Capítulo 3

 
Habiendo hablado del día del Señor y sus efectos en el capítulo 2, Isaías trata de nuevo con el estado existente del pueblo en el capítulo 3; dejando claro también cómo Dios los estaba castigando, y continuaría haciéndolo. El hambre, la confusión y la opresión, con las miserias que la acompañan, de modo que Jerusalén se arruinara, podrían no sobrevenirles inmediatamente, pero al final lo harían, aunque Dios favorecería a los justos, como lo indica el versículo 10. Los ancianos y los príncipes del pueblo fueron los líderes de la maldad de aquel día.
Pero la maldad del día no se limitaba a los líderes, ni a los hombres de la nación, como se describe en los versículos 2 y 3. Las mujeres también estaban profundamente implicadas. Su estado es denunciado desde el versículo 16 hasta el final del capítulo. Adoptaron todos los artificios, bien practicados en el mundo pagano, para aumentar la seducción de sus atracciones; Y, como dicen los versículos finales, los mismos hombres que trataron de atraer caerían por la espada, y así les fallarían.
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