El triunfo de las armas de Jehová ha dado a Israel la señal de un despertar, al cual el Espíritu de Dios proporciona un carácter particular mediante las expresiones desbordantes que acuden a los labios de la profetisa Débora, junto con Barac en el cántico que celebra las bendiciones recobradas. Anuncia además mediante “la lámpara profética que alumbra en lugar oscuro” todavía esplendores del porvenir: “En aquel día cantó Débora con Barac, hijo de Abinoam” (versículo 1).
La primera cosa que sigue a la victoria es la alabanza, muy diferente ahora sin duda, en un tiempo de ruina, de lo que había sido en el principio. Salido de Egipto, libre de su esclavitud, Israel elevó un himno a Jehová en las orillas del mar Rojo. Representemos la armonía de estas seiscientas mil voces fundidas en una, para celebrar el triunfo de Jehová sobre Egipto y el mar: ni una voz faltaba, ni un corazón. ¡Qué contraste ofrecen estas dos voces! Una mujer y un hombre cantan, pero el Señor está presente y el Espíritu de Dios también; y si los cantores son testigos de la decadencia, tienen motivos para gozarse y celebrar el poder de Jehová.
La alabanza constituye el sello de un verdadero despertar; alabar es la primera necesidad de los que se reconocen como hijos de Dios. Si Boquim, es decir las lágrimas, es el punto de partida hacia la lucha, la alabanza es el punto de llegada. Aunque son dos voces solamente las que se oyen, Débora y Barac no hacen bando aparte, y aunque todo el pueblo no se regocije con ellos, están sin embargo conscientes de la unidad del pueblo de Dios. Su alabanza es la expresión de lo que todo Israel hubiera debido decir. Estas son precisamente las experiencias de los que se reúnen en torno al Señor y en Su solo nombre, así sean dos o tres, como Débora y Barac; y al celebrar la muerte del Señor y Su victoria, testifican también de la unidad del cuerpo de Cristo.
“Cantó Débora con Barac hijo de Abinoam diciendo: porque ha vengado las injurias de Israel, porque los jefes se pusieron adelante en Israel, por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo: ¡bendecid a Jehová!” (versículo 2). Dos motivos promueven para bendecir a Jehová: el primero es la obra que la gracia y el poder de Dios ha realizado en los conductores y en el pueblo. Dios mismo se complace en reconocer y estimular la menor energía manifestada en Israel, como la reconoce y estimula hoy (Apocalipsis 2 y 3); “porque el pueblo se ha ofrecido de su voluntad ¡load a Jehová!”. El segundo motivo de alabanza es importante de discernir: Dios ha vengado las injurias de Israel. Pero notemos que las injurias que sufría, abatido bajo los carros de Jabín, no provenían sino de su propia desobediencia, como la Iglesia sufre las consecuencias de su infidelidad. Ahora bien, un despertar realizado en Israel, como un verdadero retorno a la santidad en la congregación de los corintios, juzgando y “vengándose” de toda desobediencia carnal, promueve la gratitud. Cuando el castigo y la tristeza que es según Dios han producido “solicitud, defensa, enojo, temor, gran deseo, celo y vindicación”, después de las lágrimas, hay gozo y consolación: tal ha sido la experiencia del apóstol Pablo y también la de los Corintios (2 Corintios 7:9-159Now I rejoice, not that ye were made sorry, but that ye sorrowed to repentance: for ye were made sorry after a godly manner, that ye might receive damage by us in nothing. 10For godly sorrow worketh repentance to salvation not to be repented of: but the sorrow of the world worketh death. 11For behold this selfsame thing, that ye sorrowed after a godly sort, what carefulness it wrought in you, yea, what clearing of yourselves, yea, what indignation, yea, what fear, yea, what vehement desire, yea, what zeal, yea, what revenge! In all things ye have approved yourselves to be clear in this matter. 12Wherefore, though I wrote unto you, I did it not for his cause that had done the wrong, nor for his cause that suffered wrong, but that our care for you in the sight of God might appear unto you. 13Therefore we were comforted in your comfort: yea, and exceedingly the more joyed we for the joy of Titus, because his spirit was refreshed by you all. 14For if I have boasted any thing to him of you, I am not ashamed; but as we spake all things to you in truth, even so our boasting, which I made before Titus, is found a truth. 15And his inward affection is more abundant toward you, whilst he remembereth the obedience of you all, how with fear and trembling ye received him. (2 Corinthians 7:9‑15)).
