Oseas 1

Hosea 1
Dios rechaza a Israel y recibe a las naciones
(Versículo 1).— “Revelación de Jehová que tuvo Oseas hijo de Beri, en los días de Uzías, de Jotam, de Acaz y de Ezequías, reyes de Judá, y en los días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel”.
Nada más el primer versículo y ya tropezamos con una dificultad. ¿Cómo puede ser que Oseas, profeta de Efraim, en vez de enumerar la serie de reyes de Israel bajo quienes profetizó, no menciona más que a Jeroboam, el primero de estos reyes, guarda en silencio sus diez sucesores, y señala la duración de su profecía por los reyes de Judá? A este enigma la historia de los reyes de Israel provee una solución, confirmada ésta por el contenido de nuestro primer capítulo.
Jehú, ejecutante de los juicios de Dios contra las diez tribus, había exterminado a Joram, rey de Israel, y los 70 hijos del impío Acab, pero, lleno de un celo carnal, había rebasado los límites de las órdenes de Dios al ejercer venganza sobre Ocozías, rey de Judá, y sus cuarenta y dos hermanos. Jehová reconoció la obediencia de Jehú, en la medida en que se había ejercido en Su servicio, y le dice: “Por cuanto has obrado bien en hacer lo que es recto a mis ojos para con la casa de Acab, conforme a todo lo que tenía en mi corazón, hijos tuyos hasta la cuarta generación se sentarán en tu lugar sobre el trono de Israel” (2 Reyes 10:30; 15:1230And the Lord said unto Jehu, Because thou hast done well in executing that which is right in mine eyes, and hast done unto the house of Ahab according to all that was in mine heart, thy children of the fourth generation shall sit on the throne of Israel. (2 Kings 10:30)
12This was the word of the Lord which he spake unto Jehu, saying, Thy sons shall sit on the throne of Israel unto the fourth generation. And so it came to pass. (2 Kings 15:12)
). Fue, en efecto, lo que sucedió. A instancias de Joacaz, su padre —primera generación de Jehú— Joás, la segunda generación, había sido suscitado como “Salvador a Israel” (2 Reyes 13:55(And the Lord gave Israel a saviour, so that they went out from under the hand of the Syrians: and the children of Israel dwelt in their tents, as beforetime. (2 Kings 13:5)). Jeroboam II, tercera generación, por lo malísimo que fue como rey, también había sido honrado con el título de Salvador del pueblo (2 Reyes 14:2727And the Lord said not that he would blot out the name of Israel from under heaven: but he saved them by the hand of Jeroboam the son of Joash. (2 Kings 14:27)). Desde entonces, sin embargo, quedaba juzgado Israel, pero faltaba todavía la cuarta generación de Jehú para cumplir con la promesa, hecha a éste por Jehová. A la muerte de Jeroboam, las diez tribus atravesaron un período de interregno del cual la profecía de Oseas lleva las huellas. Pero lo que Jehová había prometido, necesariamente tenía que tomar lugar. Al cabo de once años de interregno, Zacarías, cuarto descendiente de Jehú, se sentó sobre el trono de Israel, mas tan solo reinó seis meses y murió de muerte violenta (2 Reyes 15:8-128In the thirty and eighth year of Azariah king of Judah did Zachariah the son of Jeroboam reign over Israel in Samaria six months. 9And he did that which was evil in the sight of the Lord, as his fathers had done: he departed not from the sins of Jeroboam the son of Nebat, who made Israel to sin. 10And Shallum the son of Jabesh conspired against him, and smote him before the people, and slew him, and reigned in his stead. 11And the rest of the acts of Zachariah, behold, they are written in the book of the chronicles of the kings of Israel. 12This was the word of the Lord which he spake unto Jehu, saying, Thy sons shall sit on the throne of Israel unto the fourth generation. And so it came to pass. (2 Kings 15:8‑12)). Así se cumplía a la vez la palabra de Jehová a Jehú y el juicio definitivo sobre las diez tribus. Ya, en el tiempo de Jeroboam II, este juicio era consumado en los decretos de Dios. Los cinco soberanos que se sucedieron en el trono desde Zacarías hasta la deportación de las diez tribus no cuentan para la profecía, a pesar del largo reinado de dos de entre ellos.
