Introducción

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Apocalipsis (o La Revelación) es el único libro del Nuevo Testamento totalmente consagrado a la profecía. En los tiempos del Antiguo Testamento hubo muchos profetas que advirtieron al pueblo de Dios y a las naciones acerca de los juicios venideros sobre los malvados, y que predijeron la bendición final para el mundo bajo el glorioso reinado de Cristo. Estas profecías, sin embargo, quedaron confinadas a la tierra y limitadas en el tiempo. En contraste con estas profecías de la antigüedad, Apocalipsis no sólo nos presenta el futuro curso de acontecimientos en el tiempo, sino que además levanta el velo para que podamos mirar a la eternidad, y aprender las bendiciones que esperan al pueblo de Dios en el estado eterno.
Al leer Apocalipsis, como desde luego en el caso de otras partes de la Palabra, haremos bien en recordar que una gran diferencia entre los escritos de los hombres y la palabra de Dios reside en el hecho de que todo lo que Dios ha registrado, tanto si es historia como si es profecía, tiene un propósito moral. Por esta razón, se omiten totalmente detalles que los hombres habrían registrado con sumo cuidado, mientras que se registran muchos incidentes que habrían sido pasados por alto por los hombres.
Al tratar de aprovechar este maravilloso desvelamiento del futuro, hemos de cuidarnos, por tanto, al leer este libro, que no busquemos satisfacer el amor natural a penetrar en el futuro, sino más bien buscar que este maravilloso y escrutador desvelamiento del futuro tenga un efecto moral sobre nuestras vidas en el presente.
Además, al leer la Escritura hemos de guardarnos en contra del peligro de sacar deducciones para saber detalles de la existencia futura acerca de los que la Escritura no nos da referencia directa. Recordemos, como ya se ha observado en muchas ocasiones, que en el instante en que comenzamos a sacar deducciones de la Escritura abrimos la puerta a todas las imaginaciones de la mente humana.
No podemos dejar de ser conscientes de cuán apropiado es Apocalipsis como el último libro de la Biblia, porque mediante él se nos deja ver el resultado totalmente desarrollado de la iniquidad de todas las edades. Vemos todo el mal de la iglesia profesante, de Israel y de las naciones obrando en la terrible culminación de rebelión y apostasía, y recibiendo su final condenación en un juicio abrumador. Vemos el poder del diablo quebrantado para siempre, y a la muerte y al hades echados al lago de fuego.
Además, se nos permite mirar más allá, al juicio final de todo mal, y ver el cumplimiento de todos los propósitos del corazón de Dios, la manifestación de la gloria de Cristo y la consumación de la bendición eterna de Su pueblo.
¡Cuán bueno es entonces humildemente buscar «leer», «oír» y «guardar» todas las palabras de esta profecía, porque está cercano el tiempo en que todo se cumplirá (1:3). El abrigar de manera celosa estas comunicaciones tendrá como efecto mantener una separación moral de este mundo condenado al juicio, mientras andamos a la luz del glorioso mundo venidero con todas las bendiciones del estado eterno.