Capítulo 28

Habiendo registrado esta predicción de la reunión de un remanente que adoraría allí al Señor desde tierras de aflicción en Jerusalén, el profeta volvió de nuevo a la denuncia del estado existente del pueblo. Y primero Efraín, es decir, las diez tribus, vinieron delante de él (versículos 1-13). Fueron envilecidos como borrachos y, sin embargo, llevaban el orgullo como una corona. Contra ellos el Señor traería “uno fuerte y fuerte”, como una tormenta o inundación devastadora, sin duda el ejército asirio.
Sin embargo, aun así, se debe encontrar un “residuo de su pueblo” que no debe tener una corona de orgullo, sino una corona de gloria, en el Señor mismo. Aunque la masa del pueblo haya “errado por el vino” y “tropiece en el juicio”, estos deberían ser como niños pequeños, que aprenden poco a poco, paso a paso.
El profeta continúa mostrando que, aunque Dios pudiera condescender a tratar de esta manera sencilla con la masa del pueblo, incluso usando “labios tartamudos y otra lengua”, sin embargo, ellos se niegan a escuchar y son quebrantados. El apóstol Pablo se refiere a este pasaje en 1 Corintios 14:21-22, para mostrar que las lenguas son una señal para los incrédulos más que para los creyentes.
Luego, en el versículo 14, el mensaje profético pasa de Efraín a los hombres despreciativos que gobernaban las dos tribus desde Jerusalén. Habían hecho convenios y formado alianzas y, por lo tanto, se sentían independientes de Dios. Su alianza con algún poder o potencias mundanas (Egipto probablemente) era en realidad un acuerdo con la muerte y el infierno. Todo era falsedad y no se sostendría. Lo que permanecería sería la propia obra de Dios que se llevaría a cabo en el Mesías venidero.
El versículo 16 es citado por el apóstol Pedro en su primera epístola (2:6) y Pablo alude a él en Romanos 10:11. El anciano Jacob, al morir, aludió a Cristo como “la piedra de Israel” (Génesis 49:24) y aquí también se le ve en relación con Israel. En Pedro descubrimos que lo que será verdad para ellos en el día venidero tiene una aplicación para nosotros hoy. El Cristo fue ciertamente probado en su primer advenimiento, y revelado como el fundamento seguro, y aunque todavía no se ha manifestado como la piedra angular, su preciosidad es la porción de los que creen, como nos dice Pedro. Por lo tanto, no nos “apresuraremos” en alarma o confusión. La traducción de esta palabra en el Nuevo Testamento es “avergonzado” y “confundido”. Nótese también que esta maravillosa Piedra está colocada en Sión, la cual es simbólica de Dios actuando en Su misericordia.
Pero mientras que la misericordia trae un fundamento sólido en bendición para el creyente, implica juicio para el incrédulo, como lo muestran los versículos siguientes. “Pondré juicio por línea, y justicia por plomada” (Nueva Traducción), y esto resulta en que el granizo del juicio de Dios barre los refugios de la mentira y los pactos con la muerte que los hombres hacen. Esto sucedió para Israel poco después de los días de Isaías, y sucederá a escala mundial al final de esta era, aunque el juicio sea declarado como la “obra extraña” de Dios (versículo 21).
Los últimos versículos de nuestro capítulo hablan así de los juicios implacables de Dios, descritos como “una consunción, aun determinada sobre toda la tierra”, de modo que no deben limitarse a Israel. Esto muestra, en efecto, que el fin de la era está principalmente a la vista, y la figura usada en los versículos 23-29 indica que la cosecha del juicio que ha de ser cosechada es el resultado del arado y la siembra que la ha precedido por parte del hombre.
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