Jer. 39:1‑18• 1En el noveno año de Sedechîas rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia con todo su ejército contra Jerusalem, y cercáronla.
2Y en el undécimo año de Sedechîas, en el mes cuarto, á los nueve del mes, fué rota la ciudad;
3Y entraron todos los príncipes del rey de Babilonia, y asentaron á la puerta del medio: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsechim, y Rabsaris, Nergal-sarezer, Rabmag, y todos los demás príncipes del rey de Babilonia.
4Y fué que viéndolos Sedechîas, rey de Judá, y todos los hombres de guerra, huyeron, y saliéronse de noche de la ciudad por el camino de la huerta del rey, por la puerta entre los dos muros: y salió el rey por el camino del desierto.
5Mas el ejército de los Caldeos los siguió, y alcanzaron á Sedechîas en los llanos de Jericó; y tomáronle, é hiciéronle subir á Nabucodonosor rey de Babilonia, á Ribla, en tierra de Hamath, y sentencióle.
6Y degolló el rey de Babilonia los hijos de Sedechîas á su presencia en Ribla, haciendo asimismo degollar el rey de Babilonia á todos los nobles de Judá.
7Y sacó los ojos al rey Sedechîas, y aprisionóle con grillos para llevarle á Babilonia.
8Y los Caldeos pusieron á fuego la casa del rey y las casas del pueblo, y derribaron los muros de Jerusalem.
9Y el resto del pueblo que había quedado en la ciudad, y los que se habían á él adherido, con todo el resto del pueblo que había quedado, trasportólos á Babilonia Nabuzaradán, capitán de la guardia.
10Empero Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar en tierra de Judá del vulgo de los pobres que no tenían nada, y dióles entonces viñas y heredades.
11Y Nabucodonosor había ordenado á Nabuzaradán capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo:
12Tómale, y mira por él, y no le hagas mal ninguno; antes harás con él como él te dijere.
13Envió por tanto Nabuzaradán capitán de la guardia, y Nabusazbán, Rabsaris, y Nergal-sarezer, y Rabmag, y todos los príncipes del rey de Babilonia;
14Enviaron entonces, y tomaron á Jeremías del patio de la cárcel, y entregáronlo á Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Saphán, para que lo sacase á casa: y vivió entre el pueblo.
15Y había sido palabra de Jehová á Jeremías, estando preso en el patio de la cárcel, diciendo:
16Ve, y habla á Ebed-melec Etiope, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí traigo yo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y vendrán á ser en aquel día á presencia tuya.
17Mas en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en mano de aquellos de quienes tú temes.
18Porque ciertamente te libraré, y no caerás á cuchillo, sino que tu vida te será por despojo, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová. (Jer. 39:1‑18)
Jer. 41:1‑18• 1Y aconteció en el mes séptimo, que vino Ismael hijo de Nethanías, hijo de Elisama, de la simiente real, y algunos príncipes del rey, y diez hombres con él, á Gedalías hijo de Ahicam en Mizpa; y comieron pan juntos allí en Mizpa.
2Y levantóse Ismael hijo de Nethanías, y los diez hombres que con él estaban, é hirieron á cuchillo á Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Saphán, matando así á aquel á quien el rey de Babilonia había puesto sobre la tierra.
3Asimismo hirió Ismael á todos los Judíos que estaban con él, con Gedalías en Mizpa, y á los soldados Caldeos que allí se hallaron.
4Sucedió además, un día después que mató á Gedalías, cuando nadie lo sabía aún,
5Que venían unos hombres de Sichêm y de Silo y de Samaria, ochenta hombres, raída la barba, y rotas las ropas, y arañados y traían en sus manos ofrenda y perfume para llevar á la casa de Jehová.
6Y de Mizpa salióles al encuentro, llorando, Ismael hijo de Nethanías: y aconteció que como los encontró, díjoles: Venid á Gedalías, hijo de Ahicam.
7Y fue que cuando llegaron al medio de la ciudad, Ismael hijo de Nethanías los degolló, y echólos en medio de un aljibe, él y los hombres que con él estaban.
8Mas entre aquellos fueron hallados diez hombres que dijeron á Ismael: No nos mates; porque tenemos en el campo tesoros de trigos, y cebadas, y aceite, y miel. Y dejólos, y no los mató entre sus hermanos.
