Capítulo Siete Segunda Mitad

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—¡Tío Filina! ¿Ya regresó de la ciudad?—sonó una voz del claro donde él había llegado para mirar el rebaño. Palko corrió a encontrarlo. En la mano llevaba una canasta llena de champiñones bonitos.
—Yo no estuve en la ciudad, Palko; ¿pero qué estás haciendo aquí?—Filina se animó con la presencia de Palko y se sentó en un palo viejo ya cubierto de musgo. El niño gozosamente se tiró para abajo en las almohadas espesas de musgo.
-Yo llevé una carta a Esteban que el hijo del guardabosque trajo para él de su madre. Lo animo muchísimo. Ella había estado enferma, pero ahora ella misma le escribió una carta. ¡Gracias a Dios!
-Me alegro mucho de eso; ella es una buena mujer. Y el hijo que no tiene madre no tiene hogar en ninguna parte—dijo Filina—. ¿Dónde encontraste estos champiñones?
-Son bonitos, ¿verdad que sí? Bueno, yo por casualidad los vi. José dijo que cocinaría el guisado para la cena. Van a agregar un buen sabor.
-Sí. Escoge los mejores y llévalos a las Señoras esta tarde, en tu cabaña. Tal vez les gustarán.
—¿Realmente debo ir para traer a la Señora? ¿No será demasiado lejos para ella todavía?—pensativamente preguntó el niño.
-Creo que no, pero tienes que ir despacio.
-Pero ella todavía esta tan débil, Tío.
-Yo lo sé; yo acabo de salir de allí.
—¿De veras? ¿Usted la vio? ¿Y acaba de venir de allí? ¿Pasó por allí en su camino desde la aldea?
Bach se quedó silencioso por un momento como que estuviera decidiendo algo. Luego fijó los ojos de águila en la cara del niño.—Palko, te voy a decir algo. Que Dios conceda que tú me ayudes en una cosa muy difícil.
-Me gustaría ayudarle, Tío. Solo dígame.
-El dueño de estos rediles es el padre de Ondreco. Tú lo sabes; ¿verdad que sí?
-Sí, lo sé.
-Y la bonita Señora allí, es su madre.
-¡Qué dijo!—Palko brincó de una vez y se sentó otra vez—. Pero ¿cómo es que no están juntas, y que Ondreco no está con ellos?
—Se habían separado, y él tomó a otra mujer hace muchos años.
—¿Y será que el Señor Jesús permitió eso? Me parece que Él dijo "No debe ser así".
-Tú sabes, Palko, que el mundo hace muchas cosas que el Señor Dios prohíbe, incluso esta cosa. Yo sé que es pecado, pero ya se ha hecho y no se puede cambiar ahora. La Señora, antes que De Gemer la tomó era una cantora famosa en América. Ella debe de haber sido muy hermosa porque todavía lo es hasta hoy. El la trajo a Europa a su familia. Su familia se desagradó de el porque la Señora no era de nacimiento noble. No la trataron bien, y él no lo respaldó como hubiera sido su deber. Porque según yo lo conozco, él no es la clase de hombre para proteger a su esposa contra todo el mundo. También puede ser que él ya se ha arrepentido, de que se cerrara de todo el mundo a causa de ella, mientras que por la otra mano, se le ofrecieron muchas mujeres nobles.
Hubo silencio en las montañas. Bach miró al niño quien estaba en pensamiento profundo. —¿Se lo vas a decir, Palko?
—Sí, Tío. Pero primero tengo que pedir ayuda al Señor Jesús, porque no es una cosa pequeña. Es bueno que Ondreco ya sea un cordero de Dios. El hasta va a ayudar a su madre a encontrar al Señor Jesucristo. Si, vamos a hacer esa parte. Pero, Tío Filina, ¿cuándo me va a decir que usted lo ha recibido, y que usted pertenece a Él?—La pregunta del niño, hecha con tanta pena amorosa, trajo las lágrimas a los ojos del hombre.
-Yo mismo no sé qué decirle, mi hijo. Todo es tan extraño para mí. Desde el tiempo que yo tomé al Señor Jesús, como Zaqueo, me parece que ya no tengo aquella gran carga que siempre me oprimía. A veces me parece como si el Hijo de Dios estuviera verdaderamente conmigo, y cuando leo la Biblia parece que Él está viviendo en mi corazón y abriendo mis ojos. Ahora no se, mi hijo, que más puedo hacer.
-Bueno, Tío—Palko empezó a saltar de gozo—. Realmente, usted lo ha recibido. Él vino y le quitó su carga, y la echó detrás de la espalda de Dios.
—¿Qué dijiste, niño?—dijo el hombre perplejo—. ¿Es eso lo único?
