UN VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
Tenemos en esta epístola la esperanza de la iglesia en toda la frescura de su afecto.
Los tesalonicenses eran paganos antes de conocer a Cristo, y en el capítulo 1 el apóstol Pablo habla de su fe, del trabajo de amor, y de la constancia en la esperanza en el Señor Jesucristo.
Luego, ellos ya convertidos, se distinguen por:
Su fe,
Su amor,
Su esperanza. (versículo 3)
En el mismo capítulo, Pablo habla de ellos de cómo:
Os convertisteis de los ídolos a Dios,
Para servir al Dios vivo y verdadero,
Y esperar a Su Hijo de los cielos. (versículos 9-10)
Se ve, pues, en el testimonio de ellos los grandes tiempos o principios del discurrir de un cristiano, o de una iglesia local ejemplar, es decir la fe, el amor, y la esperanza, así en ese orden divino.
En el capítulo 2 Se hace mención de la venida del Señor Jesús en conexión con el gozo y corona del apóstol representados por los santos ganados por el ministerio de él. Dice: “Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (versículo 20).
En el capítulo 3 él deseaba que sean confirmados sus “corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (versículo 13)
El capítulo 4 describe en detalle el portentoso arrebatamiento de la iglesia: su encuentro con Cristo cuando venga.
UN PENSAMIENTO PARA LA JUVENTUD
“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. Muchos van a comprender el amor mucho antes que la doctrina. El amor abre las puertas para el evangelio. El amor abre las puertas en los corazones de los hermanos desanimados. El amor entre nosotros nos permite aguantar mejor las persecuciones de este mundo. El amor no crece y abunda cuando nos ocupamos de las fallas de nuestros hermanos. El amor crece cuando estamos ocupados con Cristo y con la verdad que es “un hermano... por quien Cristo murió”. Esto nos provee otro punto de vista.