9Y el aljibe en que echó Ismael todos los cuerpos de los hombres que hirió por causa de Gedalías, era el mismo que había hecho el rey Asa por causa de Baasa, rey de Israel: llenólo de muertos Ismael, hijo de Nethanías.
10Después llevó Ismael cautivo á todo el resto del pueblo que estaba en Mizpa; á las hijas del rey, y á todo el pueblo que en Mizpa había quedado, el cual había Nabuzaradán capitán de la guardia encargado á Gedalías hijo de Ahicam. Llevólos pues cautivos Ismael hijo de Nethanías, y se fué para pasarse á los hijos de Ammón.
11Y oyó Johanán hijo de Carea, y todos los príncipes de la gente de guerra que estaban con él, todo el mal que había hecho Ismael, hijo de Nethanías.
12Entonces tomaron todos los hombres, y fueron á pelear con Ismael hijo de Nethanías, y halláronlo junto á Aguas-muchas, que es en Gabaón.
13Y aconteció que como todo el pueblo que estaba con Ismael vió á Johanán hijo de Carea, y á todos los príncipes de la gente de guerra que estaban con él, se alegraron.
14Y todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de Mizpa, tornáronse, y volvieron, y fuéronse á Johanán hijo de Carea.
15Mas Ismael hijo de Nethanías se escapó delante de Johanán con ocho hombres, y se fué á los hijos de Ammón.
16Y Johanán hijo de Carea, y todos los príncipes de la gente de guerra que con él estaban, tomaron todo el resto del pueblo que habían recobrado de Ismael hijo de Nethanías, de Mizpa, después que hirió á Gedalías hijo de Ahicam: hombres de guerra, y mujeres, y niños, y los eunucos que Johanán había hecho tornar de Gabaón;
17Y fueron y habitaron en Geruth-chimham, que es cerca de Bethlehem, á fin de partir y meterse en Egipto,
18Por causa de los Caldeos: porque temían de ellos, por haber herido Ismael hijo de Nethanías á Gedalías hijo de Ahicam, al cual el rey de Babilonia había puesto sobre la tierra. (Jer. 41:1‑18)
Jer. 52:1‑34• 1Era Sedechîas de edad de veintiún años cuando comenzó á reinar, y reinó once años en Jerusalem. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, de Libna.
2E hizo lo malo en los ojos de Jehová, conforme á todo lo que hizo Joacim.
3Y á causa de la ira de Jehová contra Jerusalem y Judá, fué el llegar á echarlos de su presencia: y rebelóse Sedechîas contra el rey de Babilonia.
4Aconteció por tanto á los nueve años de su reinado, en el mes décimo, á los diez días del mes, que vino Nabucodonosor rey de Babilonia, él y todo su ejército, contra Jerusalem, y contra ella asentaron campo, y de todas partes edificaron contra ella baluartes.
5Y estuvo cercada la ciudad hasta el undécimo año del rey Sedechîas.
6En el mes cuarto, á los nueve del mes, prevaleció el hambre en la ciudad, hasta no haber pan para el pueblo de la tierra.
7Y fué entrada la ciudad, y todos los hombres de guerra huyeron, y saliéronse de la ciudad de noche por el camino de postigo de entre los dos muros, que había cerca del jardín del rey, y fuéronse por el camino del desierto, estando aún los Caldeos junto á la ciudad alrededor.
8Y el ejército de los Caldeos siguió al rey, y alcanzaron á Sedechîas en los llanos de Jericó; y esparcióse de él todo su ejército.
9Entonces prendieron al rey, e hiciéronle venir al rey de Babilonia, á Ribla en tierra de Hamath, donde pronunció contra él sentencia.
10Y degolló el rey de Babilonia á los hijos de Sedechîas delante de sus ojos, y también degolló á todos los príncipes de Judá en Ribla.
11A Sedechîas empero sacó los ojos, y le aprisionó con grillos, é hízolo el rey de Babilonia llevar á Babilonia; y púsolo en la casa de la cárcel hasta el día en que murió.
12Y en el mes quinto, á los diez del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino á Jerusalem Nabuzaradán, capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia.
13Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalem; y abrasó con fuego todo grande edificio.
