El nuevo Israel y la misericordia después de los juicios
Los capítulos 11-13 tienen esto en particular, a saber que, parecidos a los tres primeros capítulos, añaden al debate de los capítulos 4-10 palabras de apaciguamiento, destellos de esperanza, alusiones a un Libertador futuro, el recuerdo de las primeras muestras de gracia y la esperanza de liberaciones futuras. Estos capítulos preparan el capítulo final, la restauración plena de Israel en el camino del arrepentimiento. En todos los capítulos que preceden, un solo pasaje, y aun éste se pone como exhortación en la boca del profeta (6:1-3), podría aproximarse a los que vamos a encontrar. Aquí, hemos terminado en gran parte con las escenas de indignación tan fogosas, con las imágenes tan imprevistas cuyo texto tan a menudo nos vimos obligados a parafrasear, versículo tras versículo, para dar a entender su sentido. En el capítulo 11 la tormenta ya se aleja, pero no ha cesado del todo. Aquí y allá un estampido de trueno, un relámpago que cae, muestran que todo no ha terminado. Pero ya, de cuando en cuando, un rayo de sol perfora las sombrías nubes, el viento ya ruge en ráfagas inesperadas; un aliento más suave anuncia que la estación nueva no tardará en aparecer.
(Versículos 1-7).— Después de haber mencionado la destrucción total de Efraim y de su rey, el profeta vuelve a la historia pasada de Israel y nos relata cómo, en su juventud, Dios había tomado placer en él. Lo había adoptado, lo había llamado fuera de Egipto para conducirlo a Canaán, tal como había llamado a Abraham fuera de Ur de los Caldeos. Dios había hecho todo eso; Israel, en sí mismo, no tenía otro atractivo para Él que su juventud indefensa y el yugo de servidumbre que pesaba sobre él. Por Su libre elección Dios lo había amado y colocado en relación íntima con Él mismo. ¿Podría existir una intimidad mayor que la de un hijo con su padre? El profeta ya hizo alusión, en el capítulo 9:10, al precio que Jehová vinculaba con la posesión de Israel. ¿Qué es lo que el pueblo había hecho de todos esos privilegios? Se desviaban cuando los profetas venían a hablarles; y, cosa espantosa, “sacrificando a los Baales, y quemando incienso a las esculturas” (versículo 2). Esa conducta no había cansado la paciencia de Dios. Al tomar en cuenta la extremada juventud de Su pueblo, cual padre tierno lo haría con respecto a un niño pequeño, le había enseñado a andar (aquí encontramos a Efraim solo), lo había cogido en brazos, como un niño fatigado —¡qué amor, qué tiernos cuidados!— pero Efraim no había tenido ninguna consciencia de toda la solicitud de Dios por lo que a él se refiere: “mas ellos no reconocieron que yo les daba salud”. Dios los disculpaba aun. A medida que crecían, aumentaban para con ellos Sus cuidados, y éstos se adaptaban a su edad. Cual guía atento al bienestar de un viajero, Dios los ataba con cuerdas de amor para atraerles tras Él. Se les impedía a que se alimentasen libremente por el yugo que pesaba sobre sus quijadas; ¡cuántas veces Dios había aflojado el yugo para suavemente darles de comer! Todo ese cuadro de la ternura de Dios a su respecto es lo propio para tocar el corazón y alcanzar la conciencia de Su pueblo. Mas todo fue inútil. Cuántas veces durante la marcha en el desierto su corazón había vuelto a Egipto, cuántas veces desde su entrada en Canaán, se había orientado hacia el lado de este país de esclavitud, cuando surgían dificultades, fruto de su infidelidad. En esos días de ocaso, Efraim se caracterizó de modo particular por la búsqueda de los socorros de Egipto, como lo vimos en los capítulos anteriores, y en su historia. En adelante, dice Jehová, “Israel no había de volver a la tierra de Egipto; mas ahora el Asirio será su rey”. Todos sus instintos y sus deseos le llevaban a eso; en absoluto tomaba en cuenta el que Dios le había llamado fuera de Egipto —pero, dice el profeta, no efectuará ese retorno y será trasladado a unas regiones lejanas por el Asirio que se enseñoreará sobre él—. Otra fue la suerte de Judá; rebelde a la palabra de Jeremías, persistió en refugiarse en Egipto para huir el yugo de Babilonia, y no pudo escapar a la destrucción.