Oseas profetiza sobre Israel, cuando la suerte del pueblo ya es invariablemente fijada por Jehová. Este guarda Su promesa a Jehú, pero juzga de modo definitivo a la casa de Israel, empezando por Jehú (capítulo 1:4). Por algún tiempo Judá, bajo algunos reyes fieles, “camina todavía con su Dios y los verdaderos santos”, aunque, de hecho, la ruina de las dos tribus ya es completa (capítulo 12:2). Por eso, como lo veremos, cada vez que se menciona a Judá, es para demostrar que si bien su juicio queda aplazado, no está lejos y con toda seguridad alcanzará a la casa de David.
He ahí pues lo que a nuestro parecer explica por qué Oseas, profeta de Efraim, nos es presentado como presidiendo bajo el reinado de los reyes de Judá, y guarda en silencio a todos los reyes de Israel, con excepción de Jeroboam. Este último era todavía un “Salvador” más. Después de él, no hay nada sino desorden, asesinatos y anarquía.
(Versículos 2-5).— En una época cuando la Palabra de Dios ya no tiene poder sobre el corazón del pueblo, para convencerlo y volverlo a traer, Jehová la acompaña con signos visibles, simbólicos, aptos para alcanzar la conciencia y de los cuales nadie puede eludir el significado. “Dijo Jehová a Oseas: Anda, toma para ti una mujer fornicaria, e hijos de fornicaciones: porque la tierra comete horrible fornicación, apartándose de en pos de Jehová”. Es preciso que el profeta de Jehová, el hombre que representa a Dios mismo ante el pueblo, contraiga un matrimonio deshonroso. ¿No comprenderá Israel que la prostitución es su condición actual? Había abandonado a Jehová, traicionando sus compromisos para con su marido; y sin embargo las relaciones de un matrimonio legítimo subsisten aun. Y ¿no había nada más vergonzoso para el profeta? Pero ¡cuánto más lo era para Jehová mismo! Además, no solamente era deshonrado el profeta (o Dios), sino que los hijos nacidos de esta unión no podían llamarse más que hijos de prostitución. Una mancha, jamás se la puede mejorar, incluso aliada con la pureza más perfecta. Si la santidad del profeta, bajo la guía del Espíritu Santo, no por eso se había alterado en lo más mínimo, la impureza de su esposa se había multiplicado por diez, por el hecho de que no tenía ella ninguna consideración para con esta santidad; pero en adelante imposible era para Dios no tener conocimiento de ello, si, una vez comprobado el hecho, Él no quería renegar de Su santidad. El juicio pues se volvía en una necesidad, a no ser que Dios abandonase Su carácter.
Esta verdad es de todos los tiempos. Después de Israel, la Iglesia, como Esposa responsable de Cristo, ha seguido el mismo camino, se ha prostituido, y caerá bajo el mismo juicio, mucho más terrible sin embargo que aquel de Israel, porque será proporcionado en conformidad con las múltiples gracias recibidas. Israel fracasó bajo la Ley; la Iglesia responsable fracasó bajo la gracia. Pero Israel, después de su defección bajo la economía de la Ley, volverá a encontrar, bajo la nueva alianza, la gracia que nunca había conocido; la Iglesia no volverá a encontrarla, pues que, después de la gracia, que es la manifestación suprema del carácter de Dios, ya no le queda más recurso, ni otra salida, que el juicio. La Iglesia está en camino para transformarse en “la gran prostituta”, madre de todas las abominaciones de la tierra que tendrá por meta esta sentencia: “¡Caída, caída es la gran Babilonia!” (Apocalipsis 17:1-5; 18:21And there came one of the seven angels which had the seven vials, and talked with me, saying unto me, Come hither; I will show unto thee the judgment of the great whore that sitteth upon many waters: 2With whom the kings of the earth have committed fornication, and the inhabitants of the earth have been made drunk with the wine of her fornication. 3So he carried me away in the spirit into the wilderness: and I saw a woman sit upon a scarlet colored beast, full of names of blasphemy, having seven heads and ten horns. 4And the woman was arrayed in purple and scarlet color, and decked with gold and precious stones and pearls, having a golden cup in her hand full of abominations and filthiness of her fornication: 5And upon her forehead was a name written, MYSTERY, BABYLON THE GREAT, THE MOTHER OF HARLOTS AND ABOMINATIONS OF THE EARTH. (Revelation 17:1‑5)
2And he cried mightily with a strong voice, saying, Babylon the great is fallen, is fallen, and is become the habitation of devils, and the hold of every foul spirit, and a cage of every unclean and hateful bird. (Revelation 18:2)
).