14Y todo el ejército de los Caldeos, que venía con el capitán de la guardia, destruyó todos los muros de Jerusalem en derredor.
15E hizo trasportar Nabuzaradán, capitán de la guardia, los pobres del pueblo, y toda la otra gente vulgar que en la ciudad habían quedado, y los fugitivos que se habían huído al rey de Babilonia, y todo el resto de la multitud vulgar.
16Mas de los pobres del país dejó Nabuzaradán, capitán de la guardia, para viñadores y labradores.
17Y los Caldeos quebraron las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehová, y las basas, y el mar de bronce que estaba en la casa de Jehová, y llevaron todo el metal á Babilonia.
18Lleváronse también los calderos, y los badiles, y los salterios, y las bacías, y los cazos, y todos los vasos de metal con que se servían.
19Y las copas, é incensarios, y tazones, y ollas, y candeleros, y escudillas, y tazas: lo que de oro de oro, y lo que de plata de plata, se llevó el capitán de la guardia.
20Las dos columnas, un mar, y doce bueyes de bronce que estaban debajo de las basas, que había hecho el rey Salomón en la casa de Jehová: no se podía pesar el metal de todos estos vasos.
21Cuanto á las columnas, la altura de la columna era de dieciocho codos, y un hilo de doce codos la rodeaba: y su grueso era de cuatro dedos, y hueca.
22Y el capitel de bronce que había sobre ella, era de altura de cinco codos, con una red y granadas en el capitel alrededor, todo de bronce; y lo mismo era lo de la segunda columna con sus granadas.
23Había noventa y seis granadas en cada orden: todas ellas eran ciento sobre la red alrededor.
24Tomó también el capitán de la guardia á Seraías principal sacerdote, y á Sophonías segundo sacerdote, y tres guardas del atrio.
25Y de la ciudad tomó un eunuco que era capitán sobre los hombres de guerra, y siete hombres de los continuos del rey, que se hallaron en al ciudad; y al principal secretario de la milicia, que revistaba el pueblo de la tierra para la guerra; y sesenta hombres del vulgo del país, que se hallaron dentro de la ciudad.
26Tomólos pues Nabuzaradán, capitán de la guardia, y llevólos al rey de Babilonia á Ribla.
27Y el rey de Babilonia los hirió, y los mató en Ribla en tierra de Hamath. Así fué Judá trasportado de su tierra.
28Este es el pueblo que Nabucodonosor hizo trasportar: En el año séptimo, tres mil veintitrés Judíos:
29En el año dieciocho hizo Nabudonosor, trasportar de Jerusalem ochocientas treinta y dos personas:
30El año veintitrés de Nabucodonosor, trasportó Nabuzaradán capitán de la guardia, setecientas cuarenta y cinco personas de los Judíos: todas las personas fueron cuatro mil seiscientas.
31Y acaeció que en el año treinta y siete de la cautividad de Joachîn rey de Judá, en el mes duodécimo, á los veinticinco del mes, Evil-merodach, rey de Babilonia, en el año primero de su reinado, alzó la cabeza de Joachîn rey de Judá y sacólo de la casa de la cárcel;
32Y habló con él amigablemente, é hizo poner su silla sobre las sillas de los reyes que estaban con él en Babilonia.
33Hízole mudar también los vestidos de su prisión, y comía pan delante de él siempre todos los días de su vida.
34Y continuamente se le daba ración por el rey de Babilonia, cada cosa en su día por todos los de su vida, hasta el día de su muerte. (Jer. 52:1‑34)
Lm. 1:1‑5:22• 1Como está sentada sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias es hecha tributaria.
2Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas en sus mejillas; No tiene quien la consuele de todos sus amadores: Todos sus amigos le faltaron, volviéronsele enemigos.
3Fuése Judá, a causa de la aflicción y de la grandeza de servidumbre; Ella moró entre las gentes, y no halló descanso: Todos sus perseguidores la alcanzaron entre estrechuras.
4Las calzadas de Sión tienen luto, porque no hay quien venga á las solemnidades; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes afligidas, y ella tiene amargura.
5Sus enemigos han sido hechos cabeza, sus aborrecedores fueron prosperados; Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones: Sus niños fueron en cautividad delante del enemigo.
6Fuése de la hija de Sión toda su hermosura: Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fortaleza delante del perseguidor.
