesial para la iglesia de Dios como un todo; si bien siempre hay una recuperación individual por medio de la verdad. El apóstol había estado tratando la falsa enseñanza de Himeneo y Fileto y cosas por el estilo cuando él añade, “A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos y Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor” (2 Timoteo 2:1919Nevertheless the foundation of God standeth sure, having this seal, The Lord knoweth them that are his. And, Let every one that nameth the name of Christ depart from iniquity. (2 Timothy 2:19) – RVA). ¡Qué reconfortante es pensar que ninguna cantidad de corrupción ha destruido aquel sólido fundamento de Dios! Allí estaban las verdades eternas que nunca fueron alteradas aunque la casa de Dios se había agrandado a lo que él asemeja a una “casa grande”, con vasos de oro y de plata, de madera y de barro: algunos para honra, y otros para deshonra (2 Timoteo 2:2020But in a great house there are not only vessels of gold and of silver, but also of wood and of earth; and some to honor, and some to dishonor. (2 Timothy 2:20) – JND), no obstante lo dispersos que ellos están por los artilugios de los hombres y por las malas artes del enemigo dentro de esa esfera en que estaban los que eran de Cristo.
“Conoce el Señor a los que son suyos”, ¡decía una inscripción ¡del sello de Dios! El ojo del hombre no podría distinguir a los que son de Él, ni siquiera el ojo de la fe podría discernirlos. Ellos pueden ser como los siete mil cuyas rodillas no se habían doblado ante la imagen de Baal en el día de Elías a quienes el profeta nunca había descubierto. Sin embargo, Dios los conocía; ellos pudieron ser como los piadosos en el día cuando el corazón de Israel era tan duro como diamante, cuando Ezequiel profetizaba en vano; ellos eran conocidos por Aquel que conoce todos los corazones, y Él llama a los ejecutores del juicio en Jerusalén. — “Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella”, antes que el juicio que no permitía la piedad cayera sobre los demás (Ezequiel 9:44And the Lord said unto him, Go through the midst of the city, through the midst of Jerusalem, and set a mark upon the foreheads of the men that sigh and that cry for all the abominations that be done in the midst thereof. (Ezekiel 9:4)). Dios conocía en aquel día a los que eran Suyos; y Él los conoce ahora, tal como nuestro pasaje en 2 Timoteo 2:1919Nevertheless the foundation of God standeth sure, having this seal, The Lord knoweth them that are his. And, Let every one that nameth the name of Christ depart from iniquity. (2 Timothy 2:19) testifica. Este es el privilegio de todos los que pertenecen a Él.
Pero el apóstol se vuelve ahora al reverso del sello y lee la segunda inscripción, “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor” (2 Timoteo 2:1919Nevertheless the foundation of God standeth sure, having this seal, The Lord knoweth them that are his. And, Let every one that nameth the name of Christ depart from iniquity. (2 Timothy 2:19) – RVA). Aquí está, entonces, la forma en que yo puedo ver a aquellos ocultos que son del Señor; ellos deben estar separados del mal para Él. ¡Un paso sencillo pero exhaustivo! Que el mal sea moral, doctrinal, intelectual, o religioso, la senda es la misma —a saber, apartarse de iniquidad es la responsabilidad del santo que menciona en nombre del Señor—. Puede haber allí vasos para honra y vasos para deshonra —preciosos y viles—. Puede ser que los Himeneos y Filetos tengan que ser condenados, pero el alma fiel debe ‘limpiarse’ ella misma de ellos, para poder ser “un vaso para honra, santificado [o. separado], útil al Amo, y preparado para toda obra buena”. Leemos, “Pero en una casa grande, hay no solamente vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro: y algunos son para honra, y otros para deshonra. Si pues alguno se habrá limpiado de éstos, separándose él mismo de ellos, será un vaso para honra, santificado, útil al Amo, y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 2:20-2120But in a great house there are not only vessels of gold and of silver, but also of wood and of earth; and some to honor, and some to dishonor. 21If a man therefore purge himself from these, he shall be a vessel unto honor, sanctified, and meet for the master's use, and prepared unto every good work. (2 Timothy 2:20‑21) – JND).
