Capítulo 6

 •  11 min. read  •  grade level: 12
 
"¿Osa alguno de vosotros, teniendo algo con otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿cuánto más las cosas de este siglo?" (vvss. 1-3).
El Apóstol Pablo no trataba de reprender duramente a sus amados hijos en la fe, más bien procuraba hacerles comprender cuál era lo sublime y digno de su vocación celestial, y por lo consiguiente darse cuenta de la conducta o comportamiento santo que les convenía. Así en este caso Pablo les hizo recordar que los redimidos del Señor han de juzgar al mundo. Hay un buen número de pasajes en la Palabra de Dios que hablan del asunto, entre ellos los siguientes:
La profecía de Enoc, "séptimo desde Adam" él dijo : "He aquí, el Señor es venido con Sus santos millares, a hacer juicio contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y a todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra Él" (Judas 14 y 15).
En la profecía de Daniel, capítulo 7: "Hasta tanto que vino el Anciano de grande edad, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y vino el tiempo, y los santos poseyeron el reino [...] que el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos Le servirán y obedecerán [...] Después tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos" (vvss. 22, 27 y 18).
"Y Jesús les dijo: De cierto os digo, que vosotros que Me habéis seguido, en la regeneración, cuando se sentará el Hijo del hombre en el trono de Su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por Mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna" (Mt. 19:28, 29).
Y, finalmente, en el Apocalipsis leemos: "Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con Tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra" (Ap. 5: 9, 10).
Pero con el Señor, no solamente hemos de juzgar al mundo, sino a los ángeles también. Según el orden relativo de la creación de Dios, el ángel fue creado superior al hombre : los ángeles lo superan en sabiduría y en fuerza (véase 2ª S. 14:17; Sal. 103:20). De todo esto el lector puede formarse un concepto más o menos cabal, leyendo las siguientes Escrituras: Gn. 24:77The Lord God of heaven, which took me from my father's house, and from the land of my kindred, and which spake unto me, and that sware unto me, saying, Unto thy seed will I give this land; he shall send his angel before thee, and thou shalt take a wife unto my son from thence. (Genesis 24:7) ; Éx. 23:23 ; Sal. 34:7 ; Dn. 3:28; 6:22 ; 9:2128Then Nebuchadnezzar spake, and said, Blessed be the God of Shadrach, Meshach, and Abed-nego, who hath sent his angel, and delivered his servants that trusted in him, and have changed the king's word, and yielded their bodies, that they might not serve nor worship any god, except their own God. (Daniel 3:28)
22My God hath sent his angel, and hath shut the lions' mouths, that they have not hurt me: forasmuch as before him innocency was found in me; and also before thee, O king, have I done no hurt. (Daniel 6:22)
21Yea, whiles I was speaking in prayer, even the man Gabriel, whom I had seen in the vision at the beginning, being caused to fly swiftly, touched me about the time of the evening oblation. (Daniel 9:21)
; Zac. 3:1-5; 12:8; Jn. 5:44For an angel went down at a certain season into the pool, and troubled the water: whosoever then first after the troubling of the water stepped in was made whole of whatsoever disease he had. (John 5:4); Hch. 6:15 ; Sal. 8:5: Mt. 1:20, 24; 4:11; 13:39; 18:10; 24:31; 25:31; Mc. 12:25; Lc. 20:36; Hch. 7:53; 2ª Ts. 1:7; etc.
En Hebreos 2:5, se nos dice que Dios "no sujetó a los ángeles el mundo venidero." El mundo venidero quiere decir este mundo mismo, pero bajo el cetro real de Cristo, el Hijo del hombre, durante Su reinado milenario (es decir, de mil años). En aquella época, los ángeles serán los siervos del Hijo del hombre, el cual será el gran Rey, de Isaías 9:6 y 7; 32:1 y 2. Cristo anticipando Su reinado, le dijo a Natanael : "De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre" (Juan 1:51). Esto quiere decir que los ángeles servirán a Cristo.