Tal es el fin de la historia de Efraim, pero, gracia infinita, no es fin de la historia de Dios. Se nos dice, en Mateo 2:15,15And was there until the death of Herod: that it might be fulfilled which was spoken of the Lord by the prophet, saying, Out of Egypt have I called my son. (Matthew 2:15) que José tomó al pequeño niño Jesús y se retiró a Egipto, “para que se cumpliera lo dicho por el Señor, por medio del profeta, que dijo: De Egipto llamé a mi Hijo”. Tal era (¿había de creerse?) el propósito de la profecía de Oseas; se cumplía en ese acontecimiento. Dios tenía otro, un segundo Israel, objeto de Sus consejos de eternidad; ése había de glorificarle y contestar a todas las exigencias de Su santidad, de Su justicia y de Su amor. La viña de Israel que Jehová había plantado no había producido para Dios más que racimos silvestres (Isaías 5); la “vid lozana” había llevado fruto para sí mismo (10:1). Por lo tanto fueron rotos sus cercos y las bestias del campo lo ramonearon. Mas el Señor mirará desde los cielos y en cierto momento visitará ese pie de viña que Su derecha había plantado y esa provena que había fortalecido para Sí —es decir, que restablecerá a Israel—. Pero ¿cómo? “Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, y sobre el hijo del hombre que para ti fortaleciste”. Israel resucitará y nuevamente será introducido en la bendición por el verdadero hijo de la diestra de Dios (Salmo 80), por la vid verdadera (Juan 15) que sólo puede llevar para Jehová los sarmientos de Israel. Solamente la vid verdadera no aguarda su gloria futura de Mesías, para llevar fruto para Dios. Lo lleva ahora en la tierra y todos los sarmientos de entre las naciones que hoy están en relación viva con él aquí en la tierra, formarán en la gloria su Esposa celestial, mientras que Israel, unido con su Mesías, volverá a aparecer en el reino milenario como la vid de Jehová.
(Versículos 8-11).— En el capítulo 6:4, Dios había preguntado: “¿Qué te haré, oh Efraim?”, mostrando que ya no había juicio bastante severo para él y para Judá. Aquí exclama: “¿Cómo te he de abandonar, oh Efraim? ¿Podré yo entregarte, oh Israel?”. Cristo, el verdadero Israel, habiendo sido llamado fuera de Egipto, un medio había sido encontrado para hacer intervenir la gracia. ¿Haría Dios de Israel lo que había hecho de los reyes de Canaán, de los reyes de Adma y de Zeboim, en los días de Abraham? (Génesis 14:22That these made war with Bera king of Sodom, and with Birsha king of Gomorrah, Shinab king of Admah, and Shemeber king of Zeboiim, and the king of Bela, which is Zoar. (Genesis 14:2)). No, dice, “¡se ha revuelto mi corazón dentro de mí, mis compasiones todas juntas están encendidas! ¡No ejecutaré el ardor de mi ira, no volveré para destruir a Efraim: porque Dios soy, y no hombre, el Santo que estoy en medio de ti; y no vendré a ti en ira!” (versículos 8-9). Llegará un día cuando sus caminos cambiarán hacia su pueblo, cuando dará libre curso a sus compasiones; es Dios, y la ira no es parte de su Ser, aunque haya sido obligado a manifestar su justicia en juicio —mas es amor—. Es Santo, sin duda, en medio de Su pueblo, y es preciso que éste lo sepa y que haga la experiencia, pero es ante todo un Dios cuyas compasiones todas juntas están encendidas. Jesús ¿no lo fue, Él, Hijo de Dios llamado fuera de Egipto? Habiendo venido como Dios, como Emanuel, a Israel, ¿era para juzgar? Su vida ¿no ha sido de un extremo a otro, una vida de compasión? (Véanse Mateo 9:36; 14:14; 18:27; 20:3436But when he saw the multitudes, he was moved with compassion on them, because they fainted, and were scattered abroad, as sheep having no shepherd. (Matthew 9:36)
14And Jesus went forth, and saw a great multitude, and was moved with compassion toward them, and he healed their sick. (Matthew 14:14)
27Then the lord of that servant was moved with compassion, and loosed him, and forgave him the debt. (Matthew 18:27)
