Jueces 15: Las victorias

Judges 15
Antes de seguir adelante, quisiéramos insistir en algunos puntos comunes a los capítulos 14 y 15 de nuestro libro. Uno de ellos nos muestra que Dios ha cumplido Su voluntad aún a través de una multitud de circunstancias que están lejos de responder a Sus pensamientos. Se sirve de circunstancias adversas y de instrumentos a veces inconscientes para llevar a cabo Sus designios. Hace actuar la oposición de Satanás, la del mundo, Su disciplina a favor de los Suyos, y hasta nuestras faltas para cumplir Su voluntad. Nuestras infidelidades no perturban el propósito que Dios se propone alcanzar: he aquí pues lo que explica esta palabra a menudo repetida en la historia de Samsón: “Y esto venía de Jehová”.
Se puede constatar en el relato de Samsón, como en la historia de la Iglesia, que aun las vueltas más cerradas de los caminos de Dios abocan a la victoria final. A menudo precisamos “el freno del caballo” (Salmo 32:99Be ye not as the horse, or as the mule, which have no understanding: whose mouth must be held in with bit and bridle, lest they come near unto thee. (Psalm 32:9)), nunca llegamos al fin propuesto, constantemente hallamos el camino obstruido por dos barreras que Dios ha cerrado. Una, nos impide seguir más lejos, y nos obliga a retornar con humillación sobre nuestros pasos. La otra, interrumpe bruscamente nuestra carrera que habría debido prolongarse unida al poder del Espíritu para servir a Dios, sin retorno posible hasta el desvío. Samsón nos suministra la prueba de ambas experiencias.
Jamás sucede algo semejante en los caminos de Dios; ellos dominan nuestras vidas. Es por la muerte de un Samsón ciego que Jehová obtendrá la victoria final; un Moisés se encontró con una negativa formal que le impidió entrar en Canaán, pero fue llevado sobre el monte de la transfiguración en la misma gloria de Cristo. Es por el mayor pecado del hombre, allí donde es manifestado enteramente pecador, es decir en la cruz, donde Dios obtiene la mayor victoria sobre Satanás, la muerte y el pecado.
Es de notar un segundo punto. Por mezclado que fuesen sus motivos, Samsón buscaba una ocasión contra el enemigo para libertar a Israel; que ese motivo sea también el nuestro, “aprovechando cada oportunidad porque los días son malos” (Efesios 5:1616Redeeming the time, because the days are evil. (Ephesians 5:16)). El verdadero nazareo busca la ocasión, pero guiado por el Espíritu, y no por la carne; con amor despliega la energía del Espíritu libertador, hasta para con los que se oponen, “si quizás Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, y se zafen del lazo del diablo” (2 Timoteo 2:2525In meekness instructing those that oppose themselves; if God peradventure will give them repentance to the acknowledging of the truth; (2 Timothy 2:25)). La intensidad de su deseo ha hecho encontrar a Samsón la oportunidad contra el enemigo cuando los flojos y los indiferentes, frente a un nuevo obstáculo, hubiesen vuelto atrás. Desde joven, el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él, y en tres ocasiones el Espíritu de Jehová cayó sobre él: cuando su victoria sobre el cachorro del león, en Ascalón contra los Filisteos, y en Lehi cuando la victoria con la quijada de asno.
Poseyendo un privilegio mayor que el de Samsón ya que hemos sido sellados del Espíritu Santo y de potencia en virtud de la redención, no para una acción temporaria sino por Su presencia permanente en nosotros, podemos obtener tales victorias. No debemos sin embargo medir el valor moral de un creyente con la grandeza de su don; no hay en la Escritura hombre más fuerte que Samsón, pero ni hombre más débil moralmente. Podemos hacer la misma observación en cuanto a la congregación de Corinto a la cual no faltaba ningún don y manifestación de poder; soportaba sin embargo toda suerte de mal moral en su seno. Samsón era un nazareo revestido del poder de Dios, pero hombre cuyo corazón no limpio estaba en constante desacuerdo con el don que poseía; desde el comienzo hasta el fin de su carrera no se detiene ni una vez ante sus deseos.
“Y aconteció después de días que en el tiempo de la siega del trigo, Samsón visitó a su mujer” (versículo 1). Su propia voluntad está en actividad, no pide a Dios mostrarle su camino; los disgustos del festín malogrado no le hicieron reflexionar. La fuerza que Dios le había dado se mezcla con su voluntad, algo como Moisés quien, poderoso en dichos y hechos, mató al egipcio. Uno se lleva siempre algo del mundo consigo cuando se estuvo mezclado con él siendo hijo de Dios: hubiera sido mejor no estar nunca unido a él. Pero Dios se vale de las circunstancias para separarnos del mundo a la fuerza y tornar imposible nuestra unión con él; nos pone en conflicto directo con él, ahí mismo donde estábamos comprometidos. “Mas el padre de ella no le dejó entrar. Y dijo el padre de ella a Samsón: persuadíme que la aborrecías y dila a tu compañero” (versículo 2). Estas circunstancias eran necesarias; pensad, ¡un nazareo de Dios unido a una Filistea! No se apercibe de los errores más grandes cuando el mal está llamado bien, y que la unión de la Iglesia con el mundo es cosa natural y reconocida.