Ya que los redimidos del Señor han de reinar con Cristo, serán superiores a los ángeles también. Hay ángeles "escogidos" (1ª Ti. 5:21) y hay ángeles que pecaron y no guardaron su dignidad—seres caídos—a éstos el Señor juzgará. Nos parece que por eso se dice que los santos han de juzgar a los ángeles. Pero de todas maneras, ¡qué gran dignidad es ésta otorgada a los que son comprados con la sangre preciosa de Cristo, que son herederos de Dios y coherederos con Cristo, que serán los acompañantes del Señor en aquel día triunfal de gloria imperecedera!
Ahora bien, si hemos de reinar sobre el todo con Cristo el Señor, ¿por qué tanto afán para tener arregladas bien a favor nuestro todas nuestras pequeñeces terrenales?
"Por tanto, si hubiereis de tener juicios de cosas de este siglo, poned para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia. Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno que pueda juzgar entre sus hermanos; sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los infieles? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís antes la injuria? ¿por qué no sufrís antes de ser defraudados? Empero vosotros hacéis la injuria, y defraudáis, y esto a los hermanos" (vvss. 4-8).
¡Qué cosa más triste, más deshonrosa ante el Señor Jesús, andar en pleitos entre sí, los herederos de Dios y coherederos de Cristo, poseedores en Él de todas las cosas ; sin embargo peleando los unos con los otros y portándose de manera indigna delante de Dios, el cual nos ha llamado a Su reino y gloria! Mil veces mejor ser defraudado para llevar buen testimonio al Señor. En cambio, el que busca y pelea por lo suyo propio, actualmente defrauda a sus hermanos, pues por una tal actitud en contra de su hermano en Cristo manifestada ante los inconversos, hace llegar a éstos a la conclusión que el Dios de los cristianos no es el Dios de amor, el Dios perdonador, ¿verdad ?
"¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornicarlos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios" (vvss. 9, 10).
"No erréis, no os engañéis" — dijo el Apóstol Pablo — "las personas que deliberadamente andan en tales senderos pecaminosos son injustas y no entrarán en el reino de Dios." Dios ha dotado al hombre de libre albedrío, para que responda con todo corazón, reverencia y reconocimiento a los requerimientos amorosos de su Creador; pero si al hombre no le ha parecido bien tener a Dios como principio, medio y fin de su vida, más bien Le ha dado las espaldas, entonces Dios lo entregará a una mente depravada y después de la muerte le ajusticiará por sus malos hechos.
"Y esto erais algunos: mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (v. 17).
Al oír y creer el evangelio de la gracia perdonadora de Dios, los tales pecadores que se han arrepentido ya no son calificados de "injustos," ¡no!, sino nuevas criaturas, y lavados, santificados y justificados delante del Dios mismo contra el cual habían pecado anteriormente. ¡Qué cambio radical en sus vidas!, el mal vencido por el Bien eterno, y todo en el nombre de Aquel que murió por sus pecados en la cruz, el Señor Jesucristo así como también por la obra eficaz del Espíritu de Dios en sus corazones.
¡"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios"! (1ª de Juan 3:1). Porque la filiación divina se obtiene sólo por creer en y recibir al Señor Jesucristo: de otra manera jamás podremos ser: HIJOS DE DIOS.
¿Cuál fue^el^gran motivo que Tú, Dios de^amor,
Por nos que el pecado—mal amo—arruinó,
Aun dieras al Hijo, al buen Redentor,
Tu "don inefable"^¡oh fiel Dios de amor?
¡Fue tu amor!, ¡fue tu^amor!, ¡infinito amor!,
Que aun Te motivó, Padre, Dios de amor;
Amor que^a Tu Hijo aun no perdonó
¡Ay!, Tu Hijo amado quien por nos murió.
"Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen: todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de potestad de nada. Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas, empero y a él y a ellas deshará Dios" (vvss. 12, 13).