—Sí, es lo único. Solamente tenemos que creerlo. Usted bien sabe cómo Él dijo: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os hare descansar". cree usted que Él habla en serio lo que dice?
-Lo creo, mi hijo, y ya he creído, y aun entiendo todo como Zaqueo. El vino a buscar y a salvar Lo que estaba perdido. El vino a buscarme aun a mí, el pecador perdido, y yo le permití encontrarme.
Cuando el hombre y el niño se arrodillaron ante Dios el siguiente momento, había gran gozo en el cielo porque otra vez un pecador había recibido al Señor Jesucristo. Porque a todos los que le reciben, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Así que el Señor escribió su nombre en el Libro de la Vida del Cordero. Escribieron que Pedro Filina creyó, y que Jesús de Nazaret tomó su pesada carga de pecado sobre Su cruz, allí sufrió por él la pena de muerte, y por tanto a Filina le fue perdonado todo, y él recibió al Hijo de Dios para siempre. Así que por primera vez Filina oró con todo el corazón a Dios como a su Padre. Dio gracias al Cordero de Dios por Su muerte, y le dio gracias también por Palko a quien Él había mandado a aquellas montañas.
Cuando terminaron, el niño suspiró profundamente. Dijo: —Ya que he terminado mi obra con usted, ya no tengo que pedir al Señor Jesús por usted, pero puedo pedir tanto mejor por la madre de Ondreco. Seguramente Él me va a conceder que ella pronto lo acepte también.
Fueron juntos por una parte del camino, pero Bach volvió a los claros y Palko corrió de regreso otra vez a la choza junto al redil. Por el camino, cantaba de manera que el eco sonaba en todo lugar.
Hubo mucha actividad en la choza esa tarde. Los niños lavaron y arreglaron todo para que ni un pedazo de polvo pudiera ser encontrado en ninguna parte. Trajeron flores a Ondreco para que él pudiera trenzar una cadena de ellas. Era una cadena muy larga. Bach mismo después lo colgó sobre la puerta.
-Bueno, es la hora para que yo vaya—anunció Palko—. Ondreco, vete conmigo por una parte del camino Vi algunas Bores bonitas no muy lejos y lo puedes recogerlas. Estas las vamos a colocar sobre la mesa después.
-De veras es la hora para que lo vayas—dijo Bach en acuerdo—, y váyanse juntos.
Ondreco obedeció muy alegremente. Felizmente los niños fueron al bosque y pronto encontraron las flores que querían.
-Vamos a sentarnos un rato—dijo Palko cuando hubieron recogido las flores y las hubieron colocado en la fuente de cerca—. Quiero decirte algo. ¿Recuerdas algo acerca de tu madre?
-¿Acerca de mi madre?—dijo Ondreco extrañado. Esa clase de pregunta él no la esperaba—. Recuerdo nada más un poquito, que ella era muy hermosa y tenía una voz muy fina.
-Y si ella de repente viniera por ti, ¿estarías contento?
-¿Por mí?—y los bellos ojos del niño se abrieron mucho—. Ella ya no puede venir por ml, porque no pertenezco a ella, sino a mi padre.
—¿Y qué te dijo la Señora con quien te vivías antes, acerca de ella?
—Me dijo que ella dejó a mi padre y a mí porque amaban el teatro más que a nosotros, y porque a veces la gente se enganchaba a sí mismos al carretón en vez de caballos, y le daban joyas bellas.
—¿Y lo creíste tú?—replicó Palko, con la cara nublada.
—No, yo no lo creía, porque la amaba a ella muchísimo.
-Tienes razón; no lo vas a creer. Bach Filina me dijo que ella salió porque los parientes de su padre no la querían porque ella no era de nacimiento noble como ellos mismos. Pero ella fue al teatro solamente porque no podía ganarse la vida de otra manera. Su padre la trajo desde un lugar muy lejos al cual ella no podía regresar. ¿Qué podía hacer ella? Lo que es un teatro, yo no sé. Únicamente sé que ella cantaba bellamente allí. Tal vez eso no habría sido tan malo si ella hubiera conocido al Señor Jesús como nosotros lo conocemos. Él seguramente la habría aconsejado y ayudado de otra manera, y si lo que ella hacia era malo, cuando una vez ella conozca a Jesús y le pida que la perdone, Él lo va a hacer. Pero nosotros tenemos que contarle a ella acerca de Jesús, tú y yo.
-¿Nosotros? Pero ella está lejos, muy lejos.
-No lo creas, Ondreco. El Señor Jesús la mandó de regreso para acá. La Señora en nuestra casita es ella.
-¿Dijiste que ella es?—Ondreco dijo levantándose de un salto.
-Sí, sí; ella es.
