William Kelly
Con la apertura del quinto sello (véase Apocalipsis 6:9-119And when he had opened the fifth seal, I saw under the altar the souls of them that were slain for the word of God, and for the testimony which they held: 10And they cried with a loud voice, saying, How long, O Lord, holy and true, dost thou not judge and avenge our blood on them that dwell on the earth? 11And white robes were given unto every one of them; and it was said unto them, that they should rest yet for a little season, until their fellowservants also and their brethren, that should be killed as they were, should be fulfilled. (Revelation 6:9‑11)) se ven las almas debajo del altar, las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por su testimonio, clamando en alta voz al Gobernador Soberano pidiendo venganza. Han sido justificadas delante de Dios pero deben esperar; otros, tanto sus consiervos como sus hermanos, han de ser muertos antes de que aquel día venga.
La apertura del sexto sello marca una gran convulsión. Suponemos que es una respuesta parcial a aquel clamor. Son muchas las personas que opinan que los citados arriba son cristianos. Empero si estudiamos más profundamente este pasaje, nos daremos cuenta de que esta convulsión no tendrá lugar hasta después del arrebatamiento de la Iglesia al cielo. “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?” ¿Es esto una oración o un deseo conforme a la gracia del evangelio? No. El razonamiento es apenas necesario en un punto tan manifiesto. Creo que todo aquel que comprende el rumbo general del Nuevo Testamento, y las oraciones especiales allí escritos por el Espíritu para nuestra instrucción, se dará cuenta de esto si no abriga ningún prejuicio. Fijémonos en la oración de Esteban, y la de nuestro bendito Señor —dechado de todo lo que es perfecto—. En contraste tenemos un lenguaje similar al del Apocalipsis 6 en otra parte; ¿pero dónde? En los salmos. De esta manera tenemos toda la evidencia que pueda requerirse. La evidencia del Nuevo Testamento muestra que aquéllas no son las oraciones sancionadas para el creyente cristiano: la evidencia del Antiguo Testamento muestra que aquéllas eran justamente las oraciones de personas, cuyos sentimientos, experiencias y deseos estaban asentados sobre esperanzas israelitas.
[Traducido de “Lectures Introductory to the Acts, the Catholic Epistles and the Revelation”, (“Conferencias introductorias a los Hechos, las epístolas universales y el Apocalipsis”), por William Kelly, 1870].