“Oíd reyes: estad oh príncipes atentos: que yo a Jehová, sí, yo le cantaré: cantaré un himno a Jehová, el Dios de Israel” (versículo 3). La alabanza pertenece al vencedor; su voz se alza aquí sobre el campo de batalla; los reyes de la tierra y los príncipes son llamados a escuchar. El objeto de la alabanza es el Rey de los reyes, el Señor de los señores, el Ungido de Jehová, contra quien estos mismos reyes y príncipes habían tramado la muerte (Salmo 2:22The kings of the earth set themselves, and the rulers take counsel together, against the Lord, and against his anointed, saying, (Psalm 2:2)). Pero Él los venció; magulló la cabeza de su poder, destruyó sus carros. Y si la voz de las alabanzas de los creyentes llega a sus oídos, están convidados a entender y admitir corrección (Salmo 2:1010Be wise now therefore, O ye kings: be instructed, ye judges of the earth. (Psalm 2:10)). Esta voz llegó a oídos de muchos; por boca del apóstol Pablo, el nombre de Jesús ha sido “llevado en presencia de los gentiles, y de reyes”, hasta la casa de César en Roma.
“Cuando saliste de Seir oh Jehová, cuando marchaste del campo de Edom, la tierra tembló, también los cielos destilaron y las nubes gotearon agua. Los montes se derritieron delante de Jehová, aqueste Sinaí, delante de Jehová Dios de Israel” (versículos 4-5). En su alabanza Débora anuncia la venida de Jehová: la que Moisés había proclamado ya: “Jehová vino de Sinaí y de Seir les resplandeció; resplandeció del monte de Parán y vino con diez mil santos” (Deuteronomio 33:22And he said, The Lord came from Sinai, and rose up from Seir unto them; he shined forth from mount Paran, and he came with ten thousands of saints: from his right hand went a fiery law for them. (Deuteronomy 33:2)); David la recuerda: “oh Dios cuando tú saliste delante de Tu pueblo, cuando anduviste por el desierto, la tierra tembló, destilaron los cielos a la presencia de Dios”; pero es para darle mayor perspectiva: “los carros de Dios son veinte mil y más millares de ángeles” (Salmo 68:7-177O God, when thou wentest forth before thy people, when thou didst march through the wilderness; Selah: 8The earth shook, the heavens also dropped at the presence of God: even Sinai itself was moved at the presence of God, the God of Israel. 9Thou, O God, didst send a plentiful rain, whereby thou didst confirm thine inheritance, when it was weary. 10Thy congregation hath dwelt therein: thou, O God, hast prepared of thy goodness for the poor. 11The Lord gave the word: great was the company of those that published it. 12Kings of armies did flee apace: and she that tarried at home divided the spoil. 13Though ye have lien among the pots, yet shall ye be as the wings of a dove covered with silver, and her feathers with yellow gold. 14When the Almighty scattered kings in it, it was white as snow in Salmon. 15The hill of God is as the hill of Bashan; an high hill as the hill of Bashan. 16Why leap ye, ye high hills? this is the hill which God desireth to dwell in; yea, the Lord will dwell in it for ever. 17The chariots of God are twenty thousand, even thousands of angels: the Lord is among them, as in Sinai, in the holy place. (Psalm 68:7‑17)). El profeta Habacuc ve a Dios venir: “Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de Su alabanza” (Habacuc 3:11A prayer of Habakkuk the prophet upon Shigionoth. (Habakkuk 3:1)). El profeta Isaías a su vez pregunta: “¿Quién es éste ... éste hermoso en Su vestido, que marcha en la grandeza de Su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar” (Isaías 63: 1-2). En cada uno de estos textos hallamos expresiones que celebran la venida de Jehová en el Antiguo Testamento, pero la profecía abre su perspectiva hasta la venida en gloria de Aquel que una vez fue rechazado de este mundo.
