Jueces 10:6-18: Nuevo oscurecer y arrepentimiento

Judges 10:6‑18
Una vez más, la sexta, la Palabra de Dios repite: “Los hijos de Israel tornaron a hacer lo malo en ojos de Jehová”. Los tiempos apacibles de Tola y Jair que han pasado, no impiden al pueblo caer de más en más: Israel está preso por un frenesí idolátrico, no parece hallar entre los pueblos que le rodean bastantes dioses para adorar, los Baales, Astarot, los dioses de Siria, los de Sidón, de Moab, de Amón y de los Filisteos. Jamás se ven a tantos reunidos en “la casa de Dios”: es la más completa idolatría: siete clases de demonios: esta situación nos hace recordar a María Magdalena, librada de su esclavitud un día.
Esta vez el castigo es terrible, Jehová “los vende en manos de los Filisteos y de los hijos de Amón, los cuales molieron y quebrantaron a los hijos de Israel” (versículo 7). La esfera donde Jair, la luz, había ejercido su influencia se cambia en oscuridad: los hijos de Amón quebrantan a Galaad. Luego pasan el Jordán para hacer guerra contra Judá, Benjamín y Efraim (versículo 9). La situación es grave: “Fue Israel en gran manera afligido”, molido y quebrantado durante dieciocho años: “Dieciocho años encorvado, ligado por Satanás” (Lucas 13:1616And ought not this woman, being a daughter of Abraham, whom Satan hath bound, lo, these eighteen years, be loosed from this bond on the sabbath day? (Luke 13:16)). Bajo la presión de las circunstancias, la gracia opera una obra en la conciencia del pueblo: hecho notable, a medida que la apostasía se desarrolla, los despertares van profundizándose en las conciencias, aunque nunca alcanzan la totalidad del pueblo. En tiempo de Débora y Barac, el cántico puso en plena luz los privilegios del pueblo de Dios, pero no alcanzó su conciencia: en tiempo de Gedeón el arrepentimiento había sido más hondo, pero la fe era la porción de sólo un puñadito de hombres.
Ahora la luz divina penetrando en la conciencia de Israel lo conduce a juzgarse profundamente: “Nosotros hemos pecado contra Ti, hemos dejado nuestro Dios y servido los Baales” (versículo 10); y para avivar la llaga y penetrar más hondo, Jehová les respondió: “¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los Amorreos, de los Amonitas, de los Filisteos, de los de Sidón, de Amalec y de Maón: y clamando a Mí, os he librado de sus manos?” Jehová les nombra siete naciones bajo el yugo de las cuales habían gemido, “mas vosotros Me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos”. Luego, clavando como un flecha en sus conciencias estas palabras, agrega: “Por tanto no os libraré más, andad y clamad a los dioses que os habéis elegido, que os libre en el día de vuestra aflicción” (versículo 11). Jehová parece dar las espaldas a Su pueblo: Israel debe hacer la amarga experiencia —la que muchos han hecho después de él— que los recursos buscados en el mundo o entre los enemigos de Dios son engañadores y vanos. En el día de la prosperidad se cree hallar satisfacción y apoyo en ellos, mas venida la angustia, “la caña” en la cual se han apoyado, les traspasa la mano (Isaías 36:66Lo, thou trustest in the staff of this broken reed, on Egypt; whereon if a man lean, it will go into his hand, and pierce it: so is Pharaoh king of Egypt to all that trust in him. (Isaiah 36:6)).
Al oír estas palabras, Israel pródigo, da un nuevo paso en el camino saludable adonde el Espíritu de Dios le conduce: “Hemos pecado” (“he pecado contra el cielo y contra ti”), “haz Tú con nosotros como bien Te pareciere” (versículo 15). Este trabajo de conciencia no sería real si no llevara sus frutos: “Quitaron de entre sí los dioses ajenos y sirvieron a Jehová” (versículo 16). ¿Quedaría sordo Dios a su clamor? Y he aquí sucede algo que demuestra su corazón: es Jehová ahora quien siente angustia por Israel, “Su alma fue angustiada a causa del trabajo de Israel”; “En toda angustia de ellos, Él fue angustiado” (Isaías 63:99In all their affliction he was afflicted, and the angel of his presence saved them: in his love and in his pity he redeemed them; and he bare them, and carried them all the days of old. (Isaiah 63:9)). El alma de Jehová, insondable en Su amor, está angustiada por las miserias de Su pueblo: “Llora a causa de su soberbia” (Jeremías 13:1717But if ye will not hear it, my soul shall weep in secret places for your pride; and mine eye shall weep sore, and run down with tears, because the Lord's flock is carried away captive. (Jeremiah 13:17)). Más tarde, cuando Jesús está frente a la muerte que debe sufrir y al pecado que debe llevar, “comenzó a atemorizarse y a angustiarse”, dijo: “Mi alma está muy triste hasta la muerte”. Israel sufría a consecuencia de sus pecados: Jesús sufrió por Su obediencia.
El carácter de un verdadero despertar debe ser un profundo arrepentimiento: sigue un trabajo de conciencia marcado por la santificación, es decir el abandono de los ídolos: luego vuelven a servir a Jehová. Sin embargo, por bendito que haya sido el día en que hubo llegado el arrepentimiento, después de dieciocho años bajo la esclavitud de “siete demonios” y el quebrantamiento de la disciplina, se nota en Israel una falta total del conocimiento de las verdades fundamentales que Dios le había confiado. Israel no tiene conciencia de su unidad como pueblo: los de Galaad hacen bando aparte: su estado moral es tan bajo que no hay un solo hombre de fe para ayudarles. Jehová no suscita ningún servidor como lo hiciera en tiempo de Gedeón: los príncipes y el pueblo de Galaad lo buscan entre ellos: “¿Quién será el que comenzará batalla contra los hijos de Amón?” (versículo 18): pero no hay ninguno.
Desconocen la autoridad de Dios y Su dirección: antes habían pedido a Jehová: “¿Quién será el que comenzará la batalla?” (capítulos 1:1; 20:18): ahora se preguntan el uno al otro. Si la Palabra de Dios es desconocida, la oración lo es también: nadie pide a Dios. ¡Cuán distinto fue el llamamiento de Gedeón y su formación y de qué manera la intromisión del hombre en la obra de Dios es característica en los tiempos de la decadencia! Pues la consecuencia se hará sentir a continuación y en los resultados de la operación que van a emprender. Para ganarse a un hijo de ramera, a un fugitivo rodeado de hombres ociosos, por quien esperan ser salvados: necesitan entrar en negociaciones que les recordará sus errores.