Oseas pues toma por mujer a Gomer, cuya conducta es la imagen de la del pueblo. Es hija de Diblaim, que significa “doble abrazo”. Este nombre parece ser una alusión. Desde su origen, Israel había sido sometido a dos influencias contrarias, la de la carne y la de la santidad de Dios. Una mezcla —una cosa no del todo buena, ni del todo mala— ¿podría esto ser el resultado de ello? ¡Imposible! “La corrupción no hereda la incorruptibilidad”.
El primer hijo de Gomer es Jezreel. “Llámale”, dice Jehová, “Jezreel, porque de aquí a muy poco yo vengaré en la casa de Jehú, la sangre de Jezreel, y acabaré con la casa de Israel. Y sucederá que en aquel día romperé el arco de Israel en el campo de Jezreel” (versículos 4-5). Este nombre recuerda el asesinato cometido por Jehú, sobre Ocozías, rey de Judá y sus cuarenta y dos hermanos (2 Reyes 9-10). Dios había aprobado a Jehú en lo que había hecho a la casa de Acab e incluso le había otorgado de ello la recompensa. Es sólo después de unos veinte y cuatro años más tarde cuando aprendemos lo que Dios pensaba del asesinato de los hijos de Judá.
Este principio es muy instructivo en cuanto a los caminos de Dios. En cuanto sirve para cumplir los consejos de Dios, el hombre puede ser aprobado por Él, cualesquiera que sean los motivos secretos de su corazón, siempre que no se oponga a este cumplimiento. Pero los motivos secretos que le han hecho actuar, cuando parecía que sólo trabajaba por Dios, un día serán expuestos a la luz y la violencia o la hipocresía que se esconden bajo la capa de la obediencia ya no escaparán en el día del juicio más que hoy día escapan a Su mirada. Llega el momento cuando la paciencia de Dios se da por acabada. Los motivos del corazón de Jehú, que si bien sabía ocultar a los ojos del fiel Jonadab, al adornarlos con el nombre de “celo por Jehová” (2 Reyes 10:15-1615And when he was departed thence, he lighted on Jehonadab the son of Rechab coming to meet him: and he saluted him, and said to him, Is thine heart right, as my heart is with thy heart? And Jehonadab answered, It is. If it be, give me thine hand. And he gave him his hand; and he took him up to him into the chariot. 16And he said, Come with me, and see my zeal for the Lord. So they made him ride in his chariot. (2 Kings 10:15‑16)), ahora son puestos al descubierto. Los mejores podrían engañarse en eso, pero a Dios nadie le engaña. Transcurren años, llegan el día y la hora de la retribución, paulatinamente quizás, pero a paso seguro e inevitable. ¿No había ocurrido lo mismo en el caso de Saúl y los Gabaonitas? Parecía, después de tantos años, que Dios hubiese olvidado lo que ni siquiera había apuntado. El hambre de tres años vino para desengañar a Israel (2 Samuel 21).
El nombre de Jezreel es sinónimo, aquí, de quebrantamiento: el arco de Israel (su poder) será quebrantado en el valle de Jezreel. Con la casa de Jehú ha cesado virtualmente el reino de las diez tribus y Dios no toma ya cuenta de lo que queda.
Pero no era solamente cuestión de la dignidad real. Bajo los sucesores de Jehú, ¿en qué estado se encontraba la misma nación? Gomer da a la luz a una hija y dice Dios: “Dale el nombre de Lo-ruhama [no compadecida]; porque no me compadeceré más de la casa de Israel, para que de manera alguna yo la perdone” (versículo 6). La copa estaba llena; en cuanto se refiere a Israel, ya no había lugar para arrepentimiento de parte de Jehová; no obstante aun quería “hacer misericordia a la casa de Judá y salvarlos” —lo que por dos veces, en vano, lo había hecho, como lo hemos visto, con respecto a la casa de Israel— pues que la sentencia definitiva no habrá sido aun pronunciada sobre la raza de David.
Gomer da a luz un segundo hijo. Dice Dios: “Llámale Lo-ammí [no es mi pueblo]; porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios” (versículo 9). De ese modo todo lazo con Dios queda roto. Israel queda rechazado y fijémonos en que Dios ya no hace ni una excepción más a favor de Judá, como lo hizo para Lo-ruhama. La sentencia se extiende aquí más allá de Efraim. En el mismo momento en que es pronunciada, las relaciones vitales de todo el pueblo ya están rotas. Pronto cederán el lugar a los sencillos caminos de la providencia de Dios, como lo vemos en el libro de Esther, hasta el día del restablecimiento de Israel.
