CAPÍTULO DÉCIMO

 
El capítulo 10 comienza con palabras solemnes acerca de los males que todavía se practicaban entre el pueblo. La “lluvia” de bendición descendería de Dios, y no procedería de los “ídolos” o “terafines”, pequeñas imágenes por medio de las cuales los hombres tratarían de sondear los acontecimientos futuros. Todo lo que provenía de esta fuente no era más que vanidad, y los “pastores” del pueblo, que se ocupaban de tales cosas, tendrían la ira de Dios contra ellos, porque Dios iba a tomar la casa de Judá y usarlos en la ejecución del juicio en algunas direcciones. La palabra “opresor” en el versículo 4 aparentemente tiene el significado de “gobernante”, pero, aun así, los detalles de ese versículo no se refieren exactamente al Mesías, sino más bien a lo que Dios levantará entre Su pueblo en los últimos días. Estaría de acuerdo con lo que leemos en Jeremías 51:20, concerniente a Israel: “Tú eres mi hacha de guerra y mis armas de guerra, porque contigo haré pedazos a las naciones."Al final del mundo, el Señor mismo ejecutará juicio sobre ciertas naciones; sobre otras, lo hará por medio de un Israel restaurado.
De esto habla nuestro capítulo, desde el versículo 5 hasta el final. Será un Israel recreado espiritualmente, y también reunido físicamente, porque Dios “silbará” por ellos, o “flauta” como solían hacer los pastores en la reunión de sus ovejas. Los reunirá de Egipto al sur y de Asiria al norte, como una vez golpeó el río en los días de Moisés. Habiéndolos reunido, Él los fortalecerá, para que “anden arriba y abajo”, en Su nombre, lo que significa que por fin lo representarán correctamente en la tierra. Todo esto mira claramente hacia el fin de los tiempos.