J. H. Smith
(continuación del número anterior)
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas” (versículos 17-18). El Señor Jesús fue el único hombre que cumplió la ley. Todos los demás la hemos quebrantado. Además, la sentencia de la ley pronunciada sobre el pecado fue la muerte, y ejecutada —no en nosotros los que hemos creído en Cristo, sino— en nuestro bendito Sustituto. Cristo no sólo cumplió con la ley, magnificándola, sino también murió bajo su sentencia, la pena de muerte, para que la sentencia no fuese ejecutada en nosotros, los culpables. ¡Oh qué gracia infinita, qué amor incomparable!
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio” (versículo 21). Eso fue el castigo justo decretado por la ley para el homicida. Pero el Señor Jesús agregó: “Mas Yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio” (versículo 22). Eso nos da a entender que la ley es espiritual y no juzga sólo los hechos, sino las intenciones del corazón.
“Oísteis que fue dicho: No adulterarás; mas Yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (versículo 29). Otra vez el Señor expresó la aplicación espiritual de la ley a “los pensamientos e intenciones del corazón” (Hebreos 4:1212For the word of God is quick, and powerful, and sharper than any twoedged sword, piercing even to the dividing asunder of soul and spirit, and of the joints and marrow, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart. (Hebrews 4:12)), y el propósito por el cual la ley fue impuesta tenemos en Romanos 3:19: “para que toda boca se tape, y que todo el mundo se sujete a Dios”.
La reconciliación fraterna: “Si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente” (versículos 23-24). Nuestro Padre Dios es “Dios de paz” y Dios perdonador. Quiere, por lo tanto, que seamos “imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:11Be ye therefore followers of God, as dear children; (Ephesians 5:1)).
El divorcio: “Fue dicho: Cualquiera que repudiare a su mujer, dele carta de divorcio: mas Yo os digo, que el que repudiare a su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio” (versículos 31-32). “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres: mas al principio no fue así” (Mateo 19:88He saith unto them, Moses because of the hardness of your hearts suffered you to put away your wives: but from the beginning it was not so. (Matthew 19:8)). Un cristiano no va a repudiar a su esposa virtuosa, y aun cuando ella haya sido una vez infiel, él tiene el derecho divino de perdonarla, como también Dios le perdonó en Cristo (compárese Efesios 4:3232And be ye kind one to another, tenderhearted, forgiving one another, even as God for Christ's sake hath forgiven you. (Ephesians 4:32)).
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente. Mas Yo os digo: No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra” (versículos 38-39). Se requiere mucho de la gracia de Dios para cumplir con este mandamiento del Señor Jesús.
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Mas Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen: para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que Su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos” (versículos 43-45). En los versículos 38 y 39, la debida actitud del cristiano es pasiva; pero en estos versículos posteriores se ve que la debida actitud del cristiano es también activa, volviendo el bien por el mal.
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (versículo 48). Esta perfección consiste en manifestar el amor y la gracia de Dios hacia otros, aun hasta el enemigo más acérrimo.
(seguirá, Dios mediante)