Se dirá que siguen permaneciendo en la iglesia la Palabra y el Espíritu. Y es una magna verdad. Bendito sea Dios por esto. Ésta es toda la base de mi confianza. Lo que la iglesia necesita es aprender a apoyarse en esto. Es por eso por lo que estoy indagando qué es lo que dicen la Palabra y el Espíritu acerca del estado de la iglesia caída, en lugar de arrogarme una competencia para llevar a cabo aquello que el Espíritu ha referido acerca de la primera condición de la iglesia. De lo que me quejo es de que se hayan seguido pensamientos humanos, y de que se haya imitado aquello que el Espíritu ha registrado de lo que existió en la iglesia primitiva, en lugar de buscar aquello que la palabra y el Espíritu han declarado acerca de nuestra actual condición. La misma palabra y el mismo Espíritu que habló por Isaías diciendo a los moradores de Jerusalén que estuviesen quedos y que Dios los preservaría de los asirios, dijo por boca de Jeremías que el que saliese y se entregase a los caldeos salvaría la vida. La fe y la obediencia en el primer caso era nada menos que presunción y desobediencia en el otro caso. Algunos dirán que esto tiene la tendencia de causar confusión en las mentes sencillas. La obediencia a la Palabra con una mente humilde nunca conduce a la confusión. Quiero añadir que aquellos que están dedicados a restaurar toda la iglesia deberían estar bien instruidos en la Palabra y abstenerse de hacer nada bajo el pretexto de la simplicidad. La humildad que siente de manera genuina la verdadera condición de la iglesia nos preserva de pretensiones que nos llevan a actividades no autorizadas por la Palabra. La realidad es que las Escrituras, incluso las que han sido ya citadas, demuestran que la condición de la dispensación al llegar a su fin será justamente la inversa de la que era al comenzar. Y el texto citado de Romanos 11:2222Behold therefore the goodness and severity of God: on them which fell, severity; but toward thee, goodness, if thou continue in his goodness: otherwise thou also shalt be cut off. (Romans 11:22) es decisivo acerca de este punto, de que Dios cortaría la dispensación en lugar de restaurarla, si no continuaba en la bondad de Dios.
El pasaje: “Mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis”, contiene un principio sumamente seguro y de gran valor. La presencia del Espíritu Santo es la clave de todas nuestras esperanzas. Pero esta alentadora profecía de Hageo no condujo a Nehemías, que era fiel a Dios, a dedicarse, cuando Israel volvió del cautiverio, a llevar a cabo la tarea que había sido asignada a Moisés, quien había sido fiel en toda su casa al comienzo de la dispensación. No, sino que confiesa, de la manera más llana y triste, la caída condición de Israel y que estaban “en gran aflicción”. Le vemos llevando a cabo lo que le autorizaba la Palabra, en las circunstancias en las que él se encontraba; pero nunca emprendió hacer un arca del pacto, como la había hecho Moisés y debido a que Moisés la había hecho —ni a imitar de alguna manera la shejiná, que sólo Dios podía hacer, ni el Urim y el Tumim, ni poner en orden las genealogías mientras ni hubiese Urim y Tumim—. Pero se nos dice en la Palabra que él tuvo bendición como no la había habido “desde los días de Josué”, porque fue fiel a Dios en las circunstancias en las que se encontraba, sin pretender hacer nuevamente lo que Moisés había hecho y había quedado destruido por el pecado de Israel. Si hubiese emprendido tal cosa, se habría tratado de un acto de presunción, no de obediencia. En tales circunstancias, nuestro deber es la obediencia, no la imitación de los apóstoles. Claro, es mucho más mortificante; pero al menos es más humilde y seguro. Y esto es todo lo que yo pido o deseo, que la iglesia sea más humilde. No es obediencia quedarse satisfecho con los males actuales, como si no pudiésemos hacer nada; pero tampoco es obediencia imitar las acciones de los apóstoles. La conciencia de la presencia del Espíritu Santo nos libera a la vez del mal pensamiento de sentirnos obligados a permanecer en aquello que es malo, y de la pretensión de hacer más de lo que el Espíritu Santo está haciendo a la vez —o de considerar que cualquiera de estos dos estados sea conforme al orden divino.
Quizá alguien me pregunte: ¿Es que tenemos que cruzarnos de brazos y quedarnos pasivos hasta que tengamos apóstoles? No, no se trata de esto en absoluto. Sólo que dudo de que sea la voluntad de Dios que hagas lo que hicieron los apóstoles. Y añado que Dios ha dejado suficientes instrucciones a los cristianos fieles para el estado de cosas en el que se encuentra la iglesia ahora. Seguir estas instrucciones es obedecer más fielmente que si nos dedicamos a imitar a los apóstoles; y el Espíritu de Dios está siempre con nosotros para fortalecernos en este camino de verdadera obediencia.