Pero la alabanza de Débora nos revela un principio de mucha importancia, y que caracteriza un verdadero despertar; los creyentes son impelidos a volver a las bendiciones primeras: buscan lo que Dios ha hecho desde el principio. Débora, David, Isaías, Habacuc, celebran la gloria de Jehová como había aparecido en el principio a Israel; dándole mayor perspectiva aún. Los ojos de los creyentes no se detienen en la miseria e infidelidad que caracterizan su tiempo; exclaman también: ¡Ved lo que ha hecho Dios! (Números 23:2323Surely there is no enchantment against Jacob, neither is there any divination against Israel: according to this time it shall be said of Jacob and of Israel, What hath God wrought! (Numbers 23:23)). Si el volver a lo que “era desde el principio” es una verdad para Israel, cuánto más lo es para el pueblo cristiano. La Palabra de Dios está en nuestras manos, volvamos pues a lo que nos ha sido anunciado por “los que desde el principio lo vieron con sus propios ojos y fueron ministros de la Palabra” (Lucas 1:22Even as they delivered them unto us, which from the beginning were eyewitnesses, and ministers of the word; (Luke 1:2); 1 Juan 2:2424Let that therefore abide in you, which ye have heard from the beginning. If that which ye have heard from the beginning shall remain in you, ye also shall continue in the Son, and in the Father. (1 John 2:24)). No es tan sólo para la salvación de nuestras almas que hemos de volver al fundamento establecido, mas también para lo concerniente a la Iglesia, y como Débora aquí, para anunciar y celebrar el retorno del Señor. Los santos no tienen otro fundamento que lo que Dios estableció “desde el principio”.
“En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael, estuvieron desiertos los caminos, cesaron los caminos, y los que andaban por la senda apartábanse por torcidos senderos; las ciudades abiertas habían sido abandonadas” (versículos 6-7). Un nuevo principio aparece aquí: a la par de reconocer el estado deficiente y ruin en que se hallan, los fieles no tratan de disimular, ni excusar el mal; al contrario, lo juzgan según Dios.
Tres puntos merecen nuestra atención aquí:
1) Los caminos estaban desiertos, y en vez de andar por caminos espaciosos, se iban por sendas torcidas: no había seguridad en los caminos donde todos habían andado juntos otrora: “Cada cual se apartaba por su camino ... El camino de paz” había desaparecido: como en la Iglesia hubo un tiempo en que había desaparecido “el camino, la verdad y la vida”; y menos aún se conocía “el camino hacia el lugar santísimo”: habían dejado el camino derecho “para seguir el camino de Balaam” (2 Pedro 2:1515Which have forsaken the right way, and are gone astray, following the way of Balaam the son of Bosor, who loved the wages of unrighteousness; (2 Peter 2:15)).
2) “Las ciudades abiertas” donde el pueblo gozaba libertad, sin muralla, habían sido abandonadas; las ciudades abiertas, es decir la unión visible del pueblo de Dios había desaparecido; ¿acaso se ve mejor hoy la unidad de la familia de Dios? ¿Comprendemos los cristianos lo que significan estas palabras: “Os habéis llegado al monte de Sión y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalem la celestial y a la compañía de muchos millares de ángeles”? (Hebreos 12:2222But ye are come unto mount Sion, and unto the city of the living God, the heavenly Jerusalem, and to an innumerable company of angels, (Hebrews 12:22)). Si un reducido número de creyentes manifiestan y gozan de la “libertad en que Cristo nos ha hecho libres” (Gálatas 5:11Stand fast therefore in the liberty wherewith Christ hath made us free, and be not entangled again with the yoke of bondage. (Galatians 5:1)), todos sin embargo pertenecen a esa Jerusalem de arriba la cual es libre y madre de todos nosotros (Gálatas 4:2626But Jerusalem which is above is free, which is the mother of us all. (Galatians 4:26)).
3) “Escogían nuevos dioses, entonces la guerra estaba a las puertas”. Dios, el verdadero Dios, había sido olvidado, Su pueblo lo había reemplazado por nuevos dioses como también la idolatría reemplazó a Cristo en la cristiandad. “¿Veíanse por ventura escudos o lanzas entre cuarenta mil de Israel?” No había ya armas para combatir; y en la cristiandad, ¿qué se ha hecho del cinto de la verdad, de la cota de justicia, del escudo de la fe, del yelmo de salud y de la espada del Espíritu? No es de extrañar si los cristianos han sido desalojados de sus bendiciones celestiales.
