Pasó un mes y un día llegó una nota de Simba, escrita en chigogo. Traduje:
“Al Bwana Doctor:
“Saludos a ti. ¿Estás bien? Todos estamos bien con la ayuda de Dios. Necesitamos clavos para la puerta, también cuatro latas de queroseno.
“Yohanna está bien; lo alimentamos con sabiduría y crece. Para las mujeres, es algo maravilloso.
“También necesitamos medicina para matar las hormigas blancas.
“Que tengas paz,
“de mi parte, Simba”.
La pasé a Daudi quien, al leerla, rió.
— Es la clase de cartas que escribe la gente de mi país: pocas noticias, pero, Bwana, con noticias buenas.
Luego llegó una carta de Sulimani. Estaba fechada diez semanas después del nacimiento del bebé de Perisi. Cito las partes de ella que no se refieren al precio del hierro forjado, el queroseno o el mijo.
“Mi esposa y yo sufrimos mucho por el paludismo. Pronto volveremos juntos en busca de inyecciones de medicina.
“El año pasado nos sentimos mejor gracias a tu tratamiento.
“Siempre tendrás todos los servicios que humildemente yo pueda prestar a la misión.
“P. S. Una mujer chigoga, esposa de Masaka, el jefe de la aldea, dice en mi duka (negocio) que el hijo de Perisi crece con vigor. Dijo a su compañera que es un niño lindísimo; dice que es una maravilla”.
La traduje para beneficio de Sechelela, que cloqueó:
— Esto traerá muchas palabras y pensamientos. Por cierto que muchas mujeres cambiarán su camino al observar cómo se cría el bebé de Perisi.
Más tarde llegó una carta de Perisi, en inglés.
“Hay alegría en mi corazón, porque Yohanna tiene vigor. Las mujeres vienen a ver nuestra casa y se maravillan. Han pasado cinco meses desde que nació Yohanna”.
Un día vino Elisha, el carpintero, con noticias de cómo ella cuidaba al bebé que se iba desarrollando muy bien.
— Jiih, Bwana, Perisi es una mujer sabia. Una mañana la vi sacar algunas de las astillas hechas cenizas en el fuego; mezclándolas con agua, hizo una pasta y entonces bajó su bebé de la espalda y lo frotó con aquello. Los que miraban decían: “Yah, quiere que el nene sea blanco”. Perisi las miró y se sonrió. “Eh”, dijo, “miren, esta es la forma de sacar la suciedad de la piel de un bebé. Si no tiene suciedad, no tendrá picazón. Un bebé limpio es un bebé contento y se duerme y aumenta sus fuerzas. Este es un camino sabio. Esta es la forma en que se quita la suciedad y, bueno, si hay dudus debajo de la piel, no les queda posibilidad alguna, porque los dudus sólo están contentos cuando hay suciedad”. Entonces Perisi tomó una concha seca, sacó de la lata de kerosén un poco de agua y derramó algo con cuidado sobre su brazo para ver si tenía la temperatura correcta. Entonces lavó al bebé Yohanna, sosteniéndole la espalda con su mano — y Elisha hizo una demostración — . El bebé se reía y hacía ruiditos; la madre también reía feliz y todos en ese lugar parecían estar llenos de alegria.
Elisha siguió con su historia:
— Perisi volvió a frotar las cenizas sobre su hijo, con todo cuidado, detrás de las orejas y en otros lugares, y lo volvió a enjuagar. “Yah”, dijo, “miren, un chipeyu de agua y ya está listo. No es tarea difícil para ninguna madre que quiera bañar así a su hijo y ahora, bueno...”. Tomó una calabaza con tapón de madera y derramó algo de aceite en su mano. Con él frotó la piel de su bebé, hasta que quedó brillante. “Yah”, dijo uno de los chicos, “mírenlo. ¿No tiene la piel swanu muno muno? (¿hermosamente suave?) — Elisha se ajustó el fez rojo en la cabeza — . Jongo, Bwana, aquel chico dijo la verdad. Yohanna ya no es un bebito que parece enfermizo. ¡Jiih! Pronto tendrá dientes.