-¡Ella era precisamente como mi madre, y tenía la misma clase de voz! Y por lo tanto despertó en mi corazón las memorias de hace mucho tiempo cuando ella hablaba y yo la miraba. Me parece que yo la reconocía, pero ella no me conocía—tristemente suspiró el niño, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Pero ¿cómo hubiera podido reconocerte en esta ropa de agricultor? Nosotros también, Pedrico y yo, a penas te reconocimos.
—Piensas así?—Ondreco se puso tranquilo—. Palko, llévame a ella; ella no sabe que yo soy su Andreas. Ella no me conoce.
-Ya conoce. Tío Filina estuvo allí. Él le dijo la verdad.
-Muy bien, entonces llévame contigo, porque yo la he hecho muy triste, hasta que casi murió.
—Está bien. Vamos entonces. Seguramente el Señor Jesús quiere que así sea.
No importa cuántos años viva Ondreco Gemersky, nunca podrá olvidarse de cómo era cuando las puertas de la casita abrieron y salió una Señora hermosa de vestido de azul claro, el color de las flores de nomeolvides. En la mano llevaba un sombrero ancho, pero lo dejó caer con un grito—¡Mi Ondreco!—mientras corría hacia ellos. Él corrió como una flecha para encontrarla.
-Mama, mi mama—y ya la tuvo agarrada alrededor del cuello. Ella, arrodillada, lo abrazó al pecho. Ambos lloraron, y Palko lloró con ellos.
-Mama, mi madre, ¡cómo la amo! De cierto soy suyo, y seguramente me va a mantenerme consigo ahora—rogó Ondreco con lágrimas. acarició la bonita cara y frente de la Señora.
—Sí, eres mío.—Ella se paró de un saltó—. No te voy a entregar otra vez a ninguno, a nadie en el mundo. Pero no, vamos, mi hijo, tenemos que ir a Bach Filina. Él va a arreglar el asunto, para que ninguno pueda quitarte a mí.
Seguramente Ondreco nunca se va a olvidar de esto, ni de cómo caminaron juntos al redil, de lo bondadosamente que fueron recibidos allí, y que buen rato pasaron esa tarde y noche, porque la madre de Ondreco, durmió junto con la Tía Moravec en la choza de Ondreco. Bach contó con eso. Él tomó consejo con la Tía y mandó a Esteban a la casita para traer todo lo necesario para la Señora, especialmente sábanos, cubrecamas, y otras cosas. Así que Ondreco se sentó al lado de su madre en la noche cuando José asó el cordero sobre el fuego, y Pedrico ayudó a la Tía a cocinar la sopa en la olla.
Bach les habló acerca de la vida en los rediles, y muchas cosas interesan es de sus experiencias con los rebaños. Luego cenaron juntos, allí en el aire libre. Después cantaron el himno de la tarde, oraron, y Palko leyó de su Libro. Por petición de Filina leyó el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, acerca de un buen pastor, acerca de una Señora que perdió su moneda, y acerca de un hijo pródigo que tenía un buen padre, pero de todos modos se corrió de él, y de lo mucho que sufrió en el mundo hasta que regresó a su padre.
Durante la lectura Palko hacia muchos comentarios lindos, como generalmente hacía. A todos les gustaba escucharlo. Cuando el terminó, únicamente el fuego chisporroteaba, y las estrellas en los cielos estaban destellando como una multitud de ojos. La luna alumbró las copas de las montañas y los bosques. Muchas veces una de las ovejas sacudía su campana en el redil.
Bach de repente levantó la cabeza inclinada, y habló con una voz tal como ellos nunca habían oído antes:—Aquella oveja perdida y encontrada soy yo, mis hijos. El bondadoso Señor Dios perdonó todos mis pecados. El Señor Jesús me buscó y me encontró, y yo he entregado a ml mismo a El completamente, incluso nuestras chozas. Vamos a orar.
Se quitó el sombrero, dobló las manos, y oró de esta forma "Nuestro Padre", de tal manera que nadie jamás había oído tal oración antes. Nunca se olvidará Ondreco de Gemer de ese momento, y creo que ninguno de los demás presentes allí jamás podrá olvidarse de ello tampoco.
Cuando en las chozas todo se había callado, pues ni los perros ladraron aquella noche, Bach, como era su costumbre, caminó alrededor para ver si había peligro en alguna parte, antes de entregarse al descanso. Caminó también alrededor de la casita de madera y de repente se detuvo. Allí en la pequeña banca de Ondreco, debajo de la ventana, envuelta en un tapado, la Señora Slavkovsky estaba sentada en la luz de la luna. Las manos de ella estaban envueltas alrededor de las rodillas, y estaba mirando pensativamente hacia la noche de estrellas hermosas. Él tosió, para que ella no se asustara. Ella volvió la cabeza, y con un movimiento indicó su deseo de que el tomara un asiento a su lado. Él obedeció.
