CAPÍTULO CUARTO

 
Una quinta visión sigue en el capítulo 4, que indica, tal como la entendemos, otra cosa necesaria para que la bendición completa, revelada al profeta, se establezca con seguridad; es decir, la energía del Espíritu de Dios. Al profeta se le mostró un candelabro de oro provisto de aceite, a la manera del candelabro que había estado en el tabernáculo y en el templo. Al confesar su ignorancia en cuanto al significado de esta visión, fue instruido en cuanto a su aplicación actual. Esta vez la visión no se refería a Josué, el líder religioso, sino a Zorobabel, el líder civil del pueblo, quien podría verse tentado a recurrir a cosas puramente humanas para lograr lo que él creía que sería correcto. Se le instruye que su recurso no residía en el “poder” o la fuerza armada; ni en “poder” o autoridad, derivada de los hombres, sino en el Espíritu del Señor de los ejércitos. Los obstáculos, como una gran montaña, podrían levantarse ante él, pero todos serían nivelados y la “lápida” sería levantada con regocijo, y el clamor de: “Gracia, Gracia”.
Los versículos 8-10 muestran la aplicación de todo esto a la tarea inmediata que tenía ante Zorobabel. Confiando no en la fuerza o el poder humanos, sino en Dios, estaría capacitado para terminar la obra de reconstruir la casa. Era, comparado con los días de Salomón, un día de cosas pequeñas, pero no despreciable por eso. En el versículo 10 la lectura marginal es la mejor. Los siete ojos del Señor, vistos en el capítulo anterior, “sobre una piedra”, se regocijarán, ya que corren de un lado a otro por toda la tierra, y todo es observado por ellos.
Es claro, pues, que Dios dio aliento por medio del profeta y en relación con los dos líderes del pueblo. Las dos cosas que se necesitaban eran la purificación, como se vio con Josué, y el poder espiritual, como se le mostró a Zorobabel. Y en todo esto hay una indicación de cómo Dios traerá la bendición final al final de la era.
El profeta plantea ahora una pregunta sobre el significado de los dos olivos que suministraron el aceite al candelabro de oro; el mismo petróleo del que se habla como “el oro”. La respuesta fue que representaban a los dos “ungidos” o “hijos de aceite” que están delante de “Jehová de toda la tierra”. En Israel el sumo sacerdote fue ungido, y también el rey David, por ejemplo, en 1 Samuel 16. En ese momento, Josué representaba la línea sacerdotal, y Zorobabel, la línea real, aunque él mismo no era rey. La gracia y el poder de Dios habían de fluir a través de ellos en ese momento, en su medida. En toda su extensión fluirá a través de Cristo, cuando Él se sentará como sacerdote en Su trono real, como nos dirá el capítulo seis. Entonces quedará perfectamente claro que todo se alcanza sobre la base de la gracia, y no de la observancia de la ley. Comparado con el Nuevo Testamento, el Antiguo tiene muy poco que decirnos acerca de la gracia de Dios; Pero aquí lo tenemos enfatizado. “Gracia, gracia” será el grito cuando todo esté establecido en el Mesías, ungido como Sacerdote y Rey.