Débora no esconde el mal que existe en Israel, lo denuncia abiertamente, porque la responsabilidad del creyente es de abrir los ojos sobre el desorden que hay en la casa de Dios y limpiarse del mismo. Pero esto no basta; Débora agrega: “Mi corazón está por los príncipes de Israel, los que con buena voluntad se ofrecieron de entre el pueblo” (versículo 9). Aquí hallamos otro principio: el Espíritu de Dios que dirige a la profetisa reconoce el bien allí donde se manifiesta, y se asocia a él. El corazón de Dios está con los fieles en Israel, con los que se ofrecieron de buena voluntad para la obra a favor de Su pueblo. Reconociendo este bien, Débora exclama: ¡bendecid a Jehová!
Para la construcción del Tabernáculo de Dios en el desierto, el pueblo había ofrecido el material con toda buena voluntad y mucho más de lo que se necesitaba (Éxodo 36:3-53And they received of Moses all the offering, which the children of Israel had brought for the work of the service of the sanctuary, to make it withal. And they brought yet unto him free offerings every morning. 4And all the wise men, that wrought all the work of the sanctuary, came every man from his work which they made; 5And they spake unto Moses, saying, The people bring much more than enough for the service of the work, which the Lord commanded to make. (Exodus 36:3‑5)); cuando la construcción del Templo de Jehová, David exclama: “Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos aprestado para edificar casa a Tu nombre, de Tu mano es, y todo es Tuyo” (1 Crónicas 29:9-169Then the people rejoiced, for that they offered willingly, because with perfect heart they offered willingly to the Lord: and David the king also rejoiced with great joy. 10Wherefore David blessed the Lord before all the congregation: and David said, Blessed be thou, Lord God of Israel our father, for ever and ever. 11Thine, O Lord, is the greatness, and the power, and the glory, and the victory, and the majesty: for all that is in the heaven and in the earth is thine; thine is the kingdom, O Lord, and thou art exalted as head above all. 12Both riches and honor come of thee, and thou reignest over all; and in thine hand is power and might; and in thine hand it is to make great, and to give strength unto all. 13Now therefore, our God, we thank thee, and praise thy glorious name. 14But who am I, and what is my people, that we should be able to offer so willingly after this sort? for all things come of thee, and of thine own have we given thee. 15For we are strangers before thee, and sojourners, as were all our fathers: our days on the earth are as a shadow, and there is none abiding. 16O Lord our God, all this store that we have prepared to build thee an house for thine holy name cometh of thine hand, and is all thine own. (1 Chronicles 29:9‑16)); más tarde, en los albores del milenio, “Tu pueblo se Te ofrecerá de buena voluntad en el día de Tu poder” dirá el mismo David (Salmo 110:33Thy people shall be willing in the day of thy power, in the beauties of holiness from the womb of the morning: thou hast the dew of thy youth. (Psalm 110:3)). Pero en días más difíciles o en tiempo de persecución, el sacrificio es mayor: “Sé fiel hasta la muerte, y te dará la corona de vida”: las hogueras, las cárceles, las torturas, han probado la fe de los que se habían ofrecido al Señor, tanto bajo el poder de la Roma pagana como la denominada “cristiana”.
Después de los que se han ofrecido voluntariamente a la lucha, vienen los que disfrutan de la victoria sin haber hecho nada: “Vosotros los que cabalgáis en asnas blancas, vosotros que estáis sentados sobre alfombras ... y vosotros los que viajáis, los que disfrutáis ahora de seguridad, vosotros que presidís en juicio [véase la Versión Moderna], que os beneficiáis de la paz vuelta en las puertas”. Débora se dirige a ellos y les induce a meditar. Se habían quedado “lejos del ruido de los archeros”, no habían participado en la batalla, habían preferido sus blandas alfombras; pero ahora oyen las voces de los que reparten el botín entre los lugares donde se saca agua. Allí donde se saca agua para el rebaño, en la congregación de los que están reunidos en torno al Pastor, se celebra la justicia del Señor en salvación: allí también se hace la repartición de los bienes celestiales que el despertar nos ha recuperado.
