Oseas 4

Hosea 4
Ya no hay esperanza para Efraim; queda una ligera esperanza para Judá
Los versículos 1-5 de este capítulo describen el estado moral de Israel y los versículos 6-15 su estado religioso. El estado moral de Efraim, el profeta Oseas lo tenía bajo sus ojos: Por todas las partes “¡No hay más que perjurio, y mala fe, y homicidio, y hurto y adulterio! ¡rompen por todo; y un charco de sangre toca a otro!”. Zacarías, último retoño del asesino Jehú, él mismo muere a manos de Sallum, que a su vez es muerto por Menahén; Menahén siembra por todas partes asesinato y violencia; lo mismo hacen Pecaya, Peca, y sus sucesores, muriendo todos de muerte violenta. El luto cubre el país; el juicio de Dios, obligado a presenciar estas abominaciones, se extiende de los hombres a toda la creación animal sobre la tierra de Israel. Ya no hay nada que corresponda a los pensamientos de Dios; es el contrario absoluto de la restauración descrita en el capítulo 2. Cuando el corazón abandona a Dios, el amor y la verdad, rasgos del carácter divino, desaparecen inmediatamente para ser reemplazados por los frutos del corazón natural del hombre: la violencia, la corrupción y la mentira. Eran los rasgos de la familia de Caín que habían precisado el juicio de Dios por el diluvio sobre el mundo de aquel entonces, como aquí necesitan la sentencia de muerte pronunciada sobre el país y sobre todos los seres vivientes que lo habitan (versículo 3).
“Sin embargo, no se pongan ninguno a contender, ni nadie reprenda; porque tu pueblo es parecido a los que contienden con el sacerdote: Y tú, oh Israel, tropezarás de día, y el profeta juntamente contigo tropezará de noche; y yo destruiré a tu madre” (versículos 4-5). Trátase ahora de una llamada para ya no reprender a este pueblo ni contender con él. Es demasiado tarde: su suerte es determinada, pues que ya no hay esperanza alguna de verle volver. “Tu pueblo”, dice Jehová al profeta, “es parecido a los que contienden con el sacerdote”. ¿Para qué sirve contestar con Israel y reprenderlo, cuando este mismo contienda con el Único que pueda ofrecerle la víctima expiatoria? Ya no hay tiempo: todo socorro divino va a ser quitado de los restos de este pueblo; la nación misma, su madre, será destruida (capítulo 2:2). Tal es la sentencia de Jehová.
Pero ¡con qué dolor Dios se expresa ahora por la boca del profeta! “Mi pueblo ... mi pueblo”, exclama en los versículos 6 y 12 ¡en vísperas de decir Lo-ammí! ¿Cuál es su condición en sus relaciones con Dios? Su defección es general; la idolatría todo lo ha invadido; Judá es tan culpable como Efraim. Hasta los detalles dados en el versículo 13: los sacrificios en los lugares altos y bajo todo árbol frondoso, caracterizan a Judá aun más que a las diez tribus. Sin embargo el profeta hace alguna diferencia entre los dos reinos: “Aunque tú, oh Israel, cometas fornicación, no se haga culpable Judá”. En épocas de reavivamiento, bajo Ezequías cuyo reinado en sus principios lo vio Oseas, y más tarde bajo Josías, las abominaciones de Judá fueron destruidas y sus lugares altos derribados.
Sea lo que fuera, dijo Dios: “Mi pueblo está destruido por falta de conocimiento ... yo también te rechazaré, para que no seas mi sacerdote; puesto que te has olvidado de la ley de tu Dios, me olvidaré yo también de tus hijos” (versículo 6). ¡En qué miseria la desobediencia y el pecado precipitan al hombre! ¡Qué destino, el de ser olvidado de Dios, cuando hubiera podido entrar delante de Dios quien declaraba no querer olvidar más que una cosa, los pecados y las iniquidades de su pueblo!
Oseas, con la incoherencia adrede que caracteriza su profecía, pasa del sacerdocio del pueblo a los sacerdotes establecidos sobre él (versículos 8-9). “Los sacerdotes se ceban en el pecado de mi pueblo, y en la iniquidad de éste tienen fija su voluntad. Y sucederá que cual sea el pueblo, tal será el sacerdote”. Creo que “el pecado” significa aquí, como más de una vez en las Escrituras, el sacrificio por el pecado. Los sacerdotes desean que aumenten las iniquidades del pueblo para nutrirse más ampliamente de sus sacrificios. He allí hasta donde habían caído sus funciones sacerdotales; ¡ya no eran más que un asunto de beneficios materiales, un sustento! Por eso Dios “visitará sobre ellos sus caminos” (versículo 9). En cuanto a la embriaguez que conducía a la fornicación y era tan corriente en Efraim, ¡les quitaban el sentido y habían cesado de prestar atención a Jehová! Las prácticas supersticiosas más insensatas habían reemplazado en Israel el culto del verdadero Dios. El pueblo “pedía consejo a su dios de palo, y su vara de adivino les da respuesta” (versículo 12). Estas supersticiones son de todos los tiempos, a medida que disminuye la religión del verdadero Dios. Al hombre tal como es constituido, le hace falta un objeto, y si Dios no es por él este objeto, se degrada moralmente y busca consejos en su mesa y en su palo. Y es el juicio de Dios sobre la impiedad del hombre: “le entrega a un espíritu reprobado”.