Con esta sentencia: “No sois mi pueblo”, parece que todo está definitivamente terminado. No cabe duda, si Dios no fuese Dios, y si Su gloria quisiera fundarse sobre Sus juicios en vez de ser establecida sobre Su gracia. Dios es juez y los pecadores son espantosamente culpables por no tomarlo en cuenta, pero también es Dios de las promesas y estas promesas son sin arrepentimiento. Bien se ve esto aquí, en el versículo 10, con respecto a Israel: “Sin embargo de esto, el número de los hijos de Israel será como las arenas del mar, que no pueden ser medidas ni contadas”. Cosa notable, el profeta no se remonta a las promesas hechas a Jacob (Israel) en Bet-El: “Y será tu simiente como el polvo de la tierra” (Génesis 28:1414And thy seed shall be as the dust of the earth, and thou shalt spread abroad to the west, and to the east, and to the north, and to the south: and in thee and in thy seed shall all the families of the earth be blessed. (Genesis 28:14)), sino a aquellas hechas a Abraham después del sacrificio de Isaac: “Y multiplicando multiplicaré tu simiente ... como las arenas a la orilla del mar” (Génesis 22:77And Isaac spake unto Abraham his father, and said, My father: and he said, Here am I, my son. And he said, Behold the fire and the wood: but where is the lamb for a burnt offering? (Genesis 22:7)), promesa que el mismo Jacob recordará a Jehová antes de pasar el vado de Jaboc: “Y tú mismo dijiste: Ciertamente yo te haré bien, y pondré tu simiente como las arenas del mar, que no pueden ser contadas a causa de la muchedumbre” (Génesis 32:1212And thou saidst, I will surely do thee good, and make thy seed as the sand of the sea, which cannot be numbered for multitude. (Genesis 32:12)). Es en virtud del sacrificio de Cristo que la gracia de Dios triunfará al final, y sobre este sacrificio que Jehová establece sus promesas inmutables. La ley, que vino tanto más tarde, no puede anularlas. El Dios de las promesas no puede mentir, ni desaprobar a Cristo, el Isaac resucitado, en quien todas ellas son “Sí y Amén”.
Pero el profeta menciona todavía otra promesa mucho más maravillosa que la de la “arena del mar”: “Y acontecerá que en el lugar donde les fue dicho: No sois mi pueblo, les será dicho: ¡Hijos sois del Dios vivo!”. Este pasaje tiene referencia a las naciones y no a Israel, como el Espíritu de Dios nos lo enseña en Romanos 9. ¿No es notable el que sin esta enseñanza nunca hubiéramos descubierto, en este versículo, el pensamiento de Dios con respecto a los gentiles? En Romanos 9:23-26,23And that he might make known the riches of his glory on the vessels of mercy, which he had afore prepared unto glory, 24Even us, whom he hath called, not of the Jews only, but also of the Gentiles? 25As he saith also in Osee, I will call them my people, which were not my people; and her beloved, which was not beloved. 26And it shall come to pass, that in the place where it was said unto them, Ye are not my people; there shall they be called the children of the living God. (Romans 9:23‑26) el apóstol cita dos pasajes de Oseas para mostrar que Dios ha llamado “vasos de misericordia ... es a saber, en nosotros, a quienes también él ha llamado, no sólo de judíos sino también de gentiles”. El primero de estos pasajes se toma de Oseas 2:23: “Llamaré pueblo mío, al que no era mi pueblo, y amada, a la que no era amada”. Estas palabras se refieren exclusivamente a Israel; el apóstol Pedro, dirigiéndose a los judíos convertidos, las emplea referente a ellos: “los que en un tiempo no erais pueblo, mas ahora sois pueblo de Dios; los que no habíais alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:1010Which in time past were not a people, but are now the people of God: which had not obtained mercy, but now have obtained mercy. (1 Peter 2:10)). Pedro muestra a estos creyentes salidos del judaísmo que lo que era prometido para el porvenir a su nación, ellos lo poseían ahora; que tenían el derecho de llamarse el pueblo de Dios, y tenían relaciones con Dios fundadas en Su gracia gratuita.