Debemos comer para vivir, pero no trocar los términos y vivir para comer. El comer y el beber son necesarios para el sostén del cuerpo, pero el vivir usando como motivo el gozar de la comida y la bebida para el cristiano, sería subordinarse bajo la potestad de su apetito carnal. Dios lo deshará todo a su hora. Hay otros apetitos carnales que el cristiano debe subyugar también. En la epístola a los creyentes romanos—y por extensión a nosotros también—el Apóstol Pablo dirigió esta exhortación:
"Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis; (cap. 8:12, 13).
"Mas el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo. Y Dios que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con Su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré pues los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? Lejos sea. ¿O no sabéis que el que se junta con una ramera, es hecho con ella un cuerpo? porque serán, dice, los dos en una carne" (vvss. 13-16).
He aquí un tema importantísimo para la vida del cristiano: comparando este pasaje con el de 2ª Corintios 12:12, nos parece que la asamblea de Corinto estaba muy relajada en su vida moral conforme a las depravadas costumbres de toda ciudad malvada, tanto como la de la ciudad de Corinto. El Apóstol, por lo tanto, procuró despertar las conciencias de los hermanos en general, mediante la aplicación de las verdades preciosas que plugo Dios revelar al Apóstol para divulgarlas como doctrinas para la iglesia. Así que, Pablo dio a saber a los creyentes que nuestros cuerpos son para el Señor y no para deshonrarlos; que Dios levantará nuestros cuerpos como levantó al Señor Jesús al cielo; ya que nuestros cuerpos son miembros de Cristo, "de Su carne y de Sus huesos" (Efesios 5:30). Siendo éste el estado elevado, aún en alturas celestiales, y teniendo estos privilegios sin igual de los hijos de Dios, ¿cómo, entonces, podemos pecar contra nuestro Padre y contra nuestro Señor?
"Empero el que se junta con el Señor, un espíritu es" (v. 17). Este versículo no quiere decir de ninguna manera que nosotros nos juntemos de nuestra propia iniciativa al Señor en una comunión espiritual, no; más bien quiere decir que la unión formada en espíritu entre el Señor Jesús y cada creyente—cada miembro de Su cuerpo—es tan íntima que no puede existir otra de más adhesión. ¡"Un espíritu" son el Señor y cada miembro Suyo!, ambos ligados eternamente por obra del Espíritu de Dios.
"Huid la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hiciere, fuera del cuerpo es; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca" (v. 18).
A propósito, en el libro de los Proverbios (los cuales aleccionan con sabiduría celestial al joven en su camino terrenal), dice (en el cap. 5:1-12) : "los labios de la extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como cuchillo de dos filos [...] Ahora pues, hijos, oídme [...] aleja de ella tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa; porque no des a los extraños tu honor, y tus años a cruel; [...] y gimas en tus postrimerías, cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo, y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospreció la reprensión!"
"El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor."
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio" (vvss. 19, 20).
Entre el pueblo israelita de antaño, Dios tuvo Su templo, un edificio hecho de manos humanas, pero desde que Cristo fue glorificado y el Espíritu Santo enviado del cielo al mundo, para luego formar el cuerpo de Cristo aquí, el conjunto de creyentes verdaderos ha sido constituido "un templo santo en el Señor [...] para aso rada de Dios en Espíritu" (Efesios 2:21, 22); además, cada creyente es, individualmente, un templo santo de Dios.
Somos comprados por precio—¡precio inmenso: "la sangre preciosa de Cristo"!
Siendo nosotros propiedad, y Dios nuestro propietario, ¿con qué obligación moral nos hallamos? "Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (v. 20).
Si, por gracia, hemos muerto al pecado, ¿cómo pues, viviremos aún en él? Si la gracia del amor de Dios ha sido tan abundantísima que aun lavó todos nuestros pecados, ¿perseveraremos en ellos para que la gracia crezca? En ninguna manera, nos contestan las Escrituras. Recomendamos leer íntegramente Romanos, capítulo 6, para dar cima a este humilde artículo.