Un lugar preparado para el arca
Se hace casas en Jerusalén, y prepara un lugar para el arca de Dios, montando una tienda para ella.
Advertido por la calamidad1 que su negligencia había traído sobre Uza, la primera vez que emprendió a traer de vuelta el arca, David ahora reúne, no sólo a todo Israel junto, sino también a los levitas y a los hijos de Aarón. Esto da ocasión al establecimiento de todo el orden de servicio levítico tal como había sido designado por David, y de la relación entre el sacerdocio y la realeza; es decir, que el primero está subordinado al segundo, siendo el rey el ungido de Jehová, aunque el servicio del santuario pertenecía al sacerdocio.
(1. Debe observarse que, aunque esto tuvo su origen en el olvido culpable de David, sin embargo, dio ocasión por gracia a que se le pusiera en su verdadera posición para la regulación y el nombramiento de todo lo que concernía al servicio de los levitas. Siempre es así con respecto a la fe, porque los propósitos de Dios se cumplen a favor de ella. El hombre en su celo puede apartarse de la voluntad de Dios, y Dios lo castigará, pero sólo para llevarlo a más honor, poniéndolo más completamente en la posición que Dios se ha propuesto, y en la comprensión de Sus caminos, según los cuales Él magnificará a Su siervo.)
El arca trajo con alegría y canto a Sion
Como cabeza, David ordena todo y nombra la salmodia para el servicio de Dios. Luego, con la ayuda de Dios, el arca es llevada de la casa de Obed-edom a la tienda preparada para ella en Sión, con ofrendas a Dios que ayudó a los levitas con su poder, y con alegría y canciones de triunfo. David mismo, vestido con una túnica de lino fino y un efod, baila y juega ante el arca de Jehová que subía a Su lugar en Sión. Esta acción, ininteligible para el incrédulo Mical, para quien el comportamiento del rey también era ininteligible, era de gran importancia. Identificaba el poder real en Sion (es decir, el poder real de Cristo, como libertador en gracia) con la señal del pacto de Jehová con Israel, una señal establecida allí en gracia, cuando Israel ya había fallado completamente bajo la ley, e incluso después de su rechazo de Dios como su Rey.
El altar y el arca
El sacerdocio aarónico no era capaz de mantener la relación del pueblo con su Dios, y en consecuencia el orden externo había fracasado por completo. El altar en el que los sacerdotes debían sacrificar estaba en otro lugar (en Gabaón), y no antes de la tienda que contenía el arca. Y el arca, que era la señal del pacto y del trono de Jehová, estaba a cierta distancia del altar en el que los sacerdotes ministraban.
El pacto de Jehová conectado con el poder real
El pacto de Jehová está relacionado con el poder real, y el de Sión, el lugar que Él había escogido para Su descanso. David mismo asume algo del carácter de Melquisedec, pero sólo en testimonio y por anticipación (cap. 16:1-3). En estos versículos los sacerdotes no aparecen.
Para comprender más claramente la importancia de la remoción del arca a Sión, será bueno considerar el Salmo 78:60-72 y el Salmo 132, y comparar el versículo 8 de este último con lo que Moisés dijo durante el viaje de Israel en el desierto (Núm. 10:35-36). Es interesante ver que cada petición en la primera parte del Salmo 132 es excedida por su cumplimiento al final.
El arca en Sion y el tabernáculo en Gabaón
La circunstancia de que el arca no fuera llevada al tabernáculo de Gabaón también fue de profundo significado. Estaba juzgando completamente todo el sistema conectado con este tabernáculo. El tabernáculo todavía estaba en existencia, así como el altar, y los sacerdotes ofrecían sacrificios allí; pero el arca del pacto de Jehová le había sido quitada. El rey se deshizo de este último por su autoridad, colocándolo en otro lugar. Desde la ruina de Silo, este juicio había continuado como un castigo ejecutado por el enemigo; pero, ahora que Dios interviene por medio de David y actúa con poder, este poder coloca la señal visible de su pacto con su pueblo en otra parte. El poder real se establece en Jerusalén, y la señal del pacto de Dios es quitada del tabernáculo de la congregación para ser colocada en el Monte Sión, la sede del poder real.
Cuando el pueblo iba a viajar, Moisés dijo1: “Levántate, Jehová, y dispersa a tus enemigos, y huyan delante de ti los que te aborrecen”. Fue entonces cuando el arca fue delante de ellos para buscar un lugar de descanso para ellos. Cuando descansó, dijo: “Volve, oh Jehová, a los diez mil miles de Israel”. Pero, cuando Dios hasta cierto punto había dado descanso a Israel, no sabían cómo disfrutarlo. Sacaron el arca de su lugar para llevarla al campamento de Israel, cuando fueron derrotados a causa de su infidelidad por sus enemigos; Pero este no era ahora el lugar para el arca. Ni una ni la otra de las expresiones de Moisés eran adecuadas para este traslado del arca al centro del campamento. El arca fue tomada y, como hemos visto en otros lugares, Icabod fue pronunciado sobre el pueblo.2 Pero la fidelidad de Dios es permanecer; y, ahora que Él se ha interpuesto en gracia y poder, y que el trono está establecido como el vaso de este poder y gracia, se da otra palabra: “Levántate, oh Jehová, en tu reposo, tú y el arca de tu fuerza” (Sal. 132:8). Israel, el campamento y el sacerdocio ya no eran el reposo de Dios.
(1. Así, en el desierto, fue Israel viajando, quien buscaba su descanso, quien iba a encontrar enemigos en su camino, y cuya fe reconoció a estos enemigos como los enemigos de Jehová; o Israel rodeando cuidadosamente la señal de la presencia de su Dios, cuando dio un descanso temporal a Su pueblo.)
(2. Expresado en estas palabras, Él ha “entregado su fuerza en cautiverio, y su gloria en la mano del enemigo” (Sal. 78).)