En adelante Dios ya no parará el juicio. Tres palabras solemnes muestran que Dios ha tomado con respecto a Efraim una decisión irrevocable: “No se ponga ninguno a contender, ni nadie reprenda”. “No castigaré a vuestras hijas”. “¡Efraim está pegado a los ídolos: déjale!” (versículos 4,14,17). Estas palabras son semejantes a las del Apocalipsis: “El que es sucio, sea sucio aún” (Apocalipsis 22:1111He that is unjust, let him be unjust still: and he which is filthy, let him be filthy still: and he that is righteous, let him be righteous still: and he that is holy, let him be holy still. (Revelation 22:11)).
Pero, como lo hemos dicho, este decreto definitivo no se dirige a Judá. “No se haga culpable Judá” dice Jehová (versículo 15). Cuán importante es esta palabra, para lo que todavía queda del pueblo de Dios, en el día presente. Ya el mal que ha invadido a la masa del pueblo hace estragos en medio de los que Dios conserva todavía como testimonio en medio de la infidelidad general. Pronto lo que hoy día queda de pie sufrirá la misma suerte que el conjunto de la nación. ¿Cómo preservarse del contagio? ¿Cómo permanecer en el terreno de bendición? ¿Pide Dios grandes cosas a Judá, que ya está empeñado doquier por la apostasía final? No, cuando hay tan poca fuerza, no pide más que un testimonio negativo, por así decirlo, como dice a Filadelfia: “No has negado mi nombre” (Apocalipsis 3:88I know thy works: behold, I have set before thee an open door, and no man can shut it: for thou hast a little strength, and hast kept my word, and hast not denied my name. (Revelation 3:8)). Abstente, tal es la orden del día. Quédate alejado de los que, bajo apariencia exterior respetable, o bajo nombres augustos y sagrados, no hacen más que cubrir la iniquidad y el abandono de Dios. “Ni os lleguéis a Gilgal, ni subáis a Bet-aven; ni juréis como aquellos, diciendo: ¡Vive Jehová!” (versículo 15). Estos lugares tan conocidos en la historia del pueblo de Dios habían pasado, por vía de conquista, después de la división del reino, de las manos de Benjamín a las de Efraim, y se encontraban por su posición al alcance inmediato de Judá, como trampa en su camino.
Gilgal, memorial de la victoria arrebatada sobre la muerte por el arca colocada en medio del Jordán; monumento duradero de la entrada de las doce tribus en Canaán; Gilgal, lugar de la circuncisión, de la supresión de la carne, del juicio pronunciado sobre ella y sin lo cual no era posible de tomar posesión del país de la promesa; Gilgal, lugar a donde Israel siempre volvía para encontrar allí el secreto de la victoria, lugar del toque de asamblea del pueblo fiel, había venido a ser un lugar de altares y de sacrificios profanos para Efraim, lugar en donde la transgresión se había multiplicado (Oseas 9:15; 12:1115All their wickedness is in Gilgal: for there I hated them: for the wickedness of their doings I will drive them out of mine house, I will love them no more: all their princes are revolters. (Hosea 9:15)
11Is there iniquity in Gilead? surely they are vanity: they sacrifice bullocks in Gilgal; yea, their altars are as heaps in the furrows of the fields. (Hosea 12:11)
; Amós 4:4; 5:54Come to Beth-el, and transgress; at Gilgal multiply transgression; and bring your sacrifices every morning, and your tithes after three years: (Amos 4:4)
5But seek not Beth-el, nor enter into Gilgal, and pass not to Beer-sheba: for Gilgal shall surely go into captivity, and Beth-el shall come to nought. (Amos 5:5)
).
Bet-El, “casa de Dios”, lugar de las promesas hechas a Jacob, lugar en donde había recibido su nombre de Israel, y en donde el Todopoderoso se había, como si por primera vez, revelado a él —Bet-El había venido a ser la casa de los becerros de oro, de su altar y del falso sacerdocio instituido por Jeroboam (1 Reyes 12; Amos 3:14)—. Como bien merecía el nombre de Bet-aven, “Casa de iniquidad”, ¡nombre con el cual Oseas lo deshonra por tres veces! (capítulos 4:15; 5:8; 10:5). En estos lugares en donde antiguamente Samuel el profeta de Jehová, regresaba de año en año, ya no se encontraba más que idolatría y falsos profetas. Tal era el culto de Efraim. Judá debía abstenerse. ¿No tenía el lugar en donde Jehová hacía morar Su nombre, en Jerusalem? Y si incluso este lugar estaba deshonrado, ¿era motivo para volver a la idolatría que tenía la impudencia de adornarse con el santo nombre de Jehová?
Esta llamada tan apremiante al que no se hiciera culpable ¿alcanzó el corazón de Judá? El capítulo siguiente nos contestará. Y hoy día, ¿qué harán los que en la cristiandad reciben la misma llamada? ¡No vayáis a Gilgal ni subáis a Bet-aven!