Otro desarrollo público que merece mención fue la formación del Ejército de Salvación en 1878 por William Booth. Éste fue un poderoso movimiento evangélico que tenía la intención de recuperar a borrachos y a otros, inmersos en los vicios del siglo, mediante la ferviente predicación del simple evangelio. En tanto que el movimiento estuvo sustentado por la fe en Dios y por la adhesión a sus motivos originales, tuvo gran éxito. La idea del fundador era la de revestir a cada convertido con un uniforme que lo marcara públicamente como discípulo de Cristo. Esto frecuentemente llevó a acerbas persecuciones contra los convertidos, pero era ocasión de un testimonio vivo del poder del evangelio. Con el paso del tiempo se desvaneció el fervor evangelístico, y el movimiento se hundió al nivel de una organización de auxilio social, gobernado por líderes designados bajo el criterio de su capacidad organizativa.