34So Jesus had compassion on them, and touched their eyes: and immediately their eyes received sight, and they followed him. (Matthew 20:34); Marcos 6:34; 9:2234And Jesus, when he came out, saw much people, and was moved with compassion toward them, because they were as sheep not having a shepherd: and he began to teach them many things. (Mark 6:34)
22And ofttimes it hath cast him into the fire, and into the waters, to destroy him: but if thou canst do any thing, have compassion on us, and help us. (Mark 9:22); Lucas 10:33; 15:2033But a certain Samaritan, as he journeyed, came where he was: and when he saw him, he had compassion on him, (Luke 10:33)
20And he arose, and came to his father. But when he was yet a great way off, his father saw him, and had compassion, and ran, and fell on his neck, and kissed him. (Luke 15:20)). Vino a manifestar a ese pueblo miserable y a todos los hombres lo que había en Su corazón, en el corazón de Dios para ellos. Por eso, resumiendo todo lo que acababa de revelar en cuanto a los pensamientos de Dios hacia el hombre, el apóstol Pablo podía decir: “Os ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios” (Romanos 12:11I beseech you therefore, brethren, by the mercies of God, that ye present your bodies a living sacrifice, holy, acceptable unto God, which is your reasonable service. (Romans 12:1)). Es la venida del Hijo de Su diestra, del verdadero Benjamín, primer nacido aunque último nacido, quien abrió la esclusa de las compasiones de Dios, mientras que el Dios santo, en el gobierno de Su pueblo, después de haber abierto la esclusa de Sus juicios, debería haberles dado curso hasta su agotamiento.
¡Qué cambio se operó con la venida de Cristo! La historia de Israel volvió a empezar con Él, para la gloria de Dios, que Su antiguo pueblo había librado al oprobio. Este nuevo Israel, joven niño, era Aquel de quien Dios había dicho: “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Salmo 2). Lo llamó fuera de Egipto, para introducirlo como Rey en Canaán sobre Su pueblo terrenal; también lo llamó fuera de Egipto, fuera del mundo, para introducirlo, y todos Sus rescatados con Él, en las delicias del Canaán celestial.
Entonces, dice el profeta, “En pos de Jehová andarán” (versículo 10). El león de Judá tan solo tendrá que hacer oír su rugido, para que “los hijos” acudan de todas partes hacia Él. Ya no rugirá contra ellos, sino contra las naciones que los han avasallado; ellos tendrán confianza en este rugido. Llegarán desde Occidente (Judá), de Asiria (Israel). A todo vuelo huirán de Egipto, como antiguamente cuando el Señor los llamaba para que saliesen de allí.
¿No tenemos razón de decir que semejante capítulo respira la compasión todavía más que los juicios, la esperanza de Israel más que su destrucción? ¡Es que el pequeño niño, el segundo Adam, va a perecer, y que ya el profeta lo anuncia con palabras misteriosas!
El retorno de las diez tribus no tomará lugar sino “después de la gloria”; el retorno nacional de Judá tendrá lugar antes, en la incredulidad, cuando los “navíos rápidos” volverán a traer este pueblo a Palestina, pero “Aun cuando el número de los hijos de Israel fuere como las arenas del mar, un resto solamente será salvo” (Romanos 9:2727Esaias also crieth concerning Israel, Though the number of the children of Israel be as the sand of the sea, a remnant shall be saved: (Romans 9:27)). Dios solo reconocerá como pueblo Suyo a aquellos que habrá sellado, al frente Judá, la tribu del gran Rey, en la retaguardia, la tribu del Hijo de Su derecha (Apocalipsis 7:5-85Of the tribe of Juda were sealed twelve thousand. Of the tribe of Reuben were sealed twelve thousand. Of the tribe of Gad were sealed twelve thousand. 6Of the tribe of Aser were sealed twelve thousand. Of the tribe of Nepthalim were sealed twelve thousand. Of the tribe of Manasses were sealed twelve thousand. 7Of the tribe of Simeon were sealed twelve thousand. Of the tribe of Levi were sealed twelve thousand. Of the tribe of Issachar were sealed twelve thousand. 8Of the tribe of Zabulon were sealed twelve thousand. Of the tribe of Joseph were sealed twelve thousand. Of the tribe of Benjamin were sealed twelve thousand. (Revelation 7:5‑8)).