El segundo pasaje de Romanos 9:2626And it shall come to pass, that in the place where it was said unto them, Ye are not my people; there shall they be called the children of the living God. (Romans 9:26) se saca de Oseas 1:1010Yet the number of the children of Israel shall be as the sand of the sea, which cannot be measured nor numbered; and it shall come to pass, that in the place where it was said unto them, Ye are not my people, there it shall be said unto them, Ye are the sons of the living God. (Hosea 1:10). Es el que nos ocupa: “Y será”, dice el apóstol, “que en el lugar donde les fue dicho: No sois mi pueblo; allí mismo serán llamados hijos del Dios vivo”. En el porvenir, los hijos de Israel aprenderán que Dios se ha suscitado en su lugar un pueblo nuevo, teniendo un título nuevo: “Hijos del Dios vivo”. Este nombre me parece tener un alcance especial. En el Antiguo Testamento el nombre del Dios vivo, del Dios de Israel poseyendo la vida en Él mismo, parece contrastarse con los dioses sin vida, ídolos de las naciones. En el Nuevo Testamento, Cristo es el Hijo del Dios vivo (Mateo 16:1616And Simon Peter answered and said, Thou art the Christ, the Son of the living God. (Matthew 16:16); Romanos 1:44And declared to be the Son of God with power, according to the spirit of holiness, by the resurrection from the dead: (Romans 1:4)), declarado tal por la resurrección de entre los muertos. En virtud de esta resurrección y por la venida del Espíritu Santo, el cristiano posee la misma relación con Dios que su Señor y Salvador. Es hijo de Dios, del Dios vivo. Tal me parece ser el alcance de este pasaje. Se dirige a las naciones de las cuales formamos parte, y proclama la nueva relación con Dios en la cual ellas entrarán por un Cristo resucitado. Sin duda el profeta no llega hasta el misterio de la Iglesia, desconocido por parte del Antiguo Testamento, pero podemos decir que este misterio está escondido en estas palabras: “el Dios vivo”, título conocido por todos los profetas, pero revelado aquí por el tiempo futuro cuando, sobre Él, el Señor edificará Su Asamblea.
“Y los hijos de Israel y los hijos de Judá serán reunidos los unos con los otros, y constituirán sobre sí una sola cabeza; y subirán desde la tierra de su cautiverio; porque grande será el día de Jezreel” (versículo 11). De la bendición de las naciones, el profeta pasa a la futura reunión de todo Israel. Judá, con el cual Dios usaba de paciencia todavía, iba a ser dispersado después de las diez tribus, pero no siempre será así. Si el propósito de la cruz, de reunir en uno a los hijos de Dios dispersados, fracasó en cuanto a Israel, vendrá el tiempo en el que este designio se cumplirá. Judá e Israel (o las diez tribus) se establecerán a un solo jefe; ellos reconocerán juntos el señorío del Cristo que Judá había rechazado. Entonces estos hermanos enemigos vivirán unidos con su Jefe, Sumo Sacerdote y Rey sobre Su trono, viniendo a ser desde allí en adelante su Conductor. “Subirán del país”. El sentido de esta palabra me parece ser que subirán de la tierra de Canaán como cosecha abundante, pues, añade inmediatamente el profeta, “grande será el día de Jezreel”. Entonces Jezreel, lugar de degüello y de retribución (versículo 5), recibirá su verdadero significado: “Dios siembra” (capítulo 2:23). Siembra y crecerá la cosecha, pero solamente después de que el juicio del pueblo haya sido consumado. En cuanto se introduce la jornada de Jezreel, Dios mismo introduciéndola, no puede ser otra cosa sino bendición; en donde Él ha sembrado, la cosecha no puede ser otra cosa sino infinitamente grande. En otros tiempos, bajo Jehú, el hombre había sembrado, y cosechado la tormenta; pero cuando Dios sembrare, cosechará un pueblo bien unido, fruto maduro de Su obra, reunido bajo un Jefe divino. Entonces se podía decir, en efecto: ¡Grande es el día de Jezreel!
Hemos encontrado pues en este capítulo un resumen importante del pasado y del porvenir de Israel y de Judá. Toda la profecía del Antiguo Testamento allí se encuentra condensada en pocas palabras. Las promesas de Dios; el pueblo bajo la ley que abandona a Jehová; el juicio que es la consecuencia de ello; la ruptura de toda relación entre Dios y el pueblo; la cesación de Sus caminos de misericordia hacia él; la alianza legal habiendo sido rota por Israel; la entrada de las naciones en las bendiciones de la nueva alianza, como fruto de la resurrección del Cristo que Israel había rechazado, pero a continuación la reanudación de las relaciones de Dios con Israel, cuando el Cristo resucitado viene a ser Jefe de Su pueblo, lo reúne en uno después de su dispersión, y hace levantar una cosecha abundante sobre la tierra renovada.