Permitan ustedes que yo comente en cuanto al verbo ‘limpiar’. Este verbo es encontrado sólo dos veces en el idioma original de las Escrituras del Nuevo Testamento. El primer lugar que encontramos es 1 Corintios 5:77Purge out therefore the old leaven, that ye may be a new lump, as ye are unleavened. For even Christ our passover is sacrificed for us: (1 Corinthians 5:7) donde leemos, “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. Esto señalaba la responsabilidad de toda la iglesia de Dios, establecida en la tierra como una “masa, sin levadura”. Ella debía mantener su lugar en esto, y ‘limpiarse’ de todo lo que tuviese el sabor de la vieja levadura, es decir, el mal que se estaba infiltrando en Corinto en aquel momento, tal como nos muestra este capítulo. Pero ella, como un todo, no hizo esto. La iglesia pronto se volvió indiferente al mal el cual pronto ¡lamentablemente! llegó a ser la característica de ella, y no la debida santidad para con Cristo. Ahora viene el segundo uso del verbo ‘limpiar’. El individuo, encontrándose él mismo en medio de una “casa grande” llena de vasos para honra y vasos para deshonra debía limpiarse él mismo de estos vasos para deshonra, separándose de ellos, así como de todo esto que deshonraba al Señor, para ser un vaso para honra para uso del Amo.
Pero cuando un alma ha dado este paso ello podría engendrar un espíritu Farisaico en él al estar así apartado a causa del Señor y por tanto tenemos a continuación, “sigue tras la justicia, la fe, el amor, la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor” (2 Timoteo 2:2222Flee also youthful lusts: but follow righteousness, faith, charity, peace, with them that call on the Lord out of a pure heart. (2 Timothy 2:22) – JND). Él encontraría a otros que les había sido dado gracia, al igual que él, para estar separados para el Señor, y él debía andar con los tales en santidad de conducta y con corazón puro igualmente.
Pero esta separación para el Señor tiene, hasta ahora, solamente un carácter negativo. Pero esta es la responsabilidad de la “casa de Dios”, que ha llegado a ser ahora como una “casa grande” alrededor de él. Por consiguiente, nosotros queremos algo más; necesitamos un terreno de acción positivo para nuestras almas en medio de la escena. Entra aquí, entonces, la verdad inmutable de la unidad del cuerpo de Cristo, del cual el santo es un miembro. Este cuerpo permanece en la tierra en medio de la Cristiandad. Es dentro de esta esfera que el Espíritu Santo mantiene el cuerpo de Cristo en inquebrantable unidad.
Es verdad que exteriormente este cuerpo está quebrantado en fragmentos para nuestra vista y que los miembros de ese cuerpo están dispersos en cada sección (o denominación) de la iglesia profesante; y es también verdad que es completamente imposible restaurarlo a su estado original, que ninguna habilidad o poder puede jamás rectificarlo (todo esto es muy cierto); pero, por otra parte, yo soy siempre responsable de rectificar mi senda y volver a estar en la posición u orden apropiados, ante todo para con Dios. Yo soy un miembro de Cristo y he sido separado del mal; pues bien, yo no soy el único a quien Dios ha llamado a actuar así para Él porque Él es santo. Yo también encuentro a otros, nos reunimos como Sus miembros para adorar al Padre, para recordar a nuestro Señor; pero es como miembros de Cristo y actuando en la verdad de aquel cuerpo del cual somos miembros —podemos estar juntos— ¡y en ningún otro terreno! (Quiero decir, ningún otro terreno conforme a Dios). Nosotros estamos así en una amplitud de verdad que abarca a ¡cada miembro de Cristo que está sobre la faz de la tierra!
Esto es procurar “con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:33Endeavoring to keep the unity of the Spirit in the bond of peace. (Ephesians 4:3) – RVA). Nosotros no podemos guardar ni romper la unidad del cuerpo —eso es guardado intacto por el Espíritu a pesar de cada fracaso del hombre—. Pero nosotros somos llamados a procurar “con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Entonces, ¿qué es esta unidad? Es el poder y el principio mediante el cual los santos pueden andar juntos en sus apropiadas relaciones en el cuerpo y como miembros de Cristo. Ello puede implicar mi separación de un miembro debido a que él está unido en la práctica o religiosamente a aquello que no resistirá la prueba de la palabra de Dios. Ello puede llamarme a andar con otro que está andando en piedad y en su verdad. Yo puedo encontrar un alma fiel que ve la verdad hasta cierto punto, pero no más allá; yo puedo disfrutar con él de todo lo que él disfruta en la unidad del Espíritu. Suponga usted que una nueva luz llega a su alma y que él la rechaza, ¡entonces nos separamos! Yo nunca debo debilitar la senda en la que he sido llamado a andar transigiendo con él acerca de la verdad. Todo esto involucra al cuerpo de Cristo; es el terreno de acción porque el Espíritu de Dios lo mantiene.
