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My Substitute: Full Color Gospel Tract
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Full Text of Mi Substituto
Cuando yo era chico e iba a la escuela vi una escena que jamás olvidaré: Un hombre atado a un carretón, llevado por las calles a la vista de todo el pueblo, y sus espaldas ensangrentadas por los azotes que recibía. Fue un castigo vergonzoso. ¿Fue por muchas ofensas? No; por una sola ofensa. ¿Acaso alguien de sus conocidos ofreció compartir los azotes con él? No. El que cometió la ofensa tuvo que sufrir el castigo. Era la pena de una ley humana que fue abolida, siendo ésta la última vez que se aplicó.
Cuando fui un estudiante, yendo a la universidad, vi otra escena que nunca olvidaré: un hombre conducido al patíbulo; sus brazos atados, su rostro pálido como la muerte y millares de personas lo contemplaban al salir de la cárcel a vista de todos. ¿Acaso hubo alguien que ofreció morir en su lugar? ¿Acaso hubo algún amigo que viniera y le soltara la soga diciéndole: “Colocadla sobre mí, pues yo moriré en su lugar”? No; él solo sufrió la sentencia de la ley. ¿Por muchas ofensas? No; por una sola ofensa. Había robado una bolsa de dinero de una diligencia. Violó la ley en un solo punto, y murió por ello.
Vi otra escena
que nunca olvidaré.
Vi otra escena que nunca olvidaré. Yo mismo, un pecador, a la orilla de un precipicio, condenado al lago de fuego y el castigo eterno. ¿Por una ofensa? No; por muchas, y muchas ofensas cometidas contra la ley inmutable de Dios. Volví a ver, y he aquí que Jesucristo tomó mi lugar. Llevó en Su propio cuerpo todo el castigo por mis pecados. Murió sobre la cruz para que yo pudiese vivir en la gloria. Sufrió el JUSTO por los injustos para llevarnos a Dios. Me redimió de la maldición de la ley. Yo pecador fui condenado al castigo eterno. El sufrió el castigo y yo soy libertado. Y yo hallé en Él no sólo mi SUBSTITUTO, sino también Aquel que suple todas las necesidades de mi vida.
Salvador
Quisiera hablarles de este Salvador “porque no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
“Porque cuando todavía éramos débiles, Cristo, a su tiempo, murió por los impíos” (Romanos 5:6, N-C).
¿Has creído que Jesús sufrió en la cruz el cruel castigo que tus pecados merecían? ¿Has hallado, por la fe, un amigo fiel que murió por ti? ¿Puedes exclamar con el apóstol San Pablo, “El Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a Sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
“Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18, N-C).
“Se ha manifestado la justicia de Dios … por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, sin distinción; pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y ahora son justificados por Su gracia, por la redención de Cristo Jesús, a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en Su sangre … para manifestar Su justicia en el tiempo presente y para probar que es justo y que
justifica a todo el que cree en Jesús” (Romanos 3:21-26, N-C).