CAPÍTULO SÉPTIMO

 
Tenemos una sensación de alivio al comenzar el capítulo 7, ya que de inmediato descubrimos que había quienes, lejos de obstaculizar la obra de Dios en ese momento, eran verdaderos ayudantes en la obra. La muralla estaba terminada, a pesar de las dificultades, las puertas se colocaron y se nombraron funcionarios, para que las puertas pudieran abrirse y cerrarse como fuera conveniente. Con respecto a esto, se menciona de nuevo a Hanani, a quien Nehemías llama “mi hermano”. Él fue quien trajo las primeras noticias del triste estado de la ciudad y de los judíos, como se narra en el capítulo 1:2. Aquí se le relaciona con Ananías, un gobernante de la ciudad, a quien se caracteriza como “un hombre fiel”, que “temía a Dios sobre muchos”. Puesto que “el principio del conocimiento es el temor de Jehová” (Proverbios 1:7), podemos estar seguros de que este hombre, puesto que había progresado más que muchos en él, había desarrollado un conocimiento sabio en una medida sustancial. Haber tenido tales hombres, identificándose con él en su servicio, debe haber sido un estímulo que Dios le concedió. Necesitaba ese estímulo, porque, como registra el versículo 4, la ciudad era grande, la gente poca, y aunque la muralla estaba completa, las casas aún no estaban construidas.
Siendo Israel el pueblo terrenal de Dios, sus genealogías eran importantes y tenían que ser preservadas cuidadosamente. Habiendo conmovido Dios el corazón de Nehemías sobre este asunto, encontró que se había hecho un registro cuidadoso años antes, cuando tuvo lugar la primera migración, como se registra al principio del libro de Esdras, y en vista de su importancia, tenemos el registro registrado de nuevo. Esdras 2:167 se repite casi palabra por palabra en nuestro capítulo, versículos 669. Luego, los cuatro versículos que cierran nuestro capítulo concernientes a los dones del jefe de los padres y del pueblo en general difieren del registro de los versículos finales de Esdras 2. Los dones mucho más grandes registrados aquí se explican, suponemos, por dones posteriores que se habían acumulado hasta el tiempo de Nehemías. El título “Tirshatha” se aplicaba tanto a Nehemías como a Zorobabel. Los regalos eran grandes, y los sacerdotes y el pueblo estaban en sus ciudades.