Asimismo, esta unidad excluye por completo la individualidad. Nadie puede asumir un lugar aislado. Si el santo es llamado a estar solo en alguna localidad debido a la palabra de Dios, ello lo coloca en comunión y en terreno común, en todo el mundo, en otras localidades, con todos los que están andando en una verdad tal. Excluye también la individualidad cuando estando junto con otros uno podría ser tentado a actuar en independencia de los demás miembros de Cristo para actuar por sí mismo, no en comunión con el resto. Ello nos arranca, también, de todo sistema del hombre. Pero nos mantiene en esa unidad que es ¡conforme a Dios!
Ahora bien, aquí está el fundamento divino y positivo bajo nuestros pies en este día de ruina. Esta no es meramente una senda negativa. Ella es bastante amplia para todos porque abarca a todos en su amplitud, ya sea que ellos estén allí, o no. Ella excluye el mal de en medio de ella, como es conocido y aceptado; admitir el mal causaría que ello deje de ser la unidad del Espíritu. Ella no es meramente la unidad (o, unión) de Cristianos —lo cual es el esfuerzo de muchos por lograr a menudo el rechazo de la verdad del cuerpo de Cristo—. Cuán a menudo nosotros vemos el esfuerzo para estar juntos aparte de su verdad, meramente como creyentes en el Señor. Los hombres pueden hacer muchas unidades y unir el nombre de Cristo a ellas, y llamar a eso la iglesia. Dios une la unidad a Cristo, ¡no Cristo a la unidad! Por tanto, ella debe ser verdadera en naturaleza a Él cuyo cuerpo ella es; ella debe ser, de manera práctica, santa y verdadera (Apocalipsis 3:77And to the angel of the church in Philadelphia write; These things saith he that is holy, he that is true, he that hath the key of David, he that openeth, and no man shutteth; and shutteth, and no man openeth; (Revelation 3:7)).
Puede sobrevenir la prueba y el enemigo puede procurar estropear este esfuerzo de los fieles para actuar para Dios. Puede ser que también se deba recurrir a la disciplina para mantener fieles y correctamente a los que han sido así reunidos. Cuando esto es así la acción tomada en un lugar en el Espíritu y en obediencia a la Palabra gobierna todas las demás, donde el pueblo de Dios en otra parte está actuando así en la verdad. Estando la mesa del Señor puesta como aquello en lo cual nosotros reconocemos la unidad del cuerpo de Cristo (1 Corintios 10:16-1716The cup of blessing which we bless, is it not the communion of the blood of Christ? The bread which we break, is it not the communion of the body of Christ? 17For we being many are one bread, and one body: for we are all partakers of that one bread. (1 Corinthians 10:16‑17)), ella está en medio de aquellos que han sido reunidos al nombre de Cristo (Mateo 18:2020For where two or three are gathered together in my name, there am I in the midst of them. (Matthew 18:20)). Uno que está a esa mesa en comunión en una parte del mundo, como con los que están procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu, está en comunión con todos, dondequiera que ellos se puedan encontrar. Uno que deja de estar en comunión en un lugar, deja de estar en comunión en todos los lugares. Por lo tanto, la individualidad es imposible aparte de la unidad; o la unidad a partir de la individualidad.
Es solamente en la iglesia de Dios, o en su principio, que hemos mantenido ambas cosas. En el catolicismo romano nosotros vemos unidad, pero no individualidad; en otras sectas vemos individualidad, pero no unidad. En la unidad del Espíritu tenemos ambas cosas, y sólo allí.