Luego el tono del himno de Débora se eleva, sube siempre más, las palabras vuelan de su boca presurosas: “¡Despierta, despierta, Débora! ¡Despierta, despierta, entona el cántico! ¡Levántate, Barac, lleva tus cautivos oh hijo de Abinoam!” (versículo 12). Son las expresiones que el Salmo 68 volverá a tomar, y que por David tendrán mayor alcance todavía, aplicándolas al Mesías de Israel; pero también son el preludio de la exclamación del profeta Isaías: “Despierta, despierta, vístete Tu fortaleza, oh brazo de Jehová, despiértate como en el tiempo antiguo”, y el eco repite: “Despierta, despierta, vístete tu fortaleza oh Sión: vístete tu ropa de hermosura” (Isaías 51:9; 52:19Awake, awake, put on strength, O arm of the Lord; awake, as in the ancient days, in the generations of old. Art thou not it that hath cut Rahab, and wounded the dragon? (Isaiah 51:9)
1Awake, awake; put on thy strength, O Zion; put on thy beautiful garments, O Jerusalem, the holy city: for henceforth there shall no more come into thee the uncircumcised and the unclean. (Isaiah 52:1)). Pero, esto no basta, la perspectiva en la Epístola a los Efesios desarrolla lo que el Salmo 68 revela y lo aplica al Señor Jesús: el que es ensalzado a lo sumo había descendido primero a las partes más bajas de la tierra (Efesios 4:99(Now that he ascended, what is it but that he also descended first into the lower parts of the earth? (Ephesians 4:9)).
Los tiempos se habían ensombrecido después del himno cantado en las orillas del mar Rojo, pero, he aquí, cuando Jehová había marcado la frente de Israel con la señal de las bendiciones perdidas, que la inteligencia profética de una mujer nos hace subir a lo alto para contemplar una escena gloriosa. Bajo la figura de un Cristo resucitado, exclama: “Levántate Barac” —nombre que podríamos sustituir por el de Jesús— “lleva tus cautivos, hijo de Abinoam” (esto es, “hermosura de mi padre”); y la Epístola a los Efesios responde: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad ... Y que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, Él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas”.
¡Qué estímulo son para nosotros estos elevados acentos de alabanza! Son la porción especial de la fe en el tiempo ruin de los Jueces como lo son también para nosotros en el tiempo actual de la Iglesia. Maravilloso cántico, himno del alma en su primer amor que contempla la victoria cuya realidad está allende la cruz y la muerte: himno que el corazón exhala como un perfume derramado, alabanzas conducidas por el Espíritu Santo que une el alma de Dios para ensalzar a Cristo ascendido a la diestra de Dios. Y mejor que el hijo de Abinoam, el Hijo de la diestra de Dios el Padre ha llevado cautiva la cautividad, toda potestad le es dada en el cielo y en la tierra, y toda rodilla un día se doblará ante Él.
Si los bienes enumerados en el comienzo de este capítulo caracterizan el despertar cristiano actual, hay uno entre todos que le es peculiar: es la revelación de un Hombre glorioso, ensalzado a la diestra de Dios; un Hombre que nuestros ojos y nuestro corazón contemplan por la fe cual centro de la escena celestial donde Él ha entrado; y nosotros “en Él”, después de habernos plenamente librado del poder de Satanás por Su muerte y resurrección. Aún una vez, hermanos cristianos, lejos de desanimarnos, repitamos con Débora: ¡Load a Jehová!
En el himno de la profetisa, Dios ha pasado revista a los que han tomado posición para Él, y aquellos que por un motivo u otro han quedado atrás. Efraim, Benjamín, Zabulón, Isacar, con corazones no divididos descendieron a la lucha en el camino de Jehová: Israel en su tiempo, Cristo, el verdadero Israel, y la Iglesia después, “han sido hechos espectáculos al mundo, a los ángeles y a los hombres”, llamados a descender para combatir y dar testimonio en medio de la escena a donde Dios los ha llamado respectivamente. Aún en un tiempo de avivamiento no podemos esperar a que el pueblo entero descendiera para combatir, esto lo hará solamente el residuo de los nobles como lo hará el remanente futuro de Judá. Pero, privilegio inmenso, Dios lo reconoce como siendo Su pueblo, pues ante Sus ojos, es Su representante. ¡Qué gozo debería sentir el corazón de los fieles —como lo sintió el de Débora— al ver testigos, aunque fuesen algunos, salir a la lucha para Dios, en vez de quedarse “entre los establos a escuchar el balido del rebaño”, como lo hiciera la tribu de Rubén! (versículo 16). Podríamos desear, pero no esperar ser más numerosos, más fuertes; si se viera a la Iglesia entera unida en la verdad, no estaríamos en tiempo de ruina. Sin embargo ¡qué porción es la nuestra! Hela aquí: “Jehová desciende conmigo en medio de los valientes”. Hermanos, ¿no nos basta Su presencia? “Donde están dos o tres reunidos en Mi nombre” —dice Él— “allí estoy en medio de ellos”; aquel que ha subido a lo alto, también Él desciende con nosotros para darnos la victoria en nuevos combates.