Pero Dios debe romper esta unión mediante disgustos y hostilidades puesto que no tuvimos la inteligencia de Su Palabra ni la proximidad con Él, que nos separa del mundo y nos coloca en esta tranquilidad que saca su fuerza en Dios, y que sabe abatir al enemigo en el combate cuando se tiene una revelación clara de su voluntad para ir a la lucha. Unidos con el mundo, éste tendrá siempre su predominio sobre nosotros; no tenemos ningún derecho de rehusar las relaciones que nosotros mismos hemos formado con él. Podemos acercarnos al mundo porque la carne está en nosotros, mientras que el mundo no podrá acercarse realmente a los hijos de Dios porque no tiene sino solamente su naturaleza caída y pecaminosa. El acercamiento está siempre y enteramente de un solo lado, del nuestro; y siempre para mal, cualquiera que sea la apariencia. Para llevar un testimonio al mundo, el hijo de Dios debe buscar una dirección enteramente distinta.
Samsón es el tipo del cristiano carnal; su dulzura es carnal cuando desciende a visitar a su mujer; su cólera es carnal cuando, en cambio de la que desea, el mundo le propone otra que no tiene valor para él. Y será siempre así que el cristiano carnal será tratado por el mundo para su perjuicio y vergüenza al desear algo que no le pertenece. Además, después de haberle hecho hermosas promesas, lo que el mundo le ofrece no lo puede satisfacer. Sin embargo, siempre solícito, Satanás vuelve a proponer algo al creyente en cambio de lo que Dios no permitió que le diera: “Su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues en su lugar” (versículo 2); este es su lenguaje y es otro ardid también.
Hay mucha mezcla en Samsón; con la dulzura carnal y el enojo, la astucia aparece. En la empresa de las trescientas zorras no vemos al Espíritu de Jehová caer sobre él; para sembrar la destrucción en las campiñas del enemigo emplea como instrumento al animal que simboliza la astucia. Su propósito es hacer mal a los Filisteos empleando a este efecto el arma que el cristiano carnal y que no está en comunión con Dios, emplea a menudo. Exasperados, los Filisteos queman a fuego a la mujer de Samsón y a su padre; en este acto Samsón encuentra una nueva ocasión contra sus enemigos: “Yo me vengaré de vosotros y después cesaré” (versículo 7). Aquí hallamos otro factor ajeno al Espíritu de Dios: la venganza. Sin embargo Dios está detrás de todas estas escenas y aun cuando el Espíritu de Jehová no cayó sobre el nazareo para cumplir una nueva hazaña, permite una victoria. Sin embargo, el enemigo no está domeñado, e Israel sufre mayor servidumbre.
“Samsón descendió y fijóse en la peña de la cueva de Etam”, esto es, peña del fuerte (versículo 8); había que esperarlo. Cuando el creyente se pone del lado de Dios contra el mundo, no puede estar mejor que en Cristo, la peña del fuerte. Samsón está solo allí como todo creyente lo está en tiempo de ruina; David tenía compañeros. Las victorias de Samsón no libraron a Israel, al contrario el yugo se le hace más pesado: “Y vinieron tres mil hombres de Judá a la cueva de Etam, y dijeron a Samsón: ¿no sabes tú que los Filisteos dominan sobre nosotros?” (versículo 11). No tienen el propósito de unirse a él; no buscan a un jefe para sacudir la esclavitud que pesa sobre ellos. “Nosotros hemos venido para prenderte y entregarte en manos de los Filisteos” (versículo 12). Debemos recordar aquí, que si el nazareato separa al creyente del mundo grosero, lo separa también del mundo religioso, el que, como los tres mil de Judá son hermanos israelitas de Samsón. Muchos cristianos parecen olvidar este importante aspecto del nazareato.
Judá prefiere el yugo enemigo a las molestias que el testigo de Dios le hace soportar; no se encuentra estado moral más humillante que éste en todo el libro de los Jueces. Israel no clama a su Dios y tampoco quiere ser libertado cuando le manda un salvador; no, el varón de Dios, su propio libertador les molesta: “¿Qué haremos? porque este hombre hace muchas señales, si le dejamos así, todos creerán en Él ... Así es que desde aquel día consultaban de matarle” (Juan 11:48,5348If we let him thus alone, all men will believe on him: and the Romans shall come and take away both our place and nation. (John 11:48)
53Then from that day forth they took counsel together for to put him to death. (John 11:53)
). A la pregunta de los de Judá, “¿por qué habéis subido contra nosotros?” los Filisteos contestan: “A prender a Samsón, para hacerle como él nos ha hecho” (versículo 10). A su vez los de Judá, su propio pueblo, dicen a Samsón: ¿por qué nos has hecho esto? (versículo 11). El pueblo de Judá se identifica con el enemigo que los esclaviza; ya no es Judá, cambia moralmente su nombre con el de los Filisteos. Los dos son enemigos del testigo de Dios, aunque Judá es peor porque prefiere la esclavitud a la libre acción del Espíritu de Dios, del cual Samsón es el instrumento. “Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas” (versículo 13).
