Daudi estaba ayudándome a llevar grandes frascos de medicina. Ambos íbamos bien sobrecargados.
Puso un frasco enorme en el suelo y dijo:
— Bwana, allí viene nuestro amigo Simba. Parece que tuviera algo que decir.
— ¡Joh! –contesté — . Jih, el viejo Simba tiene la valentía del león, pero tiene también miedo en su corazón desde que ...
Daudi movió la cabeza y encogió los hombros.
— Bwana, en nuestro país no es común que un hombre ame a su esposa. Ella es la cocinera, la que cuida las heridas, la que cuida la huerta y la que se atiende a los hijos, pero nada más. Pero esto es diferente. ¡Simba está enamorado! ¡Jih! ¡Y bastante en serio!
— Daudi, hace tres días vino conmigo a la escuela y mató a una víbora. Yo sabía que quería hablar con Perisi, de modo que arreglé las cosas para que pudiera hacerlo. Hablaron unos minutos, luego ella se fue a un cuarto y cerró la puerta y él salió corriendo como si la selva entera lo persiguieran. Yo lo llamé: “¡Detente, detente!” porque pensé que habría algún problema.
Daudi se rió.
— Bwana, Sechlela es una viejita de mucha sabiduría. Ella entiende de estas cosas. Llamó a Perisi para verla y hablarle tranquilamente, y mire, la muchacha también tiene ese problema. Suspira y ha perdido el apetito. Dice que durante muchos días, su corazón ha estado llamándolo, llamando a Simba.
— Despacio, Daudi. Ahora ya nos podría oír; vamos a ver que nos dice.
Miró al cazador.
— Bueno, estuviste muy bien, al salir corriendo el otro día sin decirme lo que había pasado.
— Kah, hay algunos que dicen lo que piensan sobre una cosa, otras la dicen en proverbios. Yo quería pensarlo, Bwana, y por eso me escapé a la selva y me senté allí.
— Jih, supongo que ella debe haber dicho algo que no fuera “No”.
— Bwana, así es exactamente. Escuchó mis palabras (y Bwana, cuando me vinieron, aparecieron con pie lento y pesado) y cuando acabé, ella dijo: “Cuando planté mi semilla en el huerto, bueno, no tenía maíz para cocinar, porque aun las plantas eran chicas y verdes”. Dijo eso, Bwana, después se fue al aula y cerró la puerta. Entonces yo salí corriendo a la selva y allí pensé y pensé.
— Kah, — dijo Daudi — seguramente entiendes lo que quiso decir.
— Puede querer decir muchas cosas –suspiró Simba — , muchas cosas.
— Jih, Bwana — dijo Daudi — , es una forma de decir que ella quiere estar segura que Simba tiene una fe real en Dios. Mira, sus días como creyente son pocos y ha hecho poco para Dios. ¿Cómo puede estar segura de que si se casa con él no tendrá problemas?
— Kah, Jih — dijo Simba — , entonces ¿qué debo hacer?
— Más allá del lugar donde mataste al león hay una aldea gobernada por un brujo. Nadie viene aquí desde allí; los chicos se quedan ciegos, los bebés se mueren, la gente sufre.
— Kah, Bwana, eso es cierto. Por algo lo llamamos Makal? (El lugar de la ferocidad) — dijo Daudi.
— Escucha, Simba, es en ese lugar donde yo quiero poner un nuevo anexo del hospital y de la escuela. Sería ...
— Jongo, Bwana, pero ¿quién irá allá? Es un lugar muy peligroso. Al que vaya le harán embrujos. ¡Ih! Es un lugar donde Shaitani (el diablo) tiene mucha libertad.
— Tú, Simba, tú puedes ir allí.
— ¿Yo, Bwana? Pero ...
— Tú no tuviste temor del león y de la serpiente pitón. ¿Tienes ahora miedo de la gente de tu propia tribu?
Simba sacudió su cabeza con dudas.
— Bwana, yo soy cazador y no un maestro. ¿Cómo voy a hacer eso?
— Cuando plantas maní, Simba, primero preparas el terreno y luego echas la semilla. Crece despacito debajo del suelo. Sus brotes tienen el color del pasto. No se le nota mucho, pero mientras tanto sus frutos van apareciendo en sus raíces. ¿Entiendes?
Simba tenía una expresión de temor.
— No del todo, Bwana.
— Kumbe, quiere decirte esto — explicó Daudi — : tu vas a vivir en Makali. Construyes tu casa y vives de acuerdo con los caminos de Dios en esa aldea de Shaitani (demonio) y lentamente vas haciendo el trabajo como para que pueda llegar un maestro y ...
— Pero, Bwana, eso no tiene nada que ver con Perisi ...
— ¿Nada que ver? ¿Cuál es su trabajo?
— Bwana, ella es maestra ... ¡Jih! Comprendo — palmeó las manos e hizo girar los ojos — . Kah, de veras que es una idea muy sabia.
— Construye tu casa, vive como cazador; atrapa leopardos y serpientes, vende pieles para comprar vacas para tu dote. Pero vive la vida de un cristiano y cuenta la historia de la gente que dejó su enfermedad en el hospital.
— Jongo, Bwana, ya entiendo. Los niños vendrán a ver mis pieles y a comer la carne de los animales que mate como cazador. Les contaré historias de caza y de animales y también historias de Dios.
— Eso es ... y vive tu vida según el camino de Dios. Vigila tus palabras, tus acciones y tus pensamientos. Acuérdate de cuando peleaste con el león, pero en esta lucha tendrás a Dios como jefe.
Daudi estaba dando vuelta las hojas de su Nuevo Testamento en idioma chigogo.
— Aquí están las palabras adecuadas, Simba: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Recuerda esas palabras y demuestra que eres un hombre de Cristo.
Simba levantó su lanza y su cifuko, una especie de valija de fibras en la que estaban todas sus pertenencias.
— Kwaheri (iré), Bwana. ¡Yoh!
— Kumbe, ¿no podrías esperar un día más para hacer planes? — preguntó Daudi.
Simba sacudió la cabeza.
— Me voy ahora. Hay poco tiempo y ...
Puso su mano sobre el pecho y sonrió.
— Ven al hospital, Simba — dije — .Te daré gotas para los ojos y píldoras para el dolor. Te serán útiles.
Pronto hubo dentro del cifuko de Simba un frasco de aspirinas y otro de gotas negras.
— Bwana, –dijo al estrechar las manos a la manera africana — , di a Perisi que la semilla está plantada, pero necesita ser regada.
Se echó a caminar con resolución.
— Quiere decir, Bwana, que necesita sus oraciones –dijo Daudi en voz baja.