Si Efraim, Benjamín, Zabulón y otros han descendido en el camino de Jehová, he aquí que la tribu de Rubén se detuvo indecisa: ¿por qué te quedaste entre las majadas? pregunta Débora. La trompeta de reunión no tenía voz para Rubén, quería gozar tranquilamente de las riquezas adquiridas; el reposo estaba entre las majadas para él, se detuvo entre los arroyos que forman su frontera. Cristianos de hoy, ¿es esta nuestra posición? ¿Hemos seguido a los nobles que nos han mostrado el camino o hemos olvidado el precio de sus victorias? ¿Nos falta decisión para Cristo?
Como Rubén, Galaad se quedó de la otra parte del Jordán: no eran más esos días en que las dos tribus y media en armas acompañaban a sus hermanos en las victorias de Canaán. Ahora, satisfechos con su posición terrenal —diríamos, con su religión terrenal— fuera de los límites del país, del otro lado del Jordán, no sienten otra necesidad sino la de quedar tranquilos donde están: han perdido el sentimiento de la unidad de Israel.
“Mantúvose Aser a la ribera de la mar, y quedóse en sus puertos” (versículo 17). Cuando se necesita combatir ¿dónde buscar a las tribus de Aser y de Dan? En sus negocios, en su comercio. No sacrificaron la menor parte de sus intereses para ir a la batalla de Jehová. Sin embargo Débora no se detiene a constatar el desinterés egoísta de estas tribus; se place en relatar cada característica de la abnegación de otras tribus para Jehová: el pueblo de Zabulón “expuso su alma a la muerte, y Neftalí también en las alturas del campo” (versículo 18), rasgo anunciador de Aquel que entregó Su alma hasta la muerte, y muerte de cruz (Isaías 53:1212Therefore will I divide him a portion with the great, and he shall divide the spoil with the strong; because he hath poured out his soul unto death: and he was numbered with the transgressors; and he bare the sin of many, and made intercession for the transgressors. (Isaiah 53:12)).
A continuación descubrimos que los verdaderos fieles no se glorifican ni piensan en lo que han hecho; no atribuyen la victoria más que a Dios solo: “De los cielos pelearon; las estrellas desde sus órbitas pelearon contra Sísara” (versículos 19-22). Atribuyen toda la gloria y la fuerza a Jehová, dando así a la victoria un carácter celestial. Este período del himno de Débora se termina con una maldición sin reservas sobre una población de Israel: “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová: maldecid severamente a sus moradores porque no vinieron en socorro de Jehová, en socorro con los hombres fuertes” (versículo 23). Aquellos que en estos tiempos de turbación no toman decididamente parte para Cristo, aquellos que, aún llevando Su nombre no tienen más que corazones indiferentes, que sean malditas: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. Maranatha” (1 Corintios 16:2222If any man love not the Lord Jesus Christ, let him be Anathema Maranatha. (1 Corinthians 16:22)).
