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A Faithful Friend: Full Color Gospel Tract
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Full Text of Un Amigo Fiel
El perro de un agricultor por varios años le había rendido un fiel servicio. Pero al fin por su avanzada edad este perro fue haciéndose pesado e inútil para su dueño. Por lo que el dueño decidió ahogarlo en un río cercano.
Así que un día, cargando al animal, abordó un bote y se internaron en la parte más caudalosa del río. Amarró al perro con una soga y en el otro extremo sujetó una piedra voluminosa. Luego lanzó al perro y a la piedra al río. El perro se sumergió inmediatamente, pero, ¡qué sorpresa!, la soga se rompió y el perro empezó a flotar. Lloriqueando y ladrando se aproximó tratando de subir al botecito, pero el dueño, sin compasión alguna, trató de rematarlo a golpes con los remos. Varias veces golpeó al animal que nadaba hacia la embarcación. Por fin el agricultor se puso de pie e hizo un movimiento brusco para darle el golpe de gracia. Pero con el movimiento brusco perdió el equilibrio y el bote se volteó cayendo él al agua.
El amigo tierno
¡El pobre hombre no sabía nadar! Trató de nadar para mantenerse a flote pero lentamente iba hundiéndose. El perro como si comprendiera el peso de la desgracia, y a pesar del cruel trato que acababa de recibir, se le acercó y agarrando sus ropas con los dientes lo jaló nadando hasta la ribera del río. La presunta víctima se convirtió en salvadora de aquel hombre malagradecido y cruel.
Ahora, querido amigo consideremos francamente si usted, y yo, no hemos sido culpables igualmente de violación de las más fundamentales leyes de amabilidad, justicia y rectitud. Retrocedamos casi dos mil años atrás, cuando Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo para salvarnos. Aunque era Dios mismo, la Luz y la Verdad, se hizo hombre y Sus manos sirvieron para sembrar bendiciones y amor a los pobres hombres. Derramó Su compasión sanando enfermos, abriendo los ojos a los ciegos, resucitando muertos, alimentando hambrientos y trayendo gozo a los cansados y tristes. ¿Y qué resultó de este despliegue de generosidad? Los hombres dijeron, “Fuera con éste” (Lucas 23:18), “sea crucificado” (Mateo 27:22), y le clavaron en una cruz de madera.
¿Quién tiene un corazón pecaminoso?
¿Fueron sólo los que crucificaron a Cristo los que tienen corazones de pecado? ¡No! Usted y yo tenemos corazones iguales a los que clamaron “Fuera con éste.” Dios dice, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Diariamente nosotros recibimos las abundantes bendiciones de las manos de Dios y en cambio a cada momento le estamos rechazando cuando no queremos hacer Su voluntad, sino la nuestra.
Pero qué contraste se presenta cuando miramos a Su bendita persona en la cruz del Calvario. Allí vemos demostrado lo que es el corazón de Dios, ni una palabra de resentimiento o egoísmo, ni tampoco Cristo levantó siquiera un dedo de oposición. “Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió Su boca” (Isaías 53:7). Todo era una demostración de amor a un mundo lleno de pecadores.
La oración de Cristo es conmovedora: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Aunque la cruz era el lugar donde los hombres lo crucificaron, allí es precisamente donde con Su muerte Cristo despliega Su gracia que salva a todos los que se arrepienten de sus pecados y le reciben como su Señor y Salvador.
El perro fiel salvó a su amo ingrato, pero Cristo nos salva de la muerte eterna. Él resucitó de los muertos, vive en el cielo y está dando vida eterna a “todo aquel que en Él cree” (Juan 3:16).
Querido lector, si usted todavía no conoce personalmente al bendito Salvador, nosotros le rogamos que vaya ahora mismo a Él mientras que está mostrando Su gracia para nosotros. Pronto acabará este tiempo de gracia y Cristo vendrá a juzgar al mundo cuando Su ira será “ardiente como un horno” (Malaquías 4:1).
“En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1ª Juan 4:9‑10).