¡Cuántas veces se repite esta traición! Cristo se dejó atar por los que no querían más de Sus manos libertadoras: “Prendieron a Jesús y le ataron ... Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice” (Juan 18:12,2412Then the band and the captain and officers of the Jews took Jesus, and bound him, (John 18:12)
24Now Annas had sent him bound unto Caiaphas the high priest. (John 18:24)
). “No te mataremos”. Pero la potencia del Espíritu Santo los estorba, no quieren la libertad que les aportara; traban su acción, le atan con cuerdas nuevas, con métodos nuevos como lo hiciera el clero de nuestros días. El varón de Dios consciente en dejarse atar aunque se mofa de estas sogas que pronto se tornarán cual tela de arañas; pero ¡qué responsabilidad para quienes aprecian tan poco el don que Dios les había hecho para su salvación! Ciertamente la vergüenza no es para Samsón, porque si algo echa un oprobio sobre los cristianos unidos al mundo, es el estorbo que ellos mismos han puesto sobre la libre acción del Espíritu Santo.
Repentinamente el poder de Dios quiebra todas las trabas: “Y el Espíritu de Jehová cayó sobre Samsón, y las cuerdas que estaban en sus brazos se tornaron como lino quemado con fuego” (versículo 14). Entonces Dios se vale de una miserable quijada de asno perdida por el campo para obtener una victoria sin precedente sobre el enemigo. Bajo el poder del Espíritu Santo no somos más que quijadas de asnos; el predicador más elocuente no puede compararse mejor (si quiere hacer comparación) a tan vil instrumento. ¡Cuán lejos estaban de estimarse “quijadas de asnos” los Corintios quienes se gloriaban de sus dones de lenguas! “Nosotros somos necios por amor de Cristo”, les escribe Pablo, “vosotros nobles y nosotros viles” (1 Corintios 4:1010We are fools for Christ's sake, but ye are wise in Christ; we are weak, but ye are strong; ye are honorable, but we are despised. (1 Corinthians 4:10)). Sin embargo, bajo el poder del Espíritu Santo, siendo tan viles instrumentos, el Señor se complace en asociar el nombre de Pablo y de sus compañeros a Su victoria, como si hubiera sido la quijada de asno que había hecho “un montón, dos montones” (versículo 16).
Una nueva experiencia ha de hacer Samsón; “Y acabando de hablar, echó de su mano la quijada, y llamó a aquel lugar Ramat-lehi, esto es, la altura de la quijada. Y teniendo gran sed, clamó luego a Jehová” (versículos 17-18). La actividad del creyente es importante, pero no es todo; el combate no sacia la sed, la produce. El instrumento necesita el agua que responda a su premura; y oímos por primera vez orar a Samsón: “Tú has dado esta gran salud por mano de Tu siervo, ¿y moriré yo ahora de sed y caeré en manos de los incircuncisos?” (versículo 18). ¡Quién diera que hubiera sentido más a menudo su dependencia hacia Jehová, fuente de su fortaleza, para no perder los resultados de su victoria! Jehová contesta a Su siervo abriéndole la fuente de refrigerio en esa misma peña, el lugar donde estaba la quijada, y quiebra la roca como lo hiciera en el desierto a favor de Su pueblo.
Samsón es consciente del peligro que sigue a la victoria: “Caeré en manos de los incircuncisos”. Si el luchador no busca inmediatamente su refugio y poder en las aguas de la gracia que Cristo abrió, aun después de una victoria, caerá en las manos del mundo; muchos han hecho esta experiencia. En ese día bendito Samsón realiza dos cosas: una gran actividad a favor de su pueblo, y respecto a él, una humilde dependencia hacia Dios recibiendo los recursos que necesita. “Y salieron de allí aguas y bebió y recobró su espíritu y reanimóse. Por tanto llamó su nombre: En-haccore”, esto es: fuente del que clama (versículo 19). La primera parte de la historia de Samsón termina aquí; contiene a pesar de todas las faltas señaladas, la aprobación de Dios sobre la carrera pública de su servidor: “Juzgó a Israel en días de los Filisteos veinte años” (versículo 20). Y agrega otro historiador inspirado: “El tiempo me faltará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón” (Hebreos 11:3232And what shall I more say? for the time would fail me to tell of Gedeon, and of Barak, and of Samson, and of Jephthae; of David also, and Samuel, and of the prophets: (Hebrews 11:32)), como si a Dios le faltara tiempo para relatar todo lo que la fe ha realizado bajo su dependencia; para esto necesitará la eternidad.