Ahora, Jael es honrada: “Sísara pidió agua, y dióle ella leche: en tazón de nobles le presentó cuajada” (versículo 25). Cuando un ser humano, hasta un enemigo de Dios, viene a ella, Jael usa de gracia, yendo a buscar lo que hay de mejor; hasta honra su dignidad: le presenta leche en la copa de los nobles. ¿No es su actuación lo contrario del desprecio? Es así como debemos tratar a los enemigos de Dios, dándoles para apagar su sed, mucho mejor de lo que ellos piden (agua de vida, vino y leche: Isaías 55:11Ho, every one that thirsteth, come ye to the waters, and he that hath no money; come ye, buy, and eat; yea, come, buy wine and milk without money and without price. (Isaiah 55:1)). Los testigos de Dios avanzan con la gracia en presencia de los peores enemigos de Cristo; lo comprendió muy bien la muchacha israelita que servía a la mujer de Naamán el Siro, al indicarle el medio por el cual podía sanar su lepra. “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber ... Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen”. Pero es Él mismo quien dirá, cuando el tiempo de la gracia haya terminado: “También a aquellos Mis enemigos que no querían que Yo reinase sobre ellos, traedlos acá y degolladlos delante de Mí” (Lucas 19:2727But those mine enemies, which would not that I should reign over them, bring hither, and slay them before me. (Luke 19:27)). ¿Queremos que Cristo reine sobre nosotros?
Y leemos a continuación: “Su mano tendió a la estaca y su diestra al mazo de los trabajadores; majó a Sísara, hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes” (versículo 26). Es precisamente lo que ha hecho Cristo en la cruz, anunciado ya a la serpiente: “La simiente de la mujer te aplastará la cabeza”: donde la primera mujer, Eva, perdió la batalla, Jael triunfa. En el estrecho recinto de su tienda, se halla en este momento encabezando los ejércitos de Jehová: es ella quien tiene el privilegio de hacer frente al conductor mismo de las tropas enemigas y lo vence. El secreto de su victoria es un corazón entero para Dios: maldecid a Meroz, pero que Jael sea bendita. Otra escena ocurre en el palacio de Sísara: su madre, cuyo orgullo está echado por tierra, “se asoma a la ventana y por entre las celosías a voces dice: ¿Por qué se detiene su carro? ¿Por qué las ruedas de su carro se tardan? Las más avisadas de sus damas le respondían: ¿no han hallado despojo?” La sabiduría humana se engaña a sí misma, ignora su derrota, desconoce la victoria de Cristo (1 Corintios 1:2323But we preach Christ crucified, unto the Jews a stumblingblock, and unto the Greeks foolishness; (1 Corinthians 1:23)). Notemos al pasar que junto a la posición eminente que Dios le ha confiado Débora muestra una inteligencia marcada en lo que toca al dominio de su sexo: ella ha guardado su lugar de idoneidad con Barac: celebra a Jael la mujer creyente, y proclama el juicio sobre la mujer altiva, la madre de Sísara. Es con esta misma inteligencia que la reina de Seba se presentará ante el rey Salomón: no pasará revista a sus ejércitos, mas considerará “la casa que ha edificado, la comida de su mesa, el asiento de sus siervos, el estado y vestido de los que le servían”: capaz de apreciar lo que pertenece a su dominio.
“Así perezcan todos Tus enemigos, oh Jehová, mas los que Te aman sean como el sol cuando sale en su fuerza” (versículo 31). Aquí, otra bendición es recobrada, la que caracteriza el despertar. Débora proclama su esperanza, mira hacia adelante, hacia el día glorioso cuando el Señor habrá ejecutado el juicio: y “nacerá el sol de justicia” —dice el Señor— “para los que teméis Mi nombre, y en Sus alas traerá salud” ... Mientras que, en el reino de Su Padre, “los justos resplandecerán como el sol” (Malaquías 3:22But who may abide the day of his coming? and who shall stand when he appeareth? for he is like a refiner's fire, and like fullers' soap: (Malachi 3:2); Mateo 13:4343Then shall the righteous shine forth as the sun in the kingdom of their Father. Who hath ears to hear, let him hear. (Matthew 13:43)).
Entre la noche de este mundo, tenemos, hermanos, una esperanza celestial: “La estrella de la mañana” se ha levantado ya en nuestros corazones: los ojos de nuestra fe traspasan el velo que los separa todavía de la realidad que la lámpara profética revela (2 Pedro 1:1919We have also a more sure word of prophecy; whereunto ye do well that ye take heed, as unto a light that shineth in a dark place, until the day dawn, and the day star arise in your hearts: (2 Peter 1:19)), la que gozamos y que se concreta en una palabra inefable: ¡estar siempre con el Señor!