7Jerusalem, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien le ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas sus cosas deseables que tuvo desde los tiempos antiguos: Miráronla los enemigos, y escarnecieron de sus sábados.
8Pecado cometió Jerusalem; por lo cual ella ha sido removida: Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás.
9Sus inmundicias en sus faldas; no se acordó de su postrimería: Por tanto ella ha descendido maravillosamente, no tiene consolador. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.
10Extendió su mano el enemigo á todas sus cosas preciosas; Y ella ha visto entrar en su santuario las gentes, De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.
11Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.
12¿No os conmueve á cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de la ira de su furor.
13Desde lo alto envió fuego en mis huesos, el cual se enseñoreó: Ha extendido red a mis pies, tornóme atrás, Púsome asolada, y que siempre tenga dolor.
14El yugo de mis rebeliones está ligado por su mano, Enlazadas han subido sobre mi cerviz: ha hecho caer mis fuerzas: Hame entregado el Señor en sus manos, contra quienes no podré levantarme.
15El Señor ha hollado todos mis fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar mis mancebos: Como lagar ha pisado el Señor á la virgen hija de Judá.
16Por esta causa yo lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas; Porque se alejó de mí consolador que dé reposo á mi alma: Mis hijos son destruídos, porque el enemigo prevaleció.
17Sión extendió sus manos, no tiene quien la consuele; Jehová dió mandamiento contra Jacob, que sus enemigos lo cercasen: Jerusalem fué en abominación entre ellos.
18Jehová es justo; que yo contra su boca me rebelé. Oid ahora, pueblos todos, y ved mi dolor: Mis vírgenes y mis mancebos fueron en cautiverio.
19Dí voces á mis amadores, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida.
20Mira, oh Jehová, que estoy atribulada: mis entrañas rugen, Mi corazón está trastornado en medio de mí; porque me rebelé desaforadamente: De fuera deshijó el cuchillo, de dentro parece una muerte.
21Oyeron que gemía, y no hay consolador para mí: Todos mis enemigos han oído mi mal, se han holgado de que tú lo hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.
22Entre delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones: Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está doloroso.
1Como oscureció el Señor en su furor a la hija de Sión! Derribó del cielo á la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su ira.
2Destruyó el Señor, y no perdonó; Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob: Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Deslustró el reino y sus príncipes.
3Cortó con el furor de su ira todo el cuerno de Israel; Hizo volver atrás su diestra delante del enemigo; Y encendióse en Jacob como llama de fuego que ha devorado en contorno.
4Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario, Y mató toda cosa hermosa á la vista: En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo.
5Fué el Señor como enemigo, destruyó a Israel; Destruyó todos sus palacios, disipó sus fortalezas: Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y lamento.
6Y quitó su tienda como de un huerto, Destruyó el lugar de su congregación: Jehová ha hecho olvidar en Sión solemnidades y sábados, Y ha desechado en el furor de su ira rey y sacerdote.
7Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario, Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios: Dieron grita en la casa de Jehová como en día de fiesta.
8Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sión; Extendió el cordel, no retrajo su mano de destruir: Hizo pues, se lamentara el antemuro y el muro; fueron destruídos juntamente.
9Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos: Su rey y sus príncipes están entre las gentes donde no hay ley; Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.
10Sentáronse en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sión; Echaron polvo sobre sus cabezas, ciñéronse de saco; Las vírgenes de Jerusalem bajaron sus cabezas a tierra.
11Mis ojos desfallecieron de lágrimas, rugieron mis entrañas, Mi hígado se derramó por tierra por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo, Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.
12Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
13¿Qué testigo te traeré, ó á quién te haré semejante, hija de Jerusalem? ¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sión? Porque grande es tu quebrantamiento como la mar: ¿quién te medicinará?
14Tus profetas vieron para ti vanidad y locura; Y no descubrieron tu pecado para estorbar tu cautiverio, Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.
15Todos los que pasaban por el camino, batieron las manos sobre ti; Silbaron, y movieron sus cabezas sobre la hija de Jerusalem, diciendo: ¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?
16Todos tus enemigos abrieron sobre ti su boca, Silbaron, y rechinaron los dientes; dijeron: Devoremos: Cierto éste es el día que esperábamos; lo hemos hallado, vímoslo.
