Mas ahora los más mozos de días que yo, se ríen de mí; Cuyos padres yo desdeñara ponerlos con los perros de mi ganado.
Porque ¿para qué yo habría menester la fuerza de sus manos, En los cuales había perecido con el tiempo?
Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; Huían á la soledad, á lugar tenebroso, asolado y desierto.
Que cogían malvas entre los arbustos, Y raíces de enebro para calentarse.
Eran echados de entre las gentes, Y todos les daban grita como al ladrón.
Habitaban en las barrancas de los arroyos, En las cavernas de la tierra, y en las rocas.
Bramaban entre las matas, Y se reunían debajo de las espinas.
Hijos de viles, y hombres sin nombre, Más bajos que la misma tierra.
Y ahora yo soy su canción, Y he sido hecho su refrán.
Abomínanme, aléjanse de mí, Y aun de mi rostro no detuvieron su saliva.
Porque Dios desató mi cuerda, y me afligió, Por eso se desenfrenaron delante de mi rostro.
A la mano derecha se levantaron los jóvenes; Empujaron mis pies, Y sentaron contra mí las vías de su ruina.
Mi senda desbarataron, Aprovecháronse de mi quebrantamiento, Contra los cuales no hubo ayudador.
Vinieron como por portillo ancho, Revolviéronse á mi calamidad.
Hanse revuelto turbaciones sobre mí; Combatieron como viento mi alma, Y mi salud pasó como nube
Y ahora mi alma está derramada en mí; Días de aflicción me han aprehendido.
De noche taladra sobre mí mis huesos, Y mis pulsos no reposan.
Con la grande copia de materia mi vestidura está demudada; Cíñeme como el cuello de mi túnica.
Derribóme en el lodo, Y soy semejante al polvo y á la ceniza.
Clamo á ti, y no me oyes; Preséntome, y no me atiendes.
Haste tornado cruel para mí: Con la fortaleza de tu mano me amenazas.
Levantásteme, é hicísteme cabalgar sobre el viento, Y disolviste mi sustancia.
Porque yo conozco que me reduces á la muerte; Y á la casa determinada á todo viviente.
Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿Clamarán los sepultados cuando él los quebrantare?
¿No lloré yo al afligido? Y mi alma ¿no se entristeció sobre el menesteroso?
Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; Y cuando esperaba luz, la oscuridad vino.
Mis entrañas hierven, y no reposan; Días de aflicción me han sobrecogido.
Denegrido ando, y no por el sol: Levantádome he en la congregación, y clamado.
He venido á ser hermano de los dragones, Y compañero de los buhos.
Mi piel está denegrida sobre mí, Y mis huesos se secaron con ardentía.
Y hase tornado mi arpa en luto, Y mi órgano en voz de lamentadores.