Entonces el clamor de los demás es, «Ustedes quieren que nosotros vayamos a ustedes y oigamos la verdad; ¿por qué no vienen ustedes a nosotros?». La pregunta es muy natural pero la respuesta es evidente: a saber, «nosotros nunca podemos corregir el mal mezclándonos con él; nosotros deseamos la bendición de ustedes; deseamos que ustedes que no están con nosotros puedan actuar de acuerdo con lo que ustedes son, como miembros de Cristo por medio de un solo Espíritu, y con nosotros en ¡la única posición divina en la tierra! Si la conciencia de ustedes se sometiera a la verdad ustedes serían los primeros en culparnos por haberla debilitado o falsificado mezclándola con el error para ganar a otros para que estén con nosotros». Si usted es un miembro de Cristo (nosotros asumimos que usted anda en rectitud de alma delante de Dios), su derecho es evidente para estar a la mesa del Señor con nosotros. No osamos pedir otros términos para que usted esté en su lugar verdadero. Yo He oído que otros han dicho que nosotros esperamos más, como promesas rigurosas, que usted no irá a ninguna otra reunión de cristianos, y cosas por el estilo. Esto sería poco inteligente en nosotros de la manera más categórica; nosotros estaríamos haciendo que la membresía de Cristo y la santidad al caminar sean más que su derecho al lugar que es suyo.
El hecho de que ustedes vengan para ayudarnos a ser fieles al Señor debería recibir una calurosa bienvenida de parte de nosotros en Su nombre. No sospechemos de ningún otro motivo en los que vienen más que nuestro propio deseo, por medio de la gracia, de hacer lo mismo. A menudo yo he visto venir almas con toda sencillez las cuales se espantarían si se las colocara bajo una condición; pues cuando ellas vinieron encontraron allí Su presencia, ¡y nunca más se marcharon! Un alma que se encuentra con Cristo probablemente no procuraría deambular de nuevo por otras sendas, aunque esta pueda ser una senda de vituperio “fuera del campamento” con Él.
Para concluir, una palabra ahora en cuanto al lugar de aquellos que están juntos en la verdad en estos postreros días. Algunas veces nosotros oímos que ellos son “un testimonio”. Yo pregunto, ¿un testimonio de qué? Y yo respondo por todos, Nosotros somos un testimonio del estado actual de la iglesia de Dios, no de lo que ella fue una vez, sino de lo que ella es ahora. Pero suponga usted que nosotros somos así realmente un testimonio de su fracaso, esto implica mucho más de lo que pensaríamos a primera vista. En un caso tal nosotros debemos ser tan verdaderos en cuanto a principio y en cuanto a práctica ¡como aquello que ha fracasado! Aunque es sólo un fragmento del todo, este debe ser un fragmento verdadero. Esto nos mantendrá siempre humildes a nuestros propios ojos y como siendo nada a la vista de los demás. Por tanto, mientras nosotros seamos un testimonio de este carácter, ¡por gracia nunca fracasaremos! Sólo el Señor será nuestra fortaleza y nuestro sostén en días de ruina y de los tiempos peligrosos de los postreros días.
En la gran esfera de la profesión de cristianismo en la tierra —es decir, la iglesia responsable, o “casa de Dios”, donde este mismo y solo Espíritu mora y opera— existe una corriente divina en la cual los creyentes se encontrarán. En uno de los grandes lagos, o mares interiores de Suiza, nosotros encontramos lo que ilustrará lo que deseo dar a entender. Uno de los grandes ríos europeos desemboca en este mar interior en uno de sus extremos y sale por el otro; pero se da el caso de que es fácil seguir la corriente del río a través del vasto cuerpo de agua. Están, también, como algo natural, los remolinos, y el agua remansada donde la corriente es lenta o nula, la cual está cerca de la corriente, y el agua muerta (el fenómeno que hace que los barcos pierdan velocidad), afuera de su influencia. Así es en la casa profesante. Están aquellos que se encuentran en la corriente del Espíritu dentro del gran cuerpo profesante; hay otros cuya posición estaría cerca de ella aunque no en el caudal; sino, por así decirlo, en los remolinos que están cerca. Hay otros que se han desviado y han sido arrastrados al agua remansada y parecen no recuperarse nunca. Hay también otros, que se encuentran en el agua muerta, fuera del alcance del caudal, o incluso de su influencia.
Por lo tanto, es conveniente que cada uno se pregunte realmente: «¿Dónde estoy yo?» «¿Soy yo como una astilla, o una hoja marchita, estoy en los remolinos, o en el agua remansada, o en la corriente?». Si estamos en lo último somos llevados en esa única senda en la frescura y en la energía de un solo Espíritu de Dios, en la verdad de aquel un solo cuerpo de Cristo del cual somos miembros vivos; fieles a Aquel que nos ama, pero sin voluntad propia y obedientes en Sus manos, el cual puede usar para Su propia gloria y para bendición de los demás al más débil de los vasos, si él está en la corriente de Su Espíritu, en la verdad.