-Usted dijo, Bach Filina, que aquella oveja perdida y encontrada era usted—empezó a decir en su voz dulce y triste—. Aquella mujer que perdió la moneda también soy yo. Mas atm que eso, yo soy la hija pródiga.
—¿Qué quiere decir con eso, Señora?—preguntó Filina seriamente.
-Cuando Palko explicó lo bueno que era ese padre y como el hijo caprichoso lo abandonó, yo pensé en que yo he hecho precisamente así con mi padre bueno y querido; y por tanto, de allí en adelante, ¡qué experiencias tristes he tenido!—Ella suspiró profundamente.
-Cuéntame todo acerca de ello. Soy un hombre anciano y podría ser su padre. La voy a entender.
-Sí, le voy a decir todo, porque si usted no hubiera salvado a mi pobre niño él no habría tenido a ninguno. Lo cuidó a él como un padre, ¿verdad que sí?
Una vez cuando el abuelo estaba tan gravemente enfermo que pensaba que iba a morir, llamó a su ayudante y le preguntó, puesto que era soltero y no tenía parientes en la tierra, que si quería casarse con su hija. Se sentiría más cómodo si supiera en cuyas manos había dejado a su hija y esposa.
El que la hija quería mucho al joven de buena apariencia y buen corazón, todos lo sabían bien. Pero el joven pidió tiempo para pensarlo, y luego le dijo a la hija qua había sido su historia en el país viejo. Lo que incluía no lo sé, pero cuando ella a pesar de todo estaba dispuesta a tomarlo, al se puso de acuerdo con el deseo de mi abuelo, y ninguna de ellos jamás se arrepintió de ello. Mi padre era muy amable con mi madre. Ella no tuvo ninguna razón por arrepentirse de haberse casado con él.
Con la conclusión del año escolar, mi estudio de cantar también terminó, y yo regrese a la casa con la intención de persuadir a mis padres a permitirme entrar en la Opera, es decir llegar a ser una cantora. Más de medio año luche en la casa con peticiones y lágrimas, pero fue en vano. Mi padre era maravillosamente paciente y amable conmigo. Mi madre y abuela muchas veces no eran tan pacientes, pero como estas grandes montañas, ellas no se movían, ni nadie pudo mover a mi padre a quebrar su palabra de que nunca me daría permiso para ir. Bueno, lo que él no me dio, yo tomó por mí misma.
—¿Qué hizo?—preguntó Bach con compasión. La Señora se echó a llorar.
—Me salí de la casa, dejando atrás una carta que decía que yo amaba al mundo, en el cual, y para el cual, yo quería vivir, y que amaba la gloria del mundo y no quería enterrarme en la finca. Me corrí a la casa de mi tío. Mi querido padre de una vez file a traerme de regreso. El rogó y suplicó, pero yo no guise regresar con él, y no regrese.
<"Cuando tú te des cuenta de que el mundo es tan vano como burbujas de jabón, y tu corazón este lleno de desilusión, entonces recuerda que tienes un padre y un hogar a donde regresar" dijo mi padre. "Hasta ese tiempo no puedes contarte como uno de nosotros. Estamos en dos caminos distintos: el de nosotros es angosto y conduce a lo alto, el otro que lo has escogido es ancho y te conducirá desde las alturas hasta un abismo profundo. Nuestras oraciones te van a rodear siempre como un muro de fuego. Yo sé que lo tendrás que sufrir mucha maldad y mucha tristeza, pero nuestras oraciones van a evitar que tú peques tan gravemente como veas que hacen otros alrededor de ti."
—Y entonces todo empezó a resultar justamente como mi querido padre había dicho de antemano Pero no quiero hablar de eso. Sólo quería decir que yo soy aquel hijo pródigo.
-Sí, lo es, mi Señora, pero solo a la mitad; porque el hijo regresó, y usted no ha regresado todavía.
-No, usted tiene razón. No he regresado todavía. Cuando hube desamparado al hombre que me traicionó, estuve avergonzada, porque fui desamparada, traicionada y robada de todos los medios de regresar a la casa. Cuando yo pedí a mi tío que me ayudara, aunque él me mandó algo de dinero, también me amonestó claramente que o regresara a mi esposo o regresara o mis padres para pedir perdón, pero esto no guise hacer.
-Eso no es todo—dijo Filina amablemente con una sonrisa al ponerse de pie—. El fin será únicamente cuando la hija regresa, primero a su Padre celestial, y luego al terrenal. El que me recibió a mí, seguramente la recibirá a usted también. Pero ahora vaya a descansar, y piense en que tal vez en una tierra lejana su padre ahora mismo está orando por usted, y que el Padre celestial nos amó tanto, que dio a Su único Hijo por nosotros. ¡Feliz noche!
En poco tiempo las estrellas brillaban para abajo sobre un lugar silencioso mientras la gente dormía.