17Jehová ha hecho lo que tenía determinado, Ha cumplido su palabra que él había mandado desde tiempo antiguo: Destruyó, y no perdonó; Y alegró sobre ti al enemigo, Y enalteció el cuerno de tus adversarios.
18El corazón de ellos clamaba al Señor: Oh muro de la hija de Sión, echa lágrimas como un arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.
19Levántate, da voces en la noche, en el principio de las velas; Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; Alza tus manos á él por la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
20Mira, oh Jehová, y considera á quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres su fruto, los pequeñitos de sus crías? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?
21Niños y viejos yacían por tierra en las calles; Mis vírgenes y mis mancebos cayeron a cuchillo: Mataste en el día de tu furor, degollaste, no perdonaste.
22Has llamado, como a día de solemnidad, mis temores de todas partes; Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo: Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó
1Yo soy el hombre que ha visto aflicción en la vara de su enojo.
2Guióme y llevóme en tinieblas, mas no en luz.
3Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.
4Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos.
5Edificó contra mí, y cercóme de tósigo y de trabajo.
6Asentóme en oscuridades, como los ya muertos de mucho tiempo.
7Cercóme por todos lados, y no puedo salir; agravó mis grillos.
8Aun cuando clamé y dí voces, cerro los oídos a mi oración.
9Cercó mis caminos con piedra tajada, torció mis senderos.
10Como oso que acecha fué para mí, como león en escondrijos.
11Torció mis caminos, y depedazóme; tornóme asolado.
12Su arco entesó, y púsome como blanco a la saeta.
13Hizo entrar en mis riñones las saetas de su aljaba.
14Fuí escarnio á todo mi pueblo, canción de ellos todos los días.
15Hartóme de amarguras, embriagóme de ajenjos.
16Quebróme los dientes con cascajo, cubrióme de ceniza.
17Y mi alma se alejó de la paz, olvidéme del bien.
18Y dije: Pereció mi fortaleza, y mi esperanza de Jehová.
19Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel.
20Tendrálo aún en memoria mi alma, porque en mí está humillada.
21Esto reduciré á mi corazón, por lo cual esperaré.
22Es por la misericordia de Jehová que no somos consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
23Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
24Mi parte es Jehová, dijo mi alma; por tanto en él esperaré.
25Bueno es Jehová á los que en él esperan, al alma que le buscare.
26Bueno es esperar callando en la salud de Jehová.
27Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad.
28Sentaráse solo, y callará, porque lo llevó sobre sí.
29Pondrá su boca en el polvo, por si quizá hay esperanza.
30Dará la mejilla al que le hiriere; hartaráse de afrenta.
31Porque el Señor no desechará para siempre:
32Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias.
33Porque no aflige ni congoja de su corazón á los hijos de los hombres.
34Desmenuzar bajo de sus pies todos los encarcelados de la tierra,
35Hacer apartar el derecho del hombre ante la presencia del Altísimo,
36Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo sabe.
37¿Quién será aquel que diga, que vino algo que el Señor no mandó?
38¿De la boca del Altísimo no saldrá malo y bueno?
39¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado?
40Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová.
41Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos.
42Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste.
43Desplegaste la ira, y nos perseguiste; mataste, no perdonaste.
44Te cubriste de nube, porque no pasase la oración nuestra.
45Raedura y abominación nos tornaste en medio de los pueblos.
46Todos nuestros enemigos abrieron sobre nosotros su boca.
47Temor y lazo fué para nosotros, asolamiento y quebrantamiento.
48Ríos de aguas echan mis ojos, por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
49Mis ojos destilan, y no cesan, porque no hay alivio,
50Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos.
51Mis ojos contristaron mi alma, por todas las hijas de mi ciudad.
52Mis enemigos me dieron caza como á ave, sin por qué.
53Ataron mi vida en mazmorra, pusieron piedra sobre mí.
54Aguas de avenida vinieron sobre mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
55Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda.
56Oiste mi voz; no escondas tu oído á mi clamor, para mi respiro
57Acercástete el día que te invoqué: dijiste: No temas.
58Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.
59Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa.
60Tú has visto toda su venganza; todos sus pensamientos contra mí.
61Tú has oído el oprobio de ellos, oh Jehová, todas sus maquinaciones contra mí;
62Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día.
63Su sentarse, y su levantarse mira: yo soy su canción.
64Dales el pago, oh Jehová, según la obra de sus manos.
65Dales ansia de corazón, tu maldición á ellos.
66Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová.
1Como se ha oscurecido el oro! Cómo el buen oro se ha demudado! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.
2Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro, Cómo son tenidos por vasos de barro, obra de manos de alfarero!
3Aun los monstruos marinos sacan la teta, dan de mamar a sus chiquitos: La hija de mi pueblo es cruel, como los avestruces en el desierto.
4La lengua del niño de teta, de sed se pegó á su paladar: Los chiquitos pidieron pan, y no hubo quien se lo partiese.
5Los que comían delicadamente, asolados fueron en las calles; Los que se criaron en carmesí, abrazaron los estercoleros.
6Y aumentóse la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, Que fué trastornada en un momento, y no asentaron sobre ella compañías.
7Sus Nazareos fueron blancos más que la nieve, más lustrosos que la leche. Su compostura más rubicunda que los rubíes, más bellos que el zafiro:
8Oscura más que la negrura es la forma de ellos; no los conocen por las calles: Su piel está pegada á sus huesos, seca como un palo.
9Más dichosos fueron los muertos á cuchillo que los muertos del hambre; Porque éstos murieron poco á poco por falta de los frutos de la tierra.
10Las manos de las mujeres piadosas cocieron á sus hijos; Fuéronles comida en el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
11Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira; Y encendió fuego en Sión, que consumió sus fundamentos.
12Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalem.
13Es por los pecados de sus profetas, por las maldades de sus sacerdotes, Que derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
14Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados en sangre, De modo que no pudiesen tocar á sus vestiduras.
15Apartaos inmundos!, les gritaban, Apartaos, apartaos, no toquéis. Cuando huyeron y fueron dispersos, dijeron entre las gentes: Nunca más morarán aquí
16La ira de Jehová los apartó, no los mirará más: No respetaron la faz de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.
17Aun nos han desfallecido nuestros ojos tras nuestro vano socorro: En nuestra esperanza aguardamos gente que no puede salvar.
18Cazaron nuestro pasos, que no anduviésemos por nuestras calles: Acercóse nuestro fin, cumpliéronse nuestros días; porque nuestro fin vino.
19Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo: Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscada.
20El resuello de nuestras narices, el ungido de Jehová, De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las gentes: fué preso en sus hoyos.
21Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Hus: Aun hasta ti pasará el cáliz; embriagarte has, y vomitarás.
22Cumplido es tu castigo, oh hija de Sión: Nunca más te hará trasportar. Visitará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados.
1Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido: Ve y mira nuestro oprobio.
2Nuestra heredad se ha vuelto á extraños, Nuestras casas á forasteros.
3Huérfanos somos sin padre, Nuestras madres como viudas.
4Nuestra agua bebemos por dinero; Nuestra leña por precio compramos.
5Persecución padecemos sobre nuestra cerviz: Nos cansamos, y no hay para nosotros reposo.
6Al Egipcio y al Asirio dimos la mano, para saciarnos de pan.
7Nuestros padres pecaron, y son muertos; Y nosotros llevamos sus castigos.
8Siervos se enseñorearon de nosotros; No hubo quien de su mano nos librase.
9Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan Delante del cuchillo del desierto.
10Nuestra piel se ennegreció como un horno A causa del ardor del hambre.
11Violaron á las mujeres en Sión, A las vírgenes en las ciudades de Judá.
12A los príncipes colgaron por su mano; No respetaron el rostro de los viejos.
13Llevaron los mozos á moler, Y los muchachos desfallecieron en la leña.
14Los ancianos cesaron de la puerta, Los mancebos de sus canciones.
15Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestro corro se tornó en luto.
16Cayó la corona de nuestra cabeza: Ay ahora de nosotros! porque pecamos.
17Por esto fué entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestro ojos:
18Por el monte de Sión que está asolado; Zorras andan en él.
19Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre: Tu trono de generación en generación.
20¿Por qué te olvidarás para siempre de nosotros, Y nos dejarás por largos días?
21Vuélvenos, oh Jehová, á ti, y nos volveremos: Renueva nuestros días como al principio.
22Porque repeliendo nos has desechado; Te has airado contra nosotros en gran